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Observatorio Crítico Cubano

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Observatorio Crítico Cubano

Archivos de etiqueta: Papa

¿Con la ayuda desinteresada de la Iglesia Católica?

02 viernes Oct 2015

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Política, Religión

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disidencia, homofobia, iglesia católica, Papa, religión


Por Fernando Ravsberg

Los medios de prensa cubanos parecen estar reeditando aquello de “con la ayuda desinteresada de la Unión Soviética”, solo que esta vez en referencia al Vaticano. Veremos si logran “venderles” otra vez a los ciudadanos la ilusión de los apoyos gratuitos.

La influencia política de la Iglesia Católica en Cuba seguirá creciendo. Hace unos años, el disidente católico Oswaldo Payá alertó que la iglesia empezaba a comportarse como un partido y denunció que “quiere ser protagonista sustituta de la oposición”.

Tras ese protagonismo político del clero cubano y del Vaticano se encuentra, entre otras cosas, el afán de evangelizar, promover su filosofía y sus valores, algunos tan positivos como la fraternidad, la misericordia o la asistencia a los ancianos y enfermos.

Sin embargo, esos temas ya han sido abundantemente abordados por la prensa oficial, la cual vive una luna de miel con la Iglesia. Yo pretendo actuar como “abogado del diablo” –nunca mejor dicho pensarán algunos- profundizando en los demás rostros de la doctrina católica.

Harold Cárdenas revelaba, por ejemplo, lo que el Papa piensa de las parejas entre personas del mismo sexo. Escribió Francisco que luchar contra esas uniones es una “guerra de Dios” (¿una yihad?) y que la posibilidad de que los homosexuales se casen es “una movida del diablo”. Sigue leyendo →

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Racionar la papa en Cuba: ¿una solución?

03 viernes Abr 2015

Posted by malangamalanga in Debate, Noticia

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alimentación, debate, Dmitri Prieto Samsónov, Papa, solución


Por Dmitri Prieto Samsónov

La papa.  Foto: Juan Suárez

Evito y evado las colas de la papa. El tubérculo llega, por esta época de cuaresma, acompañado de sempiterno potencial de generar largas colas y provocar broncas, opuestas a cualquier sentimiento mínimamente cristiano.

Camiones que llegan del campo llenos de sacos de tubérculos terrosos se posan en los agromercados y van descargando, en lo que la voz se propaga y la gente va llegando, ocupando espacios, induciendo una consecutividad matemáticamente probable pero dudosa siempre, pues la cola se va ensanchando en la medida que se alarga, sus volúmenes de audio van subiendo, los bicitaxis llegan y salen acompañados de las protestas, las desesperadas gargantas vocalizan rezongas, la depresión y la tensión se acumulan, los especuladores a su vez acumulan papas para re-vender, y la frustración aumenta.

Eso de la papa en Cuba es un verdadero desastre.

Cuando Cuba estacionalmente exportaba papa a la Unión Soviética, esa papa era reconocible por su color rojizo. Hoy la Unión Soviética no existe, el rojo no abunda, y la papa se extingue. Sigue leyendo →

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La teología de Francisco es la de Amós, más que la de Marx

21 domingo Abr 2013

Posted by luchatuyucataino in Política, Religión

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América Latina, Amós, Biblia, cambio, capitalismo, colonialidad, crítica, cristianismo, debate, democracia, denuncia, derechos humanos, descolonización, desigualdad, economía, equidad, Evangelio, Francisco, Helder Camara, Iglesia, igualdad, Jesús de Nazaret, Jorge Bergoglio, Juan Arias, Karl Marx, Leonardo Boff, libertad, manipulación, marxismo, medios, Papa, pobre, poder, política, popular, religión, Skorka, socialismo, teología de la liberación


Icono Cristiano-ortodoxo del Profeta Amós

Por Juan Arias

“El papa es más de gestos y símbolos, de ejemplos personales, de denuncias al poder, que de defensa de ideologías ultrapasadas”

A casi un mes de pontificado, los teólogos de la liberación andan un tanto desconcertados con el papa Francisco. ¿Pueden considerarlo o no como uno de ellos? De hecho las preguntas más inquietantes acerca del nuevo papa, el primer latinoamericano, cuna de la Teología de la Liberación, se refieren a su teología.

No es fácil encuadrar la ideología religiosa de Francisco. Los teólogos de la liberación, incluido Leonardo Boff, máximo exponente de dicha teología en América Latina, lo han recibido con un aplauso. Por ahora. Otros mantienen aún sus dudas. Lo cierto es que cada papa ha expresado un tipo diferente de teología. Ha habido papas tridentinos, tomistas, agustinianos, aristotélicos, enrrocados más en la teología que se elaboró tras haberse echado la Iglesia en manos del Imperio Romano y haber heredado de él pompa y poder, que en la teología pura y llana del evangelio. Que fue la de Francisco de Asís.

Las teologías de laboratorio, que mal rozan lo social se pierden en las famosas discusiones bizantinas y medievales, como la que pretendía saber si los ángeles tenían sexo.

La teología de Jesús de Nazareth fue doble. Con los pobres usó la teología de la felicidad: no soportaba su dolor ni les pedía que se lo ofrecieran a Dios para ganarse el cielo. “Curaba a todos”, dicen los textos sagrados. Y a los muertos los resucitaba. Multiplicaba el vino en las bodas para que siguiera la alegría y no imponía ayunos y penitencias a sus discípulos como hacía Juan Bautista. Con los poderosos, su teología era diferente. Usaba con ellos la teología de la “denuncia y del ejemplo”. Gritaba al rey “No te es lícito”. Y decía a los suyos: “Los que se visten de seda están en los palacios reales”. El vestía como los pobres. La forma que Jesús usaba contra lo que el marxismo llama de estructuras injustas, no era ideológica, ni de incitación a la lucha de clases. Era testimonial. Curar a un leproso, cuyas llagas eran vistas como castigo divino, era la mayor bofetada al poder tanto civil como religioso. Como lo era el lavar los pies a los apóstoles. O defender a la adúltera contra los fariseos que pedían su lapidación en nombre de la ley judaica.

Y Jesús poseía, en medio a su fuerte sentido de justicia hacia los arrinconados por el poder, una no menos fuerte fe en que Dios estaría siempre de parte de los últimos y no en los salones del poder. Dios sería siempre la garantía de los pisoteados por las injusticias sociales. La teología del papa Francisco parece nutrirse menos en la esencia de la Teología de la Liberación, que se inspiró, en su nacimiento, en la ideología social del marxismo que ve en las estructuras del poder la causa del mal del mundo.

La teología de Francisco se nutre más en la teología del profeta Amós, aquel pastor que ni siquiera pertenecía a la casta de los profetas y que fue quién con más dureza arremetió contra los mecanismos de explotación y opresión campesina llevados a cabo por los reyes opresores. Amós, sin embargo, arremetió tanto contra las injusticias sociales como contra los pecados de idolatría de su pueblo. Y para él, al final, como para Jesús ocho siglos después, Dios seguiría siendo el verdadero libertador de los oprimidos. No cabía en Amós, ni en el profeta de Nazareth, la moderna teología del ateísmo. Dios seguía siendo el centro de la vida: para castigar al opresor y para proteger al oprimido. Amós fue llamado el “profeta de los pobres”. Curiosamente como hoy Francisco es llamado el “papa de los pobres”. En esta vertiente, Francisco se enlaza con una parte de la Teología de la Liberación, que coloca como prioritaria la “opción por los pobres”.

Quizás se distancie de los instrumentos tomados por dicha teología del marxismo para luchar contra la injusticia social. No en vano, en sus conversaciones con el rabino Skorka, Bergoglio, le recuerda varias veces al profeta Amós y sus invectivas contra los poderosos de su tiempo y la defensa a ultranza de la justicia y de los perseguidos y “triturados” por el poder. Le dice Francisco al rabino que si los sacerdotes y obispos de hoy “usaran el lenguaje del profeta Amós” la misma Iglesia “se escandalizaría”, dada la dureza de sus palabras contra los opresores de los campesinos pobres de entonces.

A los teólogos de la liberación les gusta Francisco porque pide a la Iglesia que se “manche los pies de barro” en la búsqueda de los más desamparados. Quizás les guste menos cuando afirma que las ideologías, tanto del comunismo como el capitalismo, son igualemente idolátricas. El comunismo deifica su ideología absolutista y el capitalismo la explotación de los recursos, arrodillándose y haciendo que nos arrodillemos ante el dios del consumo. En ambos extremos, Dios aparece ausente.

En Francisco hay más evangelio que ideología; le interesan sobre todo las lágrimas de los oprimidos. Y Dios, para él, como para los profetas bíblicos, sigue siendo la garantía de esperanza libertadora de los pobres. Francisco es quizás más Amós que Marx, en su lucha contra las injusticias sociales. Para Francisco, la religión, vista y practicada en la línea del profeta Amós, no es el opio de los pobres sino su garantía de redención.

Es posible que las caravanas de pobres de América Latina entiendan mejor la teología “amosiana” de Francisco, enjugador de lágrimas y misionero de periferias, que la teología de la Liberación, que aún habiendo hecho la opción primordial por los pobres, sigue en este continente, más cercana a las clases pensantes que a las que luchan por el pan de cada día.

El arzobispo brasileño, Helder Cámara, gran defensor de los oprimidos, solía decir, criticando al poder: “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando les pregunto por qué tienen hambre, me tildan de comunista”. Tenía razón. El problema es que hoy el comunismo está más preocupado en defender su poder y sus privilegios que en interesarse por qué hay aún gente que sigue pasando hambre. Quizás sea eso lo que advierta el papa Francisco que está inaugurando en la Iglesia una nueva teología, hecha más de gestos y símbolos, de ejemplos personales, de denuncias al poder con nombre y apellidos, que de defensa de ideologías ultrapasadas.

Publicado en El País (11 de abril de 2013)

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Adolfo Pérez Esquivel: «El Papa no tenía vínculos con la dictadura»

14 jueves Mar 2013

Posted by luchatuyucataino in Denuncia, Política

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Adolfo Pérez Esquivel, Argentina, derechos humanos, dictadura, Francisco, Iglesia, Jorge Bergoglio, libertad, manipulación, medios, militar, Papa, religión, represión


El activista argentino de los derechos humanos Adolfo Pérez Esquivel, ganador del premio Nobel de la Paz en 1980, negó que su compatriota, el cardenal Jorge Bergoglio, recién elegido como Papa, tuviese vínculos con el regimen militar que gobernó a Argentina entre 1976 y 1983, como han señalado algunos críticos del nuevo pontífice.

En declaraciones a BBC Mundo, Pérez Esquivel dijo que «hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no». «A Bergoglio se le cuestiona porque se dice que no hizo lo necesario para sacar de la prisión a dos sacerdotes, siendo él el superior de la congregación de los Jesuitas. Pero yo se personalmente que muchos obispos pedían a la junta militar la liberación de prisioneros y sacerdotes y no se les concedía», añadió Pérez Esquivel. «No hay ningún vínculo que lo relacione con la dictadura», aseguró el activista a BBC Mundo.

Publicado en: BBC Mundo

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La mayoría de habitantes de África habrían preferido un Papa negro

13 miércoles Mar 2013

Posted by luchatuyucataino in Investigación, Racialidad

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afrodescendencia, África, CNN, colonialidad, descolonización, Iglesia, Papa, racismo, religión


El 80% de habitantes de África en una encuesta de la CNN y una compañía de telefonía móvil realizada entre 20 000 residentes en 11 países del continente, declararon que habrían preferido la elección de un Papa negro. Sin embargo, muchxs consideran que el mundo católico no está listo para ello.

Así, un 61% suponen que el mundo cristiano no está preparado para que exista un Sumo Pontífice africano; un 86% creen que un Papa de África ayudaría a propagar el cristianismo en el Continente Negro, donde ya viven 130 millones de católicos-romanos. Uno de los principales pretendientes al “trono de Pedro” fue el cardenal Peter Tarxon de Ghana, con 64 años de edad.

Publicado en NewsRu.com

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Humanizar el ministerio del Papa: Sentido del sacerdocio cristiano

14 jueves Feb 2013

Posted by luchatuyucataino in Denuncia, Política

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Benedicto XVI, crítica, debate, democracia, Iglesia, igualdad, Papa, política, religión


Por Benjamín Forcano

Resulta más que oportuno relacionar la renuncia del Papa Benedicto XVI con un pasaje de los Hechos de los Apóstoles. El apóstol Pedro visitaba en Cesarea a un tal Cornelio, hombre recto, que era capitán de la compañía itálica. Cuando Pedro estaba para entrar en su casa, Cornelio salió a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó diciendo: “Levántate que también yo soy un simple hombre”. (Hch 10). Palabras del primer Papa, que conectan con estas otras del concilio Vaticano II: “Se ha de reconocer cada vez más la fundamental igualdad entre todos los hombres” (GS, 29).

Desde este relato, creo entender la decisión tomada por el Benedicto XVI. Sin dejar de ser Papa, él no olvida su condición humana: “Para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meces, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

Nadie encontrará extraño que la Iglesia católica, en su concilio ecuménico Vaticano II , escogiera como categoría básica para expresar esta igualdad fundamental la de Pueblo de Dios. Este pueblo germinalmente abarca a todos los hombres y la Iglesia católica es como el sacramento visible de su unidad universal. En ella “Todos los fieles de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristina, con la cual se promueve un modo de vivir más humano” (LG, 40).

El cansancio e incapacidad del Papa apenas si puede sorprender a nadie. Joseph Ratzinger, antes que Papa, era teólogo y es para lo que, debidamente preparado, estaba dispuesto: investigar, enseñar, escribir y publicar; labor que venía cumpliendo con rigor y competencia, sin que se le ocurriera pensar en la tarea de gobernar. Fue elegido para ello, primero como obispo, más tarde como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y finalmente como Papa.

Ha sido en sus casi ocho años de Papa cuando más ha percibido el acelerado y traumático cambio de la sociedad actual, la gravedad de los problemas eclesiales y, más en torno a él, la peligrosa maraña de colaboradores suyos, algunos muy potentes y avezados en las ambiciones, intrigas y secretos curiales. Esa red le envolvía, iba en contra de su natural tímido y en casos graves de resolución se encontraba con posiciones opuestas, ante las que no se atrevía a proceder con coraje. Se vio abrumado, sobrepasado y con humildad decidió renunciar y no esperar a que, en sus últimos días, otros que sin duda pensaban que tenía que seguir hasta la muerte, pudieran manejarlo contra su voluntad. Benedicto XVI tenía en su memoria el angustioso final de Juan Pablo II, superadmirado y elogiado por los medios. Benedicto XVI decidió renunciar, seguro en su conciencia de que obraba bien. Acaso sea, entre los pocos que dimitieron (Celestino V, 1294; Gregorio XII, 1415;…) el único que lo ha hecho por decisión propia, sin otras razones y presiones exteriores. Ciertamente, era quebrar una tradición sacralizada, que presentaba al Papa como un vicediós. Pero su sabiduría teológica le ayudó a ahuyentar todo temor y duda. Y en nuestro mundo su gesto resulta adecuado y creíble, humana y teológicamente hablando.

Entre los componentes de la Curia Romana, habrá quienes estarán estado en desacuerdo, pero ni antes, y menos ahora, se puede sostener que el ministerio del Papa debe ser vitalicio. Lo afirmaba el mismo Papa cuando como teólogo escribía: “Para la teología católica es imposible considerar la configuración del primado en los siglos XIX y XX como la única posible, necesaria para todos los cristianos”.

En este sentido, para diseñar un futuro más evangélico y moderno de este ministerio, sirve exponer las razones que debieran perfeccionarlo en lo sucesivo. Se trata simplemente de un derecho, el derecho del Papa a jubilarse, como acontece en todo ser humano.

El Papa es un ser humano

El Papa es un ser humano y, como tal, está sujeto a las limitaciones que le impone, sea por debilidad, enfermedad, envejecimiento, etc. La edad suele marcar en todas partes un límite, más allá del cual se considera que para una persona es justo y aconsejable verse liberada de determinadas responsabilidades públicas. Tal liberación se acrecienta ante las responsabilidades de la Iglesia católica, que se extienden a la tierra entera y alcanza a mil millones de miembros.

Los obispos se jubilan a los 75 años

La tendencia actual en la Iglesia, establecida por Pablo VI, es la de jubilar a los obispos a los 75 años, aunque estén en buenas condiciones, como le ocurría al cardenal Tarancón. El Papa es el primero de todos los obispos, pero es también obispo.

El carácter vitalicio del ministerio papal no es ningún dogma

De acuerdo con las leyes de la evolución histórica, hay normas y costumbres del pasado que no conviene mantener en el presente. El carácter vitalicio del ministerio del Papa no se apoya en ningún principio dogmático y contradice la vida democrática, propia de la mentalidad moderna y muy concorde con el mensaje evangélico.

La soberanía democrática es del pueblo de Dios.

Muchos tratan de cuidarse en salud, afirmando que la Iglesia no es una democracia. Se puede admitir, pero replicando que, en cuanto a la estructura y principios que la deben informar, la Iglesia es más que una democracia. Los principios de Jesús: “Sois todos hermanos”, “el que quiera ser superior que se haga inferior” , “los últimos serán los primeros”, etc. marcan un nivel de igualdad y fraternidad que aseguran relaciones más que democráticas .

En el parecer del teólogo José Mª Díez Alegría, “Los cristianos pedirían un Papa capaz de desmontar el monarquismo absolutista con que está funcionando el papado y que, sin negar el primado, lo hiciera compatible con la colegialidad, la subsidariedad”. Es éste el principio invocado por el Vaticano II: las cosas comunes se resuelven mejor entre todos que no por uno, en este caso por todos los obispos y no sólo por el obispo de Roma.

En Carta personal a Juan Pablo II, el obispo Casaldáliga le comenta que ciertas estructuras de la Curia no responden al testimonio de una simplicidad evangélica y de comunión fraterna, son centralizadoras e impositivas y no respetan una corresponsabilidad adulta ni, a veces, los derechos de la persona o de los pueblos diferentes: ”La curia romana reclama a gritos una profunda renovación. Me atrevería a calcular que un 70 % de lo que se adjudica la Curia romana podría resolverse mejor en las iglesias particulares y en las conferencias episcopales”.

El Papa solo no es la Iglesia, ni él solo es todo el colegio episcopal. Lo confirmaba también el cardenal Carlo María Martini: “Determinados puntos de la Iglesia necesitan para su solución de un instrumento colegial universal y autorizado”. El Papa es para la Iglesia, no la Iglesia para el papa. El Papa tiene un ministerio (servicio) que le confiere la misma Iglesia, no como una dignidad, prebenda, poder o premio sino como una misión que debe ejercer en función del bien y del buen gobierno de la misma. La magnitud y variedad de la Iglesia, sus situaciones históricas y socioculturales, políticas y religiosas tan distintas, exigen cercanas y especiales condiciones que no

Con razón, pues, Benedicto XVI ha reiterado que ha renunciado por el bien de la Iglesia. Su renuncia debiera promover el compromiso de una mayor democratización y corresponsabilidad eclesial a todos los niveles: continentales, regionales, diocesanos, parroquiales, etc.

La hegemonía clerical, favorecida por el poder del Papa acumulado en la historia, sobre todo a partir de la reforma gregoriana, no tiene fundamento en el Evangelio y se deslegitima a la luz del sacerdocio de Jesús, fundante de todo otro sacerdocio en la Iglesia.

La soberanía de la Iglesia la tiene el pueblo de Dios quien, en última instancia, la recibe de Dios, quedando en manos del pueblo –en su protagonismo, participación y corresponsabilidad- delegarla en aquellos miembros de la comunidad –local, parroquial, diocesana, etc.- que más idoneidad revistan.

La jerarquía eclesiástica, en cualquiera de sus niveles, es nada sin la comunidad. Jamás la autoridad en la Iglesia puede entenderse y erigirse como una realidad que tiene consistencia en sí y por sí. Tal concepción ha llevado a una hipertrofia de la cabeza y a una atrofia de los demás miembros del cuerpo eclesial. Tal desorden quedaría corregido y eliminado si conociéramos bien la naturaleza del sacerdocio de Jesús, norma y modelo de todo sacerdocio en la Iglesia.

El sacerdocio de Jesús, fuente del sacerdocio cristiano

Estoy convencido de que el sacerdocio de Jesús, comunicado a la Iglesia entera, es clave para poder entender la renuncia del Papa e impulsar una reorientación del mismo en la comunidad cristiana.

Como muy bien dice el Vaticano II: “Todos los bautizados, por la unción y generación del Espíritu Santo, son consagrados como cosa espiritual y sacerdocio santo” (LG. 10).

La Iglesia entera participa del sacerdocio de Jesús. Explicar esto es decisivo para evitar concepciones del sacerdocio que no responden a la novedad del sacerdocio de Jesús: “En Cristo se ha producido un cambio de sacerdocio” (Hb 7,12).

Este cambio comienza por saber que los discípulos de Jesús no lo tenían a él como sacerdote al estilo de entonces, seguramente porque seguramente vieron cómo se enfrentaba con los sacerdotes judíos y el templo.

Por su sacerdocio, Jesús “se hace semejante a sus hermanos”, de modo que se identifica con el pueblo, sin avergonzarse de llamarlos hermanos. Para ejercer su sacerdocio no necesita retirarse al ámbito de lo sagrado, de los ritos, sino que lo vive a través del sufrimiento y del amor llevado al extremo. Desde ese ejercicio, oye y hace suyo el clamor del pueblo y tiene experiencia de lo débil, de lo pobre y de lo excluido. Ejercicio que lo lleva a comprometerse con los más débiles y maltratados y a terminar clavado oprobiosamente en la cruz.

La vida de Jesús fue una vida sacerdotal en el sentido de que se hizo hombre, fue un pobre, luchó por la justicia, fustigó los vicios del poder, se identificó con los más oprimidos, los defendió, entró en conflicto con los que tenían otra imagen de Dios y de la religión y tuvo que aceptar por su fidelidad la persecución y el morir fuera de la ciudad , echado fuera de ella como a un estercolero. Los poderes establecidos, en este caso poderes de la muerte, lo matan ( y matarán a todos aquellos que se identifiquen con los marginados y oprimidos): “Por eso, él asumió la misma carne y sangre que los suyos, para con su muerte aniquilar al señor de la muerte y liberar a todos los que pasaban la vida entera como esclavos” (Hb 2, 14-15)

Este sacerdocio sólo lo conocemos en Jesús y es el que hay que proseguir en la historia y, así, la Iglesia entera , pueblo de Dios, prosigue y ejerce el sacerdocio de Cristo , sin perder la laicidad, en el ámbito de lo profano y de lo inmundo, de los “echados fuera”. No se trata de renegar de un sacerdocio que atiende como se debe al culto y celebraciones litúrgicas sino de ver que transcurre centrado en el mundo real: “Entre quienes viven en un mundo de miseria y opresión, ese modo es el que se ofrece al servicio sacerdotal” (Jon Sobrino).

Este sacerdocio, llamado común (de todos) pertenece al plano sustantivo, mientras que el presbiteral es un ministerio (servicio) y no puede entenderse desentendido del común. El sacerdocio común pertenece y acompaña al presbiteral, procede de él por delegación (de la comunidad sacerdotal) y, en consecuencia, está subordinado al común.

Queda así muy superada la figura del “sacerdote” que se ciñe casi exclusivamente al altar y a la administración de los sacramentos. El menester primero ( Cf. Presbiterorum Ordinis) del presbítero es el ministerio de la palabra , realizado de muchas formas y las más de las veces fuera del templo.

Conviene saber que este ministerio presbiteral, tal como se entendía en el primer milenio, tiene pleno sentido, pero con referencia y en dependencia de la comunidad.

Acaso lo más importante y significativo de la renuncia del Papa está por venir. Su gesto debiera ser un impulso para volver a tomar en serio en la Iglesia el sacerdocio de Jesús y aplicarlo con todas su consecuencias.

Es entonces cuando podemos entender palabras como las de los obispos Cipriano y León Magno: “No se debe ordenar obispo a nadie contra el deseo de los cristianos, y sin haberles consultado expresamente al respecto” , “El que ha de presidir a todos, que sea elegido por todos”, porque “al que es conocido y aprobado se le reclama con paz, mientras que al desconocido, es menester imponerlo por la fuerzas y será constantemente materia de discusión”.

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Llénense las palabras con un contenido concreto (II)

22 sábado Sep 2012

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Política

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actualización del modelo económico, anticapitalismo, autonomía, burocracia, capitalismo, censura, crítica, debate, democracia, democracia socialista, derecha, derechos ciudadanos, diálogo, Enrique Ubieta, filosofía, iglesia católica, información, Isbel Díaz Torres, izquierda, manipulación, marxismo, Papa, periodismo, reformas, Rogelio M. Díaz Moreno, verticalidad


Por Rogelio M. Díaz Moreno

En la página web de un centro hospitalario cubano se divulgaba recientemente un material informativo, en el que se presentaba el mecanismo denominado Control Interno como un instrumento de gestión que maximiza la iniciativa de los colectivos obreros. La persona que deseaba profundizar en el tema, encontraba enseguida cuáles eran los métodos que podían seguir los obreros para maximizar su iniciativa, según el citado documento, a saber: Realizar lo correspondiente al contenido de trabajo de su contrato y mantener una conducta integral y positiva. La manera de ejercer esta responsabilidad que se le ofrece al trabajador consiste, en breve, en cumplir con el trabajo asignado y rendir cuentas fidedignamente.

Leyendo el tal texto, me vinieron a la mente las muchas ocasiones en que numerosos dirigentes juveniles han proclamado que la Revolución le ha dado a los jóvenes cubanos los derechos y privilegios más apetecibles, díganse, los de sacrificarse toda la vida, trabajar y luchar abnegadamente en pos de ciertos ideales que estos dirigentes conocen muy bien.

Obviamente, deben existir criterios divergentes en cuanto a cómo podrían mejor los obreros ejercer la iniciativa, y cómo preferirían los jóvenes balancear aquellos derechos con otros, digamos, más pedestres.

A raíz del nuevo dardo que nos ha disparado el compañero Enrique Ubieta, yo me volvía a convencer de que, para extraer algo útil de un debate, es necesario que protagonistas y espectadores aprecien significados establecidos y compartidos en los conceptos que se usan por cada parte. Que de poco vale que cada cual se desgaste afirmando que tiene la democracia, la libertad, la vida, el camino y la luz, si no se parte de una tradición y una cultura que llene semánticamente cada vocablo, y además se indica claramente por los adversarios que se está abrazando una u otra alternativa.

En esta entrega voy a argumentar la importancia que considero que se le debe prestar a este aspecto.

De entre los mantras que repite Ubieta, obsesivamente, voy a empezar por los de la soberanía y la independencia. Aquel asume que como el gobierno actual garantiza, para Cuba, estas cualidades, ya se ofrecen las máximas garantías alcanzables para un sistema de justicia y felicidad para sus habitantes, por lo que oponerse al tal gobierno sería una actitud muy fea.

La soberanía, sin dudas, es un don invaluable. Le permite a las poblaciones de cada nación resolver sus asuntos internos sin interferencias de vecinos codiciosos, y aceptar el acercamiento de estos últimos solo bajo condiciones de mutuo acuerdo y beneficio que no comprometen sino, por el contrario, refuerzan las soberanías mutuas. Ahora vamos a contemplar que, de todas maneras, aparecerán debilidades si se mantiene el supuesto de Ubieta en una formulación demasiado simple.

¿Alguien se acuerda del gobierno de los Khmer Rojo, en Cambodia? Un gobierno bastante soberano, hasta donde conocemos. Sin ninguna interferencia externa, cometió en los años ’70 un genocidio espantoso contra todo aquello que oliera a civilización occidental, masacrando millones de personas. A tal extremo llegó, que cuando el ejército de la República socialista de Vietnam entró en el país y ocupó la capital, derrocando al tal gobierno, desde ninguno de los bandos de la entonces Guerra Fría se escucharon demasiados lamentos. En Europa, el dictador español Franco, luego de la derrota de sus aliados fascistas, sobrevivió varias décadas por sí solo, sin que la autonomía le sirviera de consuelo a las víctimas de su régimen. Se pueden encontrar otros ejemplos de gobiernos que han cometido, soberanamente, grandes monstruosidades. Vemos entonces, en primer lugar, que la soberanía es un requisito necesario, pero no suficiente.

En segundo lugar, cabe cuestionarse en qué se basan la soberanía y la independencia de que pregona Ubieta. Cuando se derrumba la Unión Soviética, se apreciaron en nuestro terruño de la peor manera posible, las consecuencias de ser dependientes de sujetos externos, de una manera tan conocida que no vale la pena ahondar en ello. En estos momentos, dado que de los convenios con un país Venezuela dependen la mayor parte de los ingresos económicos de nuestro país y la entrada segura y estable de combustible en condiciones tolerables para nuestra maltratada economía, cabe preguntarse dónde está la independencia. Podrían añadirse a estas preocupaciones, hechos como el peso de las remesas entre las fuentes de divisas de Cuba; que los capitalistas industriales de Brasil están manejando el establecimiento de nuestro próximo mayor puerto comercial y zona franca económica en el municipio del Mariel, y sus monopolios agrícolas cubren las tierras que fueron cañaverales nuestros, con sus haciendas para el monocultivo de soya (¡malvada transgénica!, añadiría mi hermano Isbel); que, una vez más, los Estados Unidos son el mayor abastecedor de alimentos para el mercado cubano, y eso con bloqueo y todo; y otros matices que ensombrecen un poco los supuestos rampantes de Ubieta de soberanía e independencia.

Ubieta repite tantas veces que debe creérselo, que el gobierno que defiende es genuinamente socialista y, en él, hay democracia y hay libertad, y que esto solo se puede lograr gracias al severo veto sobre toda otra posibilidad de manifestación de posturas diferentes. De acuerdo con esa idea, todas esas posturas no son sino desvíos malignos para perdernos y que se deben combatir severamente. Sin embargo, cuando desde posiciones con origen en el Vaticano se deja entrever que estamos caducos y perdidos en el llano, Ubieta mira hacia otro lado. Cuando se manda a despedir más de un millón de trabajadores, no lo vemos buscando soluciones para los despedidos. Cuando se promueve la contratación privada de trabajo asalariado, no propone medidas a favor de los que se convertirán en la nueva clase explotada. Cuando se le pasa la mocha a los presupuestos sociales, no promueve alternativas para compartir y suavizar el trancazo. El problema que me atosiga se destaca así con mayor intensidad: cómo definir con claridad qué son entonces la libertad y el socialismo, qué cree Ubieta que es la democracia, qué papel juega la ciudadanía, cuál es el rol de la política, de la soberanía, de la independencia, de la libertad y la igualdad de las que tanto se afana.

A Ubieta le sorprende encontrar en el espacio del Observatorio Crítico posiciones que asigna a la derecha contrarrevolucionaria, alrededor de estos conceptos de libertad y democracia. Sería conveniente recordar que el gobierno cubano firmó un pacto mundial bastante famoso allá afuera el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. En el 2008, se aceptó por parte de nuestras autoridades que los ciudadanos poseen determinados derechos, inalienables, que integran y refuerzan los conceptos de libertad y democracia. Hay quien diría que se demoraron bastante pues ya Fidel Castro, desde antes de ser enjuiciado en 1953 y pronunciar el alegato La Historia me absolverá, había reivindicado el derecho de los patriotas a recuperar las libertades arrebatadas al pueblo cubano por el dictador Fulgencio Batista con su golpe de Estado, el año anterior. Sin embargo, a estas alturas aún no se ha ratificado internamente, aquello que se proclamó en ocasión de refrendar en Ginebra el dichoso pacto: que había sido la Revolución la que permitió al pueblo cubano disfrutar los derechos de libre expresión, asociación, movimiento y otros recogidos en sus artículos; que en la Constitución del país están recogidos estos principios y que las políticas y programas del Estado son los garantes de su ejercicio y protección.

Si esta es la posición genuina del gobierno cubano, sería en verdad un hito de progreso y ejemplo de todo lo que el socialismo puede lograr, y que el capitalismo solo puede fingir. Pero resulta que levantar esas banderas termina por convertirse, merced a los malabares verbales de la burocracia autoritarista tan cara a Ubieta, un acto contrarrevolucionario y anticubano. ¡Contrarrevolucionario, reclamar aquello por lo que se condujo la lucha revolucionaria! ¡Anticubano, defender que en la patria cristalicen los ideales de Martí y de los mártires del Moncada que lo recogieron como autor intelectual! En verdad es como para confundir a cualquiera. ¿Cómo y cuándo permitió el gobierno cubano que estos ideales se convirtieran, según sus exegetas, en el discurso de los otros, de los malos, de la derecha contrarrevolucionaria?

Pues nada, todavía hay que, antes de seguir con la discusión, definir qué entendemos por libertad, por igualdad, a ver si encontramos en esta discusión con Ubieta algún otro sentido aparte del berrinche agresivo de un ser irracional y verborreico.

A mí me complace sobremanera el concepto martiano de que la libertad es el derecho que todos tenemos a ser honrados, y a pensar y hablar sin hipocresía. Mientras más contemplo esa definición, más completa y hermosa la encuentro. Para tener la persona el derecho a ser honrada, es preciso que ninguna fuerza externa amenace sus capacidades de construirse una vida decorosa con su esfuerzo legítimo. La libertad le permite vivir, trabajar, expresarse según su conciencia, sin temor a censores ni a disgustos con dirigentes afectos a las mieles del poder, que le serrucharán el piso si lo perciben como amenaza. La libertad le permite alabar aquello que encuentra digno sin que se sospeche adulación interesada, así como trabajar para rectificar aquello defectuoso con la crítica como un instrumento más de rectificación sin que se le recriminen dobleces. ¿Cómo, entonces, es la mejor manera de medir, de saber si hay libertad? Una manera insuperable fue lanzada por una revolucionaria y comunista que dio su vida por el socialismo, Rosa Luxemburgo: hay libertad cuando hay libertad para el que piensa diferente, para el que disiente, para el adversario. Esto lo podríamos fundir: hay libertad, cuando el que disiente de la posición que tiene el poder grande o chiquito tiene los mismos derechos que el oficialista, es respetado en la misma medida, se le trata con igual justicia, lo que le permite ser igualmente honrado.

Ubieta dice encontrar, en el espacio del Observatorio Crítico, posiciones que asigna a la derecha contrarrevolucionaria alrededor de estos conceptos de libertad y democracia. Estos pasajes demuestran, según él, que el Observatorio es un nido del oportunismo y de la reacción derechista camuflageada de falsa izquierda. Le parece comparable nuestra posición con las que debilitaron y precipitaron invasiones militares estadounidenses en otras partes del mundo, como fuera Granada. Para nosotros, la posición de Ubieta es simplemente idéntica a la de los incondicionales estalinistas que infligieron al socialismo las dos peores traiciones de la historia cuando, por una parte, lo sentenciaron a una lenta pero inevitable derrota por la alienación entre el pueblo y el gobierno en la Unión Soviética y, por otra, provocaron en el resto del mundo la asociación ideológica tan grata al imperialismo de los proyectos socialistas con sus deformaciones del llamado socialismo real. Pues otra persona podría irritarse si encuentra que el gobierno revolucionario no ha satisfecho y luego sobrepasado estos aspectos de libertad y democracia que llaman tanto la atención, de una manera tan absoluta que haya dejado atrás por varios años luz a los más adelantados delirios de las corrientes liberales o socialdemócratas, las que habrían perdido entonces todo sentido y posibilidad de hacerse notar.

Si en nuestras páginas aparecen ciertos nombres y eventos que Ubieta quisiera sepultar, se debe a la vergonzosa circunstancia de que no fueron rebasados, como hubiera debido ser. Sin que esto quiera decir que compartimos programas u otros objetivos, puede que reconozcamos en ciertos contextos particulares que no es éticamente correcto tergiversar que existen, por la razón anterior y por la no menos irrebatible razón de que forman parte de este país, al igual que cualquier otra.

Del siguiente concepto estaremos tratando, sin habernos despegado del anterior. La igualdad de todos los ciudadanos, el valor idéntico de cada uno ante la ley, establecen la imposibilidad de discriminaciones sin causa legal por medio. Si no existe quebrantamiento de la legalidad, ¿cómo puede justificarse que ciertos discursos puedan campear y otros deban ser reprimidos? Cuando la situación sea distinta, cuando haya ruptura de la legalidad, ya la cosa cambia; pero para ello existen los mecanismos del sistema de justicia que no se deben pretender remedar o rectificar con maniobras para-estatales. Reconocer la igualdad de todas las personas y sus ideas, mientras no hayan sido demostradas culpables de otras cuestiones, implica el respeto a su libertad. El respeto a su libertad, implica reconocer su igualdad y, por tanto, la pertinencia de sus criterios en el espacio público.

Y la libertad e igualdad, qué duda cabe, son condicionantes imprescindibles de la democracia socialista. No puede haber igualdad entre el 1% que es dueño de las finanzas del mundo, y las poblaciones que sufren los peores azotes de las crisis económicas y, dado que la libertad de estas últimas es muy cuestionable, no es difícil contemplar la imposibilidad de la democracia en las sociedades donde prima el sistema capitalista de explotación. De tales circunstancias evidentes extraemos la necesidad de nuestra posición de izquierda anticapitalista. Ahora, para construir una alternativa mejor, la que anhelamos y por la que trabajamos, nos parece igualmente disparatado asignarle a los trabajadores, como derechos últimos, las iniciativas de autodisciplinarse y autoreportarse para que los regañen cuando se portan mal; o pretender convertir a ciudadanos en soldados incondicionales porque una República, como también dijo Martí, no se dirige como un campamento. De ahí que la libertad para participar en la construcción de un proyecto común que haga florecer otros derechos y libertades; la igualdad de todas las voces en el ágora, y democracia socialista a la hora de administrar todo el jelengue, consten entre nuestros más caros principios como movimiento de izquierda.

Con estas boberías mías que escribo como parte del debate, espero haber plantado una semilla de inquietud en cualquiera que tropiece, en lo adelante, con escritos donde se invoquen estos conceptos tan importantes, y que no deben ser tratados a la ligera.

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Llénense las palabras con un contenido concreto (I)

16 domingo Sep 2012

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Política

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actualización del modelo económico, anticapitalismo, autonomía, burocracia, capitalismo, censura, crítica, debate, democracia, democracia socialista, derecha, derechos ciudadanos, diálogo, Enrique Ubieta, filosofía, iglesia católica, información, izquierda, manipulación, marxismo, Papa, periodismo, reformas, Rogelio M. Díaz Moreno, verticalidad


Por Rogelio M. Diaz Moreno

Yo tengo la democracia, háganme caso. No, aquel es un farsante, yo tengo la democracia, síganme a mí. Mientras el estéril peloteo prosigue, la mayoría de las personas encuentran que lo más ‘útil que pueden hacer es concentrarse en sus propios asuntos y enajenarse del intercambio retórico.

El periodista y bloguero Enrique Ubieta nos ha regalado con otra de sus filípicas, con las que pretende establecer que ciertas libertades, derechos y criterios solo se defienden felizmente desde el punto de vista que estamos acostumbrados a verlo defender. Según él, puede demostrarse que todas las otras voces que entran a la discusión y portan una posición que disiente de la suya, no son sino componentes de la alevosa conspiración del imperialismo mundial para derrocar el proyecto revolucionario que habría sido construido en Cuba por las fuerzas victoriosas el 1ro de enero de 1959.

La lectura del material La añorada contaminación de la crítica revolucionaria. Algunas reflexiones me despierta agudas discrepancias, un par de coincidencias muy curiosas, podrá apreciarse y me confirma una personal preocupación. Cuando uno las conversaciones callejeras en las que participo o escucho, con el diluvio de escritos, manifiestos, declaraciones, que cruzan los espacios mediáticos físicos o virtuales de nuestro entorno, llego a la conclusión de que se ha producido un proceso de dilución y vaciamiento de contenidos de un buen número de conceptos o términos generalmente asociados a la vida política de las sociedades modernas, llámense democracia, izquierda, liberalismo, etcétera. Esta opinión se me refuerza con el texto de Ubieta. Me he sentido impelido, entonces, a divagar alrededor de algunos puntos del susodicho material, tanto en defensa de algunas voces de las que él critica, como para resaltar la importancia de revertir este último proceso al que hago referencia.

Yo no voy a discutir el hecho recalco, es sencillo comprobar que es un hecho de que las administraciones gubernamentales estadounidenses han trabajado eventualmente para establecer, reforzar o recuperar la preponderancia sobre los asuntos propios de nuestro país. Esto ha sido así históricamente, en primer lugar por los beneficios económicos que la explotación de sus recursos le ofrecen a sus inversionistas y, en segundo lugar, para mostrar al resto del mundo cómo se castiga a las ovejitas que se escapan del redil. Esta es una de las pocas ideas claras que se pueden extraer del texto que se pueden argumentar con facilidad, como tampoco se puede negar que los métodos actuales de intervención del gobierno estadounidense apuntan más hacia la infiltración ideológica blanda que hacia las acciones de fuerza directa de antaño. En los documentos públicos que reflejan las directrices de aquel gobierno hacia nuestra isla, constan las sumas asignadas para apoyar voces que propaguen mensajes debilitadores de este otro gobierno del lado de acá. A partir de este punto, casi todo lo que me queda por elucubrar parte del asombro y la repulsa hacia la manipulación que efectúa nuestro reflexionador actual, respecto al movimiento de pensamiento y debate que está intentando abrirse paso y ofrecer algún aporte para los importantes momentos actuales de nuestro país.

Ubieta regresa, una vez más, sobre su característica posición de negar toda posibilidad de posicionamiento revolucionario y crítico sincero, fuera de los estrechos márgenes del apoyo incondicional al gobierno. La única postura crítica revolucionaria admisible para él, es aquella que se levante dentro del campamento dirigido por la dirección histórica. Quien pretenda enarbolar convicciones revolucionarias y socialistas desde cualquier otro espacio, sería un pelele, alguien que se alió con la derecha y le hace el juego al imperialismo.

Cualquiera puede afirmar lo que desee sobre las libertades de criterio y expresión social y cultural dentro del campo oficial por llamarlo de alguna manera que no tiene que considerarse ofensiva a priori, puede haber muchas circunstancias en que el oficialismo sea una postura honesta. No obstante, los que hemos permanecido al tanto del debate público en estos lares hemos podido apreciar realidades muy diferentes. Pregúntele, quien no esté está seguro, a Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso y al resto del colectivo de la desaparecida revista Pensamiento Crítico; al colectivo del igualmente disuelto Centro de Estudios de América, y a tantos y tantos profesionales y revolucionarios que expresaran sus preocupaciones por los errores practicados en las políticas educacionales, económicas, de la agricultura y la industria azucarera, que fueran obligados a callar so pena de sanciones laborales y sociales.

Recientemente, un intelectual del calibre de Esteban Morales tuvo que dar una intensa batalla para reivindicar sus derechos intelectuales más básicos. Otros compañeros, menos célebres y con menor impacto que el elocuente orador de numerosas Mesas Redondas, no han tenido tanta suerte y han sufrido las consecuencias de sacar la patica del armario. Estos han recibido presiones, amenazas, ocasionalmente concretadas, de expulsión de centros universitarios o de trabajo; atemperamiento forzado o cierre fulminante de las bitácoras personales o blogs en Internet; y la difamación de sus personas en público por declaraciones festinadas de exagentes de la seguridad. En este ultimo caso se volvió a demostrar ciertas ventajas para un grupo de personas famosas con un prestigio muy bien ganado, ciertamente que recibieron un desagravio, insuficiente pero al menos expresado; a diferencia de lo dedicado a otras personas menos conocidas e igualmente insultadas. Con estos antecedentes, no sé cómo pueda sostenerse la pretensión de la libertad de expresión y crítica dentro del campo oficialista.

La penalización de cada intento de ponderación objetiva desde dentro del sistema no es mías que otra arista del fenómeno que Ubieta describe cuando plantea, literalmente, que la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos. Nuestra última coincidencia con el autor parte de esta tesis, si bien especifico en mi criterio que la que está paralizada, en teoría y práctica, no es toda la izquierda revolucionaria, sino son apenas aquellos sectores plegados al yugo de la incondicionalidad y obediencia servil con las estructuras monopólicas con las que el aparato estatal sofoca toda la vitalidad de la sociedad. En condiciones de asalariados del pensamiento oficial, sometidos a su estricto control de premios y castigos según se elogie o cuestione a un patrón nada sutil, poco podrán hacer estos sectores para trascender sus limitaciones. De aquí que, de acuerdo con otras opiniones con la que hemos comprometido nuestras vidas, los espacios más prometedores para los ideales revolucionarios, de izquierda, socialistas, los reinventan aquellos que comparten empeños con las mayores dosis de autonomía, los que piensan y actúan con la mayor independencia respecto del aparato burocrático estatal.

La independencia de estos últimos grupos es la que les permite observar y denunciar sin tapujos el avance de los elementos liberales y capitalistas que se introducen, en los mecanismos de la sociedad cubana contemporánea, de manos de los adalides de las reformas que adelanta el gobierno. No hace falta siquiera hurgar en secretos escondidos para encontrar motivos de preocupación en este sentido, puesto que se divulgan y defienden abiertamente por los periodistas y voceros oficiales a medida que se instauran las sucesivas actualizaciones en las distintas esferas de la economía y la sociedad. De tal forma, por una parte se exhiben a la vista publica el favorecimiento a la pequeña y mediana empresa capitalista, explotadora de mano de obra asalariada con derechos poco definidos e irrisoriamente camuflageada bajo el eufemismo de trabajo por cuenta propia; por otra parte, se despliegan todas las medidas concebibles para atraer capitalistas extranjeros brasileños, canadienses, chinos, rusos para que inviertan en marinas, zonas francas, consorcios de maquilas industriales o agrícolas y otros.

Se puede argumentar plausiblemente la necesidad desesperada que tiene la nación de aplicar medidas como estas, para reactivar la economía y de crear fuentes masivas de empleo. En todo caso, no se pueden ignorar festinadamente las contrapartidas porque, dicho de una manera obviamente elemental, las personas piensan, mayormente, como viven. También se puede argumentar la necesidad de utilizar más racionalmente los presupuestos destinados a fines sociales como salud, educación, subsidios y prestaciones sociales, etc., pero para ello se usan de nuevo, a plena luz del día el mismo lenguaje y dinámicas idénticas a las que se le reprochan al español Mariano Rajoy, los neocon estadounidenses y otros de su género. De tal suerte, se acumula una presión brutal sobre las personas que las empuja inexorablemente hacia la dirección de concentrarse en resolver sus problemas y vidas en proyectos individualistas, al son característico de las sociedades donde predominan los modos más desfachatados de la explotación del hombre por el hombre. Y para coronar todo esto, el aparato estatal ejecuta el acercamiento más carnal de que es capaz con las instituciones de la Iglesia Católica, pero no hacia aquellas ramas progresistas de la teoría de la liberación o de educación y organización popular, sino con aquellas estructuras del más rancio conservadurismo vaticano. A estas últimas fuerzas se les permite proclamar abiertamente la supuesta caducidad del marxismo y defender, a través de sus publicaciones y su discurso, la necesidad de implementación de los mecanismos liberales tradicionales; para no hablar de la ofensiva contra los derechos sexuales y reproductivos de las personas, entre otros que habían ganado terreno hasta hace poco. Esto no constituye, por mi parte, un llamado a que se bloqueen ahora determinados canales de expresión espiritual o de pensamiento. Lo que sí quiero es manifestar mi rechazo a la doble moral del aparato farisaico que, por mucho menos que lo anterior, condena a otras personas con cualesquiera epítetos consideren lo bastante peyorativos. Con defensores como estos, la revolución y el socialismo no van a necesitar enterradores.

Las medidas que impliquen retrocesos en ideales sociales, y cuya necesidad puede surgir de una necesidad perentoria, pueden encararse sin embargo de una manera más constructiva y genuinamente socialista. Para ello se requeriría entonces dejar de lado el júbilo carnavalesco y el carácter vertical y totalitarista de gobierno, e involucrar a la clase trabajadora en su formulación, gestión y el manejo de las consecuencias socioeconómicas e ideológicas que inevitablemente traen. ¿Quiere Ubieta que la izquierda oficialista supere el marasmo y estancamiento en que la sitúa? Que se aplique creativamente a trabajar sobre estos apremiantes conflictos.

Ubieta machaca y remachaca que todo aquel pensamiento que se desvíe del caucecito estrecho de su entendimiento no podrá enarbolar con legitimidad ciertos estandartes sobre los que pretende el monopolio. No obstante, ala hora de definir cuál es la izquierda verdaderamente revolucionaria, cuál es el ideal de sociedad al que se aspira, qué papel se le da a la democracia en ella, no bastará con empinar símbolos heráldicos pintados en un paño o invocados en un discurso. Se requerirá, eso sí, despejar todas las dudas acerca de cómo se conciben cada uno de esos conceptos; demostrar con transparencia cuál es la clase social con la que uno se funde, se integra y a la que se pretende empoderar, en la igualdad más auténtica de las posibilidades de todos sus integrantes, para trabajar en pos de ideales colectivos. Creo que hasta aquí tenemos bastante muela para la primera parte de este post, así que voy a continuar en la próxima aventura.

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Comunicado del Consejo de Laicos de la Arquidiócesis La Habana

10 domingo Jun 2012

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autoritarismo, Benedicto XVI, Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de La Habana, debate, democracia, derechos humanos, diálogo, EE.UU., Espacio Laical, Iglesia, imperialismo, Jaime Ortega, Juan Pablo II, Papa


El Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de La Habana, entidad que agrupa a todos los movimientos y organizaciones laicales de la diócesis, reunido en sesión extraordinaria el sábado 9 de junio de 2012, en su sede de la Casa Laical Padre Julio Morales Gómez, ante los ataques que en los últimos meses, de modo peyorativo y continuo, se han dirigido a la persona de nuestro arzobispo, cardenal Jaime Ortega Alamino, quiere:

* dejar constancia del dolor que nos causan tales ataques, en razón de nuestro profundo cariño por el cardenal Ortega y nuestro amor por la Iglesia, a la que también se dirigen esas ofensas;

* expresar nuestro aprecio por los pronunciamientos de personas de diferentes credos e ideologías, que han manifestado de variadas formas su defensa a la persona de nuestro cardenal.

Hace dos años, cuando el gobierno cubano solicitó a la Iglesia católica la gestión mediadora con relación a los presos de conciencia encarcelados desde marzo de 2003, el arzobispo de La Habana convocó una reunión del Consejo de Laicos para explicar las características de las relaciones Iglesia-Estado, que en ese momento adquirían nuevos rasgos. En aquella reunión se percibieron de manera clara las motivaciones de amor a la Iglesia y a Cuba que inspiraban esta actuación eclesial. En todos los momentos posteriores a aquella reunión de junio de 2010, y hasta el presente, la participación del cardenal en este diálogo ha traslucido de modo evidente su amor a la Patria y a la Iglesia.

Asimismo observamos que los empeños del cardenal Ortega siempre se han encaminado a procurar el progreso de las libertades individuales, sociales y religiosas en Cuba, así como a promover los valores espirituales y morales de la nación. Esto sólo podrá lograrse eficazmente mediante el diálogo, la concertación y el consenso, y nunca mediante el antagonismo tanto dentro como fuera de la Iglesia.

El cardenal ha sido voz, no sólo en este último tiempo, sino durante los 33 años de su episcopado, de muchos que han acudido a él en busca de ayuda y comprensión. Personas y familias de diferentes formas de pensar agradecen el quehacer solícito de nuestro arzobispo. En estos 33 años de lúcido magisterio, prácticamente todo ámbito y acontecimiento de la vida nacional ha sido objeto de su enseñanza esmerada, crítica, certera, y siempre paternal.

Finalmente, el Consejo quiere expresarle a nuestro arzobispo su profunda gratitud a nombre de esta Iglesia diocesana que él recibió encerrada en los templos y prácticamente ausente de la vida de la sociedad, y que tiene hoy una presencia y una voz reconocida y apreciada en todos los ámbitos del quehacer habanero.

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El compromiso con la verdad

03 domingo Jun 2012

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Denuncia, Política, Solidaridad

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autoritarismo, Benedicto XVI, debate, democracia, derechos humanos, diálogo, EE.UU., Espacio Laical, Iglesia, imperialismo, Jaime Ortega, Juan Pablo II, Papa


Dada la importancia de estar informadxs en la polémica que se ha desatado, OC publica este texto de la revista católica Espacio Laical, que corresponde al Editorial de su número 2-2012.

Desde hace más de 30 años la Iglesia Católica en Cuba ha venido cincelando una propuesta de diálogo entre todos los cubanos, como metodología imprescindible para avanzar hacia una mayor concordia nacional. En estas tres décadas la Iglesia ha pensado esta propuesta desde las condiciones cambiantes del país. Así lo atestiguan la celebración de la Reflexión Eclesial Cubana, la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, la Carta Pastoral El amor todo lo espera, los cientos de pronunciamientos de los Obispos cubanos, la labor desplegada por el laicado desde varias publicaciones eclesiales, el magisterio de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en nuestra Patria, las muchas iniciativas de discernimiento compartido que han abarcado a toda la geografía nacional, y el reciente diálogo de la jerarquía de la Iglesia con el Gobierno cubano. Es posible afirmar que en los escenarios cubanos no ha existido otro actor social que se haya comprometido de forma tan radical en la construcción de una alternativa global de cambios positivos para Cuba.

Una personalidad clave en este camino, siempre crispado y zigzagueante, ha sido el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana. Teniendo claro que se trata de un camino largo, y haciendo gala de la paciencia y la moderación que le son habituales, el Cardenal se ha consagrado a la construcción de una hoja de ruta que prefigura un camino de cambio gradual, pacífico, inclusivo, sin traumas para el país. Él ha sido el artífice de la reconstrucción de las estructuras pastorales y de los mecanismos de diálogo social y político en la Arquidiócesis de La Habana. Las revistas y estructuras pastorales le han permitido al Arzobispo desplegar una agenda de diálogo amplia, en constante interacción con muchos ciudadanos, intelectuales, académicos, grupos de la sociedad civil, otras denominaciones religiosas, miembros del Gobierno cubano y del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, la Santa Sede, gobiernos de otros países, la Iglesia que peregrina en Cuba y en otras partes del mundo, así como con actores sociales y políticos cubanos situados en el exilio de Miami y en otras regiones del mundo. Todo ello lo ha llevado a conseguir una posición de liderazgo que ha desbordado lo estrictamente pastoral para convertirse en una propuesta de transformación ordenada y gradual del orden nacional.

Esta gestión del cardenal Ortega nunca ha representado una aceptación acrítica de lo mal hecho por las partes del espectro nacional. Unas veces en público y otras en privado, ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba, que suele caracterizarse por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación. Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana, la Iglesia no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria. Sigue leyendo →

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