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Crónicas Cubanas
Por Félix Sautié Mederos
La Habana tiene un nuevo Arzobispo, Monseñor Juan García (1948); nombrado por el Papa Francisco en sustitución del Cardenal Jaime Ortega Alamino, ya próximo a cumplir los 80 años, en razón de su jubilación canóniga dado su edad y los aplazamientos ya realizados desde sus 75 años. Sucedió hace algunos días, rompiendo la monotonía ambiental propia del continuismo en las cúpulas de la sociedad cubana. Todo ello, en medio de una situación política local de más de lo mismo, que precisamente fuera reforzada por el recientemente culminado VII Congreso del PCC, en el cual no hubo movimientos significativos, necesarios y esperados de cuadros de la alta dirección, con motivo del paso de los años. En este orden de acontecimiento la Iglesia Católica, en consecuencia con su movimiento en la cúpula eclesiástica, marca para Cuba un hito muy importante y un ejemplo, que no se debería pasar por alto.
Además, quiero significar que ese nombramiento en la alta curia de la Iglesia Cubana –por demás de alguien que incluso asume el cargo con un amplio y positivo aval de trabajo pastoral de base así como de cercanía con los más pobres en el espacio eclesiástico de las provincias de Ciego de Ávila y Camagüey de donde es oriundo y se desempeñaba como Arzobispo–, ha sido, en mi criterio, una corriente de aire fresco en medio de tanta desesperanza. En estas condiciones hay que reconocer que la milenaria Iglesia Católica ha dado un paso decisivo que llama al futuro y refuerza la esperanza en un momento muy complicado que requiere de discernimiento, audacia y acercamiento al pueblo. Así lo veo personalmente, con mi deseo de todo corazón de que el nuevo Arzobispo de La Habana Monseñor Juan García alcance el mayor éxito posible en su labor pastoral, para lo cual posee todas las condiciones necesarias de religiosidad y capacidad, que ha demostrado hasta el presente con una vida de entrega y trabajo sin descanso en los territorios agramontinos de los que era su arzobispo.
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