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Por María Isabel Alfonso y Arturo López-Levy
Ponencia presentada en el evento «Cuba y Estados Unidos en tiempo de cambio», celebrado en Washington en enero pasado.
Recomendaciones para una dinámica de relaciones perdurables entre Cuba y Estados Unidos
Un reportero preguntó a G. H. W. Bush en 1991: “¿Qué haría si Castro relajara su control sobre Cuba?” Esta fue la respuesta del el expresidente: “Los Estados Unidos harían exactamente lo que deben hacer: llegar a esa isla y aupar a ese pueblo” (Bush citado por Schoultz 9). Tal narrativa de superioridad no comenzó con el primero de los Bush. Como señala Lars Schoultz en “Benevolent Domination”, se forjó durante la Guerra Hispano-Cubano-Americana, a finales del XIX. Por ejemplo, el general Leonard Wood, en una carta enviada desde Cuba al presidente William McKinley en 1900, expresó: “Vamos a un paso tan rápido como podemos, pero estamos lidiando con una raza que ha estado auto-destruyéndose por más de cien años, y a la cual tenemos que insuflar una nueva vida, nuevos principios y nuevos métodos de hacer las cosas” (Wood citado por Schoultz 9).
Hoy, esta narrativa paternalista del “uplifting” o “aupamiento” parece haber tomado un nuevo rumbo. “En última instancia, será el pueblo de Cuba quien llevará a cabo las reformas económicas y políticas”, dijo el presidente Barack Obama el 17 de diciembre, fecha antológica para el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Que el Presidente norteamericano admita que no se trata de “insuflar nueva vida, nuevos principios y nuevos métodos”, en una tabula rasa es, de por sí, extraordinario. Sigue leyendo