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Grecia ha tirado sobre la mesa europea sus propias cartas: un país que tiene aproximadamente la misma cantidad de habitantes y extensión geográfica que Cuba, pero situado geográficamente en las antípodas. El enfant terrible del Mediterráneo se ha levantado y ha agitado el juego “canónico” de la Unión Europea y de la geopolítica mundial. Ha puesto en cuestión el canon de la política europea, tal y cómo se estaba aplicando en la última década. Y eso, por supuesto, no le da gracia a nadie de los que detentan el verdadero poder en la Unión Europea. Un gobierno recién estrenado en qué significa jugar en el juego sin misericordia de los impasibles tecnócratas alemanes y belgas, de las sonrisas de doble perfil de la geopolítica americana y la mirada fija caucásica del Kremlin, está intentando revertir en Grecia la historia política de los últimos 40 años. Revertir un sistema político plagado de clientelismo, partidocracia y despilfarro. ¡Y nada menos que desde la izquierda! Un gobierno, sí, de izquierda –con lo que pudiera significar en esta hora ese término trotamundos-, elegido democráticamente por el pueblo griego después de 40 años de bipartidismo clientelista, y cinco años de catástrofe social y económica, que ha sido capaz de levantar con tono fuerte la voz del cambio para la nación griega, y de un cambio sustancial para una Europa que está al borde de su frágil unidad.
Han pasado quince días desde que Tsipras tomó el poder y la guerra mediática dentro y fuera de Grecia ha cincelado los cañones del terror populista, los bombarderos del antihelenismo hacen añicos las ruinas que dejaron la Troika y los gobiernos anteriores, los fusiles de la histeria financiera amagan con sus inteligentes ases porcentuales el destino empresarial de un país en el que muchos quieren seguir invirtiendo, las balas de gracia apuntan sin piedad al blanco fatalista llamado Grexit!!! Pero no habrá pelotón de fusilamiento. En la Europa democrática la pena de muerte está prohibida. Hay límites incluso para una democracia regional debilitada, para una comunidad que en medio de la desesperación y la depauperación real que ha vivido durante los últimos años, no se permitirá que se rompan los huevos de la serpiente totalitaria. De cualquier manera, el binomio Tsipras-Varufakis no la tiene fácil, una vez que tiene que enfrentarse al binomio Schauble-Merkel, y ha puesto en cuestión la política merkelista de austeridad.
Estamos viviendo días intensos, especialmente en el Sur de Europa, y la intensidad de los acontecimientos por el peso especial que portan, no puede opacar el sol de la razón lógica, de la historia de los pueblos europeos, de la democracia como principio motriz de esa misma historia y fin de esa misma razón que le concierne. El triunfo de Tsipras en Grecia, los movimientos democráticos profundos que ocurren y se están articulando en España y Portugal, la necesidad de que la Incertidumbre Europea que cunde por doquier, gire hacia soluciones democráticas, críticas y transformadoras, justamente para una unidad más dialógica y sostenible, son los aires que soplan desde el Sur: cálidos y vivificadores, como los que de vez en cuando espero en invierno desde la ciudad Salónica en la cual resido. Sigue leyendo