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autoritarismo, burocracia, debate, Eduardo Galeano, fusilamiento, Lanchita de Regla, Noticia, solidaridad
Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina. Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan.
Tiempo de muy malas noticias: por si teníamos poco con la alevosa impunidad de la carnicería de Irak, el gobierno cubano comete estos actos que, como diría don Carlos Quijano, “pecan contra la esperanza”.
Rosa Luxemburg, que dio la vida por la revolución socialista, discrepaba con Lenin en el proyecto de una nueva sociedad. Ella escribió palabras proféticas sobre lo que no quería. Fue asesinada en Alemania, hace 85 años, pero sigue teniendo razón: “La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por numerosos que ellos sean, no es libertad. La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente”. Y también: “Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y una libertad de reunión ilimitadas, sin una lucha de opiniones libres, la vida vegeta y se marchita en todas las instituciones públicas, y la burocracia llega a ser el único elemento activo”.
El siglo XX, y lo que va del XXI, han dado testimonio de una doble traición al socialismo: la claudicación de la socialdemocracia, que en nuestros días ha llegado al colmo con el sargento Tony Blair, y el desastre de los estados comunistas convertidos en estados policiales. Muchos de esos estados se han desmoronado ya, sin pena ni gloria, y sus burócratas reciclados sirven al nuevo amo con patético entusiasmo.
La revolución cubana nació para ser diferente. Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso. Mucho se sacrificó ese pueblo, va-liente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados. Pero en el duro camino que recorrió en tantos años, la revolución ha ido perdiendo el viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio la empujó. Lo digo con dolor. Cuba duele. Sigue leyendo