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arte, Atilio Borón, censura, debate, eco-etnosocialismo China, Guillermo Rodríguez Rivera, Leonardo Padura, Marlene Azor Hernández
Por Pedro Manuel González Reinoso
“Quien no se atreva a pensar con cabeza propia, o reflejar en obra su experiencia profunda, ni ose expresar limpiamente lo que vea sobre su vida patria, jamás será persona honesta” (J. Martí)
Bajo la batuta de algunos ex maestros vigilantes y apologistas progubernamentales aunados en monoconcierto, suena de nuevo en la red un traqueteo politicón bastante desafinado, proveniente de adentro y afuera. Sigue Padura (el Leon-ardo de Cuba) en candela, preparada la hoguera por expertos fogueadores con partitura.
Y reaparece Guillermo Rodríguez Rivera en el podio, con la angustia evidente de ser que deja tras de sí escasa obra recordable, mas presto a dirigir con cuerda tensa a la impropia. Anteriormente arremetió contra (aquel narrador y contra la poeta Reina María Rodríguez) los últimos 2 premios nacionales de literatura, alegando su inconformidad por existir en el panorama nacional –dijo él– sonoridades mejores y más antiguas. ¿Será casualidad que ambos autores estuvieron demasiado tiempo apagados e incomodan sus reinserciones? ¿O será solo berrinche porque al anciano insular no le otorgaran similar trofeo antes de morirse y aquel compañero pampeño no termina por instalarse en la hamaca más cerca de la descarga de maracas?
Creo que se trata de una mezcla desafortunada de las dos variantes. Porque existe una comunidad de honradeces intelectuales entre Padura y Reina que descoloca: ambos viven en Cuba, ambos escriben sobre ella y ambos (sus obras) son objeto de creciente interés académico en el mundo. Demasiada algarabía conjunta como para quedarse quieto y encima tener que aguantar los ecos.
La bravura al estilo country de Little Riverband se explaya como consecución del ejercicio crítico antiyanqui del argentino Atilio Borón, el cual, por sobria respuesta, siempre guarda cartuja a todo aquel que no incluya en su discurso (deber/ser prolatinoamericanista) el tema aburrido (y no por monocorde incierto) del bloqueo y la guerra sin fatiga al imperio. ¿No se les ocurre pensar a los expertos que ya estamos hasta la siquitrilla del argumento cantábile de “échale la culpa al negro” para todo lo disonante conjurar? Especialmente si cubaniche es el compositor. Ambos reaccionan en cadena ante las palabras de Padura en entrevista al Diario La Nación de aquel país, el pasado 4 de mayo con motivo de presentar libro en la Feria bonaerense, y los dos le reprochan al escritor no culpar de lo que pasa –o lo que no pasa– en Cuba al mismito caso insoluto de siempre. ¿Pretenderían estos reintérpretes políticos que el escritor/soberano asumiera sus verdades desde perspectivas ajenas? ¿Se imaginan ellos mismos en ese trance si fungieran de auténticos creadores y no escuetos operantes? No deja de preocupar que tal práctica se extienda cada vez más como acto intimidatorio contra seguidores/admiradores de la autonomía expresa, o tal vez sólo se trate de fina galantería para con el cari(B)ñoso, que les realzará por el ensayo de coros y facilitará el camino al foro.
Parece que sin esa armonía extemporánea, tan escasa digresión resulta buena frente al sultanato & bailarinas, aún tratándose de la soberanía con que el artista independiente ha de elaborar sus propias obra y vida sin tamborileros que lo importunen. Aquí no hay timbales, panderetas ni durofríos, aquí hay sinfonía apabullante de trombones, gaznatón garabateado en el aire contra aquel que no se calla, y cuando lo hace, se le escucha discurrir sobre lo que desborda en matriz respetabilísima, de práctica gremial, y meter suficiente ruido en el sistema, mucho mejor en obra que todo lo conseguido por las ideologías orquestadas en/desde cualquier parte del globo. Porque la suya la bebe y la vive in situ. El cubanólogo Borón (asentado a salvo de la miseria que combatiendo argumenta sobre su rioplatense estatus) y el profe ya retirado, pero luchando aún la solfa extra (by the way: emplea plataforma trovadoresca para el relanzamiento), quieren a voces que Leonardo descomponga a los cuatro vientos las causas del porqué en su obra/vida abundan personas enajenadas, negativas y/o escapistas desde país tan musical –se argüye–, que es prerrogativa del mangrino embargo que así sean. No les dejan la decencia de sugerirnos melodías más concretas. Nunca la diversidad intuitiva de las causas, sólo aquella plena de deficiencia auditiva. Sigue leyendo