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crítica, Manuel Calviño, medios, mentalidad, sicología, socialismo, TV
Por Pedro Manuel González Reinoso
Circula por las redes clandestinas (como casi todo lo interesante/escaso en Cuba) un video de hora y pico de duración producido por los Estudios Baraguá en Abril del 2012 –¿se sabe de dónde salen las filtraciones?– en el que el muy televisado Manuel Calviño, recomienda a un auditórium ignoto [y venerable por la profusión mentada de canas y calvicies, el que no se ve en las tomas, pero en el que se presume campeando el verde olivo] sus puntos de vista de experto conferencista para enfrentar los cambios imprescindibles que se acometen hoy en el país, vuelca allí su visión de los tiempos inusuales que corren y deja entrever los que correrán. Mas no especifica, no obstante gravitando en el material la anticipación, si a los que vengan detrás les alcanzarán las fuerzas para llevar esa carrera anunciada a contrarreloj, con el corazón en la mano, aunque sea para, sintiéndose por última vez menesterosos, repartirlas a los desfallecidos previos y posteriores que generará la estampida, con un boca-a-boca a manera de contribución extra social-lista, y así alcanzar victoriosos la nueva meta orientada desde el cuartel general.
Comienza agradeciendo a la alta dirección del partido y el estado por poder ofrecer su humilde aporte, el que se presume fuera tarea de adeudo. Da visos de su cuota personal de responsabilidad en ser puntual, y se advierte preciso con las palabras a usar, en no dejar deslizar por ninguna rendija blandengue del entresijo lexical, la clave del meollo que le ha sido sugerido ignorar: la transición rapi-lenta del modelo económico (nunca político) hacia un capitalismo estatalizado, antidemocrático y mono imaginado, elegido en sustitución del añejo sistema instalado [habiendo nuestro experimento socialista fracasado, obviado –y no quemado– las etapas (i)lógicas del fiero capitalismo global, con sobresaltos duchos de segundones amaestrados, al olvidable encuentro de un comunismo fantasmagórico, utópico, e impracticable]. Se cuida Calviño en esta parte del discurso también, de augurar la aparición en el ralo boscaje insular de otro posible Robín Hood tropical-izado, frente al retroceso social que sus entelequias representan. [Hay calculada omisión además de las leyes impositivas de visos leoninos con las que –felices– conviviremos].
La recomendación explícita se reduce (cosa que habría abreviado la conferencia si de razones menos “confidenciales” no tratase in extenso el disertante) a esto: NO hay que “cambiar” la mentalidad para nada, ni de nadie, es un error de concepto, no nos equivoquemos otra vez [como antitéticamente se intitulara lo que en virtud se propaga musicalmente desde los templos masivos], si no “modificar” las estereotipadas maneras de pensar y de actuar de nuestros jefes, bien vistas y aupadas, pero solo hasta ayer. Sigue leyendo