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Lo personal y lo político

13 miércoles Mar 2013

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Denuncia, Política, Solidaridad

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Por Armando Chaguaceda

El fin de semana conocí –de la mano de un amigo residente en la isla- una declaración pública (también en Havana Times) firmada por varias colegas de la UNEAC, alertando sobre la necesidad de combatir la violencia contra la mujer. En el texto se alude, como ejemplo de este detestable mal, al caso del escritor Ángel Santiesteban, acusado y encarcelado bajo cargos de maltratos a su esposa. En dicho documento, las firmantes asumen plenamente -a partir de su amistad y conocimiento de la cónyugue agraviada- la culpabilidad del creador y, además, hacen patente su rechazo a las posturas de solidaridad expresadas para con este.

Pocas horas después de leer el documento, sostuve -vía correo electrónico- un franco y respetuoso intercambio con una de las promotoras, alguien a quien -aprovecho para enfatizarlo- reconozco como una persona honesta, cuya decencia y valía profesional respeto.

En lo personal, estoy 100 % de acuerdo con que se proteste y actúe contra toda forma de violencia, provenga esta de un escritor que maltrate a su mujer, de turbas que maltratan a mujeres en la calle o de países que invaden a otros violando su soberanía con mil y un pretextos espurios. Y así lo he hecho saber en varios artículos y pronunciamientos públicos, suscritos de forma individual o en acciones colectivas concertadas junto a compañeros del Observatorio Crítico.

Lo que sucede es que, en el caso que concretamente se alude, hay demasiadas visiones encontradas de los involucrados -incluyendo gente que se desdice en el proceso acusatorio- a lo que hay que añadir diversas pruebas (gráficas, videos, de expertos) que aluden a malos procedimientos en el proceso, elementos que en todo caso implicarían la necesidad de repetirlo. Como dije en un post anterior: no se trata de asumir a priori la inocencia del escritor o defender sin reservas que estamos ante una causa del fuero común manipulada por motivos políticos. Y si a alguien le parece inédito este reclamo, quiero destacar que de asuntos de similar gravedad -y de su resolución conforme a derecho- existen ejemplos recientes.

En México, la ciudadana francesa Florence Cassez fue detenida durante varios años como presunta secuestradora, y cuando se probó que el proceso tenía fallas y mañas quedó excarcelada, aun cuando también existían amplias sospechas -y también personas agraviadas y supuestas pruebas- de su culpabilidad.

Lo que en el caso que confronta a Santiesteban y su ex pareja se impone es el mandato de que no quede un abusador impune (si el acusado lo fuese) ni que los déficits del proceso se cobren una nueva víctima (en caso que fuese inocente). Sin confiar, ciegamente, en nuestra vocación de solidaridad gremial –con el artista- o de género –con su compañera- que muchas personas loablemente tendrán.

Si en el caso ha habido errores de procedimiento que ameritan otro juicio, esto es algo que debería interesar a todas las partes implicadas. Pues, si mañana se confirman las sospechas de que funcionarios metieron la mano en el proceso ¿no se cruzarán entonces las víctimas y victimarios? Y, en lo relacionado a esta iniciativa ¿no caerán, bajo fuego cruzado, las actitudes de quienes se han solidarizado con una supuesta víctima -su esposa- cuando también hay otra supuesta víctima – el escritor- presumiblemente afectado por una política de estado?

Paso a un segundo tema, de más largo aliento. El documento -que consideré originalmente un texto leído en una actividad y no algo escrito para publicitarse, como posteriormente corroboré en varios sitios oficiales- tiene todas las connotaciones del tipo de documento (manifiesto, declaración, etc.) que hacen los intelectuales públicos. Porque las firmantes no se limitan a expresar su solidaridad puntual con una amiga agredida, sino que adelantan loables conclusiones generales sobre la violencia, la necesidad de rechazarla, etc. Y es justo ahí cuando, al sólo mencionar una parte de nuestra realidad cotidiana y conocida, la iniciativa peca por sesgo.

Si algo he aprendido con mis amigas feministas es que lo personal es político. [i]Y si es una postura (y decisión) personal de las firmantes hayan puesto como ejemplo el caso de Ángel, también lo es que –como señalan varias voces críticas- en esta declaración sus promotoras hayan omitido pronunciarse sobre la violencia institucional, sistemática y colectiva que se ejerce sobre aquellas mujeres opositoras que, semana tras semana, marchan por calles habaneras reclamando pacíficamente por sus derechos y los de otros.[ii] O sobre los conocidos y reiterados casos de manoseo y maltrato a las jóvenes que se prostituyen en Malecón, cometidos por agentes y oficiales de policía corruptos. Pues al abordar el asunto de fondo (la manifestación de rechazo a toda violencia) invocar un ejemplo concreto sin aludir también a otros atropellos a la integridad física y moral de mujeres introduce cuando menos, un sesgo desbalanceado. Sobre todo cuando las pruebas de golpizas y maltratos a estas últimas son públicas y notorias. Se puede estar o no de acuerdo con las posturas personales de estas féminas, pero no creo que nadie decente pueda avalar que a una mujer le caigan encima turbas violentas o le violenten su dignidad sin posibilidades de recibir, frente a agentes del orden, el reconocimiento y la defensa adecuados. Sobre el asunto hay demasiados testimonios orales, escritos y gráficos como para que las firmantes no sepan nada.

Por demás, el anuncio de las firmantes sobre el impulso a una legislación de género y el seguimiento que darán a los problemas de las féminas cubanas no es sino una iniciativa loable que todos debemos acompañar.

En lo adelante, si una iniciativa como esta quiere llegar a buen puerto deberá dar seguimiento, asesoría y acompañamiento a todas las víctimas femeninas de violencia, personal o institucional: sean estas esposas de escritores, disidentes de sexo femenino o mujeres de los sectores populares que ven sus derechos lesionados por sus pares masculinos. Para que no suceda como ciertas modas promotoras de “cultura de paz” -impulsadas por varias ONGs cubanas- donde se reconocen la violencia hogareña y comunitaria mientras se ignoran las múltiples formas de violencia (no únicamente física) de los funcionarios contra la ciudadanía.

Al final, parece que en este caso estamos frente a un terreno minado, con diversos tipos y grados de prácticas de dominación que se superponen. Y hay que hablar alto y claro de todas, sin privilegiar alguna o ignorar otra.

Cuando se conoce un poco de la historia del feminismo, se sabe que en las luchas concretas (por el cuerpo y los derechos) se han cruzado y solidarizado todas las perspectivas, amén de sus ideologías. Y si el régimen político y las prácticas sociales vigentes en nuestro país (y los que vendrán bajo una previsible restauración capitalista) son cada vez más machistas, autoritarios y mercantilizadores de la vida humana. Creo que las feministas tienen ante sí un gran trabajo por delante en la Cuba del presente y, aun mas, en el futuro. Porque las grandes conquistas sociales –de igualdad legal, ascenso social, emancipación personal- alcanzadas dentro del proceso revolucionario parecen estar cada vez más asediadas por las crecientes desigualdades asociadas al mercado y por el avance de pensamientos y actitudes conservadoras como las que hablan de educación religiosa y restricciones al aborto, que ya comienzan a asomar su oreja peluda. Cualquier feminista sabe que no se puede diferenciar lo simbólico de lo concreto, la emancipación de género de la liberación política, la lucha por la equidad y la democracia entre los géneros de la lucha por una democracia política para tod@s. Y que la relación de lo personal y lo político es uno de los fundamentos del discurso y lucha feministas, que no admite sesgos. O se asume de una vez y sin distingos o se hipotecan las luchas por venir.

[i] Al respecto tengo mucho que agradecer a lo aprendido con mis amigas del movimiento de mujeres nicaragüense, cuya experiencia abordé en un texto reciente: “El movimiento de mujeres y las luchas sociales por la democratización en la Nicaragua postrevolucionaria (1990-2010)”, pp. 39-62, revista Encuentro, Universidad Centroamericana, no 89, Managua, 2011.

[ii] Las cuales – por los problemas de transporte, comunicación y de “luchar” con la vida cotidiana que afectan a nuestros conciudadanos- sabemos que no son, en lo fundamental, obra de la espontaneidad de la gente. Porque qué ciudadano común –o, más aun, que masa de estos- puede dedicar tiempo y energías a moverse de tal a mascual punto de la ciudad para un acto de repudio si no es mediante una expresa decisión y con recursos del estado?

Publicado en Havana Times

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El caso de Angel Santiesteban: Las dudas y el trasfondo

10 domingo Mar 2013

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Denuncia, Política, Solidaridad

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Por Armando Chaguaceda

Hace días, sostuve con algunos amigos un cruce de mensajes en torno a la difícil situación del escritor cubano Ángel Santiesteban. Reconocido escritor –laureado y publicado hasta que su creciente beligerancia antigubernamental le confinara al ostracismo- Santiesteban vive los últimos momentos de un largo proceso judicial, pendiendo sobre su cabeza una condena de cinco años de cárcel por el supuesto delito de violencia conyugal.[1] Agotadas las instancias –el Tribunal Supremo apoyó la medida del fiscal- al autor solo le resta esperar el fatídico aviso. En ese debate, si bien existía consenso en repudiar cualquier manipulación política del caso, algunos amigos argumentaron reservas ante la posibilidad de “parir” una declaración solidaria.

La razón de tal cautela, en personas que otras veces han firmado – con todo el riesgo y decoro que tal postura implica- documentos de denuncia contra actos represivos cometidos por funcionarios cubanos, era la sospecha de que la acusación tuviera algún basamento real y que el escritor hubiera ejercido violencia sobre su esposa. Y en Cuba, como todos saben, nos enseñan desde chiquitos que “a las niñas no se les da”.

Así, un colega remata para calzar su duda: “el tipo dice que es falso. Y porque él lo dice ¿lo tengo que creer? La mujer dice que es cierto. ¿Por qué no le voy a creer a ella? Ah, que los testigos se echan para atrás y para alante. O sea que no puedo poner la mano en el fuego por nadie. Por favor si alguien sabe la manera de conocer bien los hechos, con algún nivel de certeza, lo comparta cuanto antes”. Otro amigo me advierte del fiasco del caso Bejerano, cuando algunos creadores cubanos apostaron a la inocencia del pintor acusado de actos lascivos contra un menor, cargos que, a la postre, reconoció en una aparente negociación con la justicia de la Florida. Y son precisamente estas alertas, nacidas de las dudas legítimas de gente decente, las que se confrontan con las mías, me conducen al final del callejón sin salida de las culpas y confianzas, para examinar el trasfondo legal del proceso.

Con un cúmulo de contradicciones, pruebas endebles y testimonios dudosos cualquier juez serio e imparcial archivaría o, en el peor de los casos, convocaría una revisión exhaustiva del caso para repetir la investigación y juicio en mejores condiciones. Y si Santiesteban fuese realmente culpable, que purgue su condena; en caso contrario que quede inmediatamente libre de cargos y limpia su imagen pública.

El problema es que en Cuba, en ausencia de un Estado de Derecho -y de las instituciones y garantías que le dan cuerpo-, cualquier acto ilegal, real o fabricado, puede adquirir dimensiones y connotaciones insospechadas, en detrimento del emplazado, si este tiene deudas pendientes con “el sistema”. En idéntico contexto, una violación de la ley cometida por un funcionario puede quedar en la impunidad o recibir una disminuida condena, como atestiguan los casos de abuso y corrupción policiales -denunciados en estas mismas páginas- o los atentados contra la integridad física de personas vulnerables, como fue el caso de los muertos en Mazorra, víctimas de la irresponsabilidad administrativa y la insensibilidad humana. Así, creo que el problema no radica sólo- ni siquiera fundamentalmente- en la persistente insolidaridad que corroe a la intelectualidad y esfera pública cubanas; actitud que genera parálisis cívica y consagra el monopolio –legal o espurio- de la violencia estatal.

En un caso como el de Ángel, los errores son tantos y tan graves que simplemente ameritan un nuevo proceso o la clausura definitiva del presente.

[1] Para ver la visión del acusado –y pruebas esgrimidas para calzar su inocencia- acceder a http://loshijosquenadiequiso.blogspot.com/

Publicado en Havana Times

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Debatiendo las reformas en Cuba: notas sobre un artículo de Camila Piñeiro

24 viernes Ago 2012

Posted by luchatuyucataino in Cuba, Economía, Investigación, Política

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alternativa, anticapitalismo, Armando Chaguaceda Noriega, autogestión, autoritarismo, bienestar, burocracia, cambio, Camila Piñeiro Harnecker, capitalismo, ciudadanía, clase obrera, consenso, consumidores, contrato, control, cooperativas, crítica, creación, crisis, debate, democracia, derecho, descentralización, diálogo, economía, empresa, Estatismo, estrategia, fraternidad, gobierno, gratuidad, igualdad, institucionalidad, intelectualidad, investigación, justicia, leyes, liberación, lineamientos, mercado, modelo, participación, planificación, protagonismo, reformas, revista Temas, revolución, salario, servicio, socialismo, sociedad civil, trabajo, Universidad de La Habana


Por Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES – Un artículo reciente de la joven académica cubana Camila Piñeiro Harnecker pone nuevamente en discusión las posturas intelectuales y políticas que se dirimen en los debates en torno a las reformas en curso en la isla.

A diferencia de otras clasificaciones más ambiciosas –que relacionan la figura del intelectual con los roles (auto)asumidos en el debate público- Camila prefiere enfocar su mirada sobre los posicionamientos en relación con los tipos de socialismo, las agendas reformistas y las visiones institucionales existentes en la Cuba actual, los que resume bajo el manto de tres enfoques: estatista, economicista y autogestionario.

Un esfuerzo valioso y valiente -dos cualidades no siempre hermanadas- que se agradece, tanto a la autora como a la revista que lo acogió.

Se trata de un texto más que pertinente, pues arroja luz sobre los proyectos de país que pugnan por concretarse a través de las soluciones dadas a problemas nacionales.

Problemas que abarcan la relación mercado-plan -y la naturaleza de este ultimo-, el vínculo entre participación laboral y eficiencia empresarial, la contraposición entre quienes defienden los cambios como mero incremento de un control estatal eficaz, los que lo identifican con una mayor presencia social del mercado y aquellos que apostamos por el lugar que, por derecho, debe tener la población organizada -en tanto vecino, trabajador, consumidor y ciudadano- en la definición de las agendas y rumbos políticos del país.

Detrás de la clasificación que ofrece Camila se esconden no solo apuestas técnicas sino, ante todo, proyecciones ideológicas, íntimamente relacionadas con las “formas de existencia” del intelectual público.

Camila realiza una útil exploración sobre los rasgos de cada una de las tres posturas, con el acierto de reconocer la existencia de hibridaciones y de una compleja correlación de fuerzas, entre estas propuestas, en la arena nacional.

Las críticas que hago al documento son varias y puntuales.

Primeramente, creo que su título puede prestarse a la confusión, pues más que ser estas posturas “visiones que animan los cambios”, solo dos de ellas – la estatista y la economicista- se inscriben empíricamente dentro del tipo de reformas en curso.

La autogestionaria constituye una postura cívica y analítica con muy limitada incidencia real; quizás con la excepción de la anunciada extensión del cooperativismo urbano. Medida sobre la cual habrá que esperar un poco para evaluar su potencial autogestivo dentro de los marcos de un mercado distorsionado -bajo los efectos de una planificación autoritaria- y frente a un aparato estatal acostumbrado a los ucases y la injerencia directa en el tejido socioeconómico.

Otro déficits del enfoque -que se salva únicamente si aceptamos el análisis de Camila como un mapeo de posturas dentro de una amplísima (y a ratos vaga) apelación al socialismo- es que en el texto no se reconoce que estas tres tendencias no son las únicas plataformas y escenarios posibles o deseados por sectores de la población y de las propias elites.

Se obvia la existencia de cuotas importantes de gente que aceptaría el total desmontaje del régimen vigente y su sustitución por una economía de mercado desregulado y una limitada democracia afín al enfoque liberal clásico.

La autora también olvida, al emplazar a la burocracia media como responsable del estatismo, que esa tendencia -hoy hibridada con los aportes economicistas- es el horizonte de toda la dirigencia del estado cubano, desde su cúspide a la base.

Al presentar el fenómeno latinoamericano –que Camila conoce bien por su experiencia de investigación en Venezuela y dado el profundo conocimiento de realidades del continente legado por sus progenitores- la autora tiende a absolutizar sus aristas positivas, las cuales son ciertas y abarcan las políticas participativas, la innovación constitucional y el apoyo a la economía social desplegados en durante la pasada década en varios países de la región.

Sin embargo, obvia que desde hace varios años junto a la tendencia participacionista, democrática y popular, ha ido cobrando fuerza un estilo de hacer política personalista, autoritario y crecientemente desconfiado (y lesivo) respecto a los derechos y autonomía ciudadanos, que hace mella en los avances de ese progresismo en varios países andinos integrados al ALBA.

En Venezuela, por ejemplo, esta tendencia es notoria desde el fallido intento de Reforma Constitucional de 2007, o en los cambios en la legislación y las políticas relacionadas con los Consejos Comunales, que restringen la autonomía de estos y los sujetan más al control presidencial y partidario.

También se aprecia en la aprobación de Decretos Leyes que atentan contra lo estipulado en la Constitución de 1999, así como el avance de la estatización frente a las inicialmente promovidas experiencias cooperativas, de control obrero y cogestión, ahora descalificados como formas capitalistas. Todo lo cual evidencia que el Socialismo del Siglo XXI ha repetido viejos errores del socialismo estatista vigente en Cuba.

Y es que aun cuando las posibilidades de lucha democrática –por las vías institucionales y ciudadanas- sean infinitamente mayores a las de la isla, se está echando demasiado vino nuevo en odres viejos. Eso es lo que explica el descontento de parte de las bases chavistas y los avances de una oposición que pugna por recuperar sus posiciones. Experiencia que no puede ser desconocida por quienes apuestan por los nuevos procesos latinoamericanos como legado útil para los cambios en nuestro país.

Por último, creo que seguir contraponiendo lo participativo con lo representativo –como hace Camila en su texto- puede entenderse como un recurso retórico y práctico para enfatizar la necesidad de nuevas instituciones donde la ciudadanía decida sobre la Política Pública, pero ello es una fórmula científica y empíricamente inexacta.

La democracia contemporánea o es ambas cosas (participativa y representativa) –y además debe llegar a ser también deliberativa, económica, etc.- o no es. Lo que habría que atender es, creo, a la calidad de esa participación y representación.

Y los socialistas cubanos debemos tener muy claro ese asunto, por lo ilustrativos que son los problemas de participación en nuestros Consejos Populares y los déficits representativos de la tristemente llamada Asamblea Nacional.

Que alguien como Camila -joven, intelectualmente preparada e insertada en la institucionalidad científica del país- haya ofrecido este texto es una excelente noticia. Revela que la precaria esfera pública nacional no solo está poblada de diletantes sin agenda, conspiranoicos por encargo y justa rebeldía huérfana de programas y esperanzas.

Al compartir sus ideas, Camila (y gente como ella) se inscribe en la rica y añeja tradición criolla de debate político, desoyendo los criterios -cínicos o cansados- que aconsejan “hacer una carrera exitosa” y “no buscarse problemas”. Y ofrece a las ciencias sociales cubanas –y al socialismo- otra oportunidad para ser parte del mañana nacional.

Publicado en Havana Times: http://www.havanatimes.org/sp/?p=70181

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