Por Gustavo Arcos Fernández-Britto
En la película Fresa y Chocolate (1993- Tomás G Alea) tenemos una escena crepuscular: David (Vladimir Cruz) lleno de incertidumbres pretende que Diego (Jorge Perugorría) defina su condición de Revolucionario, como única forma de ser socialmente aceptado. Quedaba expuesta así, una dicotomía que ha marcado al país en más de medio siglo: ¿qué es ser, Revolucionario? La respuesta, sujeta a interpretaciones de todo tipo, traza una línea que divide a los cubanos, quienes deben definirse todo el tiempo en un bando u otro, siguiendo una lógica mesiánica de, si no estás conmigo estás contra mí. El odio y el enfrentamiento “al otro” quedaban así legitimados, por algunos, que convirtieron en dogma lo que debió ser transformación, respeto y evolución. Volviendo a la película, recordemos la respuesta de Diego: Sucede que esto es una cabeza pensante y ustedes al que no dice que sí a todo, o tiene ideas diferentes, enseguida lo miran mal y lo quieren apartar…yo formo parte también de éste país y tengo derecho a hacer cosas por él…
Pocos años después en La vida es silbar (1997-Fernando Pérez), Elpidio, se siente cada vez más preterido por su madre, Cuba, y en otro de esos instantes extraordinarios de nuestro cine, le escuchamos decir: yo puedo olvidar tus olvidos, tu afán de querer hacerme tan perfecto que ni yo mismo me lo creo…déjame ser y pensar como yo quiera, aquí (señala la frente) no manda nadie, tú me lo enseñaste y ahora no voy a cambiar…
Dos instantes, entre muchos otros, que responden a un dilema que tiene medio siglo. En 1961, la censura sobre el corto documental PM (Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal) generó un intenso debate entre los intelectuales ¿Prohibiría el nuevo y joven gobierno, las obras artísticas? El suceso propició una reunión en la Biblioteca Nacional donde Fidel intentó zanjar las diferencias con su conocido discurso Palabras a los intelectuales. Dice Fidel: ¿Cuáles son los derechos de los escritores y artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución, ningún derecho.
Cualquiera que se acerque a la historia del cine cubano encontrará muchos ejemplos que confirman como aquél debate de 1961, sobre el rol del sujeto en la sociedad siguió acompañándonos. Polémicas públicas o privadas, de alta o baja intensidad se han sucedido, como aquellas que tuvieron lugar en 1971, durante el Congreso de Educación y Cultura, que entronizó el lema: El Arte al servicio de la Revolución, o, las de 1981, 1991 y 1998 alrededor de las películas Cecilia, Alicia en el Pueblo de Maravillas o Guantanamera. Con la llegada del siglo XXI, la lista de filmes censurados e irregularmente exhibidos ha aumentado a pesar de que el contexto, el país y sus habitantes han sufrido radicales transformaciones. Parodiando aquel fabuloso cuento de Monterroso pudiéramos decir: cuando el artista despertó…el censor estaba ahí. Sigue leyendo →
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