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CRÓNICAS CUBANAS,
Crónicas Cubanas
Por Félix Sautié Mederos.
Hace algunos días hube de participar en el encuentro de clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos 2016, que se celebró en el hermoso templo de los jesuitas cubanos del Sagrado Corazón de Jesús que popularmente los habaneros conocemos como la Iglesia de Reina, porque se encuentra ubicada al principio de la Avenida Simón Bolívar que para nosotros es la calle Reina en recordación de un antiguo nombre que ni el paso del tiempo ni los voluntarismos políticos históricos han podido borrar. El templo es una manifestación neogótica muy característica por ser de hormigón y haberse edificado en la primera mitad del siglo XX, cuya aguja desafía las alturas y se mira con la cercana torre culminada con el gigantesco globo terráqueo que da remate a las alturas del Gran Templo Nacional Masónico, otra joya arquitectónica con su característico estilo ecléctico modernista cuajado de curvas que se me asemeja a una gran colmena. Ambas edificaciones características de La Habana Maravilla, que le dan brillo y esplendor a nuestra sufrida y abandonada Capital de todos los cubanos.
En la celebración que testimonio, participaron cristianos de las más diversas denominaciones así como representantes de organizaciones ecuménicas y evangélicas nacionales, extranjeras e internacionales, junto a la jerarquía católica presidida por el Cardenal Jaime Ortega Arzobispo de La Habana y el Nuncio Apostólico de SS el Papa Francisco en Cuba Monseñor Giorgio Lingua. Pude apreciar en aquel encuentro junto a mí a un Babalawo que exhibía con mucha naturalidad sus atributos religiosos, además también a un Grupo de creyentes de la religiosidad popular cubana con sus velas en las manos como todos los cristianos convocados con esa consigna para realizar la liturgia de la luz. Seguramente en la multitud había otros muchos más. Yo asistía con mi fraterno amigo ilicitano Dr. Manuel Rodríguez Maciá destacado antropólogo católico, activo participante de la izquierda socialista española, quien junto con su esposa Carmina se encontraba de visita en La Habana; y también me acompañaba mi querida Elena de siempre. Sigue leyendo