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Por Isbel Díaz Torres
Acabamos de presenciar la primera derrota electoral para el chavismo en Venezuela, y ahora todos los “pronosticadores” podrán comprobar cuán certeros o errados fueron sus respectivos augurios.
De muchas maneras puede leerse este resultado, por supuesto, y quiero aportar mi visión que, aunque no es todo lo profunda e informada que pudiera, al menos intenta no participar del silencio que muchas veces ensucia la imagen de las izquierdas a nivel global.
Lo primero que pienso es que vientos difíciles se avecinan para el presidente Maduro y también para el pueblo venezolano (que no es la misma cosa).
A Maduro y su élite, ya lo sabemos, le interesa mantenerse en el poder y garantizar la gobernabilidad de su país; pero su demostrada incompetencia junto con la presión de la mayoría del parlamento en su contra, serán un doble traspié que probablemente ni le permita llegar al final de su mandato.
Sé que tal cosa representaría un alivio para muchos, dada la abultada lista de desmanes y atropellos de ese gobierno, su gradual centralización y verticalización del poder y exclusión de las voces diferentes, violaciones de los derechos humanos, la vergonzosa corrupción de esa élite, sus políticas clientelares, todo a nombre de un socialismo cada vez más ausente de la práctica cotidiana y solo presente en los discursos del nuevo mesías. Sigue leyendo