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Por Erasmo Calzadilla
De niño me fascinaba el deporte; quería ser como Casimiro Suárez, aquel bailarín de las anillas que deslumbró al mundo en los tempranos 80.
Los adultos me aseguraban orondos que nuestros deportistas de alto rendimiento no eran profesionales (como en el capitalismo) sino amateurs. Luego comprendí que entrenar a tiempo completo, prestigiar al régimen y mantener hipnotizadas a las masas era y es su auténtica profesión.
Antes del Período Especial Cuba ganaba muchos trofeos. La presilla de la dictadura apretaba más que ahora pero la gente la sufría menos; en parte porque, gracias a ella, el orgullo nacional andaba de gira por las estrellas. Teofilo Stevenson y Alberto Juantorena nos mantenían subyugados a la pantalla mientras un demente irrefrenable deconstruía la República. Sigue leyendo