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Por Ramón García Guerra
Ernesto Che Guevara:
La palanca del interés material en el socialismo es como la lotería de Pastorita; no alcanza a iluminar a los ojos de los más ambiciosos ni a movilizar la indiferencias de los más.
Carta a José Mederos Mestre (febrero 26, 1964).
Este texto es una aceptación al debate que motiva un artículo de Pedro Campos y Armando Chaguaceda: “La incapacidad de autocorrección del ‘socialismo estatal’ y las tareas de la izquierda” (COMPENDIO OC: abril 24, 2013). Pero antes de abrirnos al mismo, debo evitar cualquier mal entendido en relación con el contenido de mi artículo: (1) Empiezo por aclarar que este artículo no fue escrito como una crítica al artículo que Pedro Campos y Armando Chaguaceda: sino a propósito del mismo. Revelamos, más bien, nuestros puntos de encuentro con aquéllos en materia de proyecto de (nueva) sociedad. (2) Estamos muy distantes de otorgar –mientras se vincula a estos camaradas con los perestroikos de finales de la década de 1980– cualquier sentido peyorativo en la palabra. [Calificativo que endilgó el discurso oficial entonces en contra los partidarios en Cuba de aquel proceso de apertura y restructuración que sucedía en la antigua Unión Soviética.] Primero por respeto. Después, porque los motivos, principios y lógicas que adoptaron estos camaradas eran auténticos, pertinentes y eficaces en tanto respondían a una realidad en particular. (3) Haremos cierto énfasis en el modelo de economía que los socialistas democráticos en Cuba nos sugieren en dicho artículo. Los libertarios, en cambio, somos partidarios de instaurar un modelo de economía solidaria, moral-comunitaria y mutualista. Efectivamente, nada más saludable que echar adelante un debate. Comencemos por discutir el ideal democrático en Cuba hoy mismo.
Sobre la DEMOCRACIA en Cuba.
La carga de sentido que otorgan las fuerzas políticas en Cuba a esta palabra –en el debate nacional– nos obliga a hablar de ideales democráticos: que se ofrecen en la realidad en tanto discursos que habitan en paralelo sin puntos de contacto entre los mismos. [Situación de inconmensurabilidad del discurso.] Distinguimos dos epistemologías. Primero, están aquéllos que otorgan a la DEMOCRACIA un sentido instrumental[1]: liberales y estatistas. Después se hallan aquéllos que la consideran una forma de convivencia en la sociedad: socialistas democráticos y libertarios. Entre estos últimos, sin embargo, existen ciertos matices que distinguen a quiénes han dado una relativa centralidad –mayor o menor– a la misma en la vida de la sociedad. Predomina en Cuba el enfoque institucional por encima del sociológico y este déficit (cognitivo y político) legitima la adopción de una visión estatista de la sociedad.
Enfrentamos una realidad patológica en Cuba (autismo). Realidad que resulta funcional al sistema de dominación política que instauran los obreristas en la década de 1970. Situación, además, que produce y legitima la fractura de la sociedad. Entonces, el desafío de la izquierda es el de superar ese diálogo de sordos. [Aclaro, no sólo al interior de ella misma.] Tendiendo puentes, –como hacen Campos y Chaguaceda en su artículo– pero sin imposiciones a los demás.
Pregunto, ¿cómo se podría superar tal estado de cosas?
Recuperar las múltiples visiones que han aportado las ciencias sociales en las últimas cinco décadas, –desde el constructivismo (años ´60s) hasta el experiencialismo (años ´90s)– respecto de la comprensión de la sociedad, podrían dotar a la izquierda de una ontología (no-sustancialista) sobre la DEMOCRACIA: como institución y como proceso en la sociedad. Sigue leyendo