Por Dmitri Prieto Samsónov
Hace unos días, me enteré, como much@s, del horrible “incidente” de Manzanillo, donde una pandilla de [pre]adolescentes dio fuego a un cachorro de perro doméstico (Canis lupus familiaris) hasta hacerlo morir. El corazón se me llena de ira e impotencia con sólo imaginar el dolor sufrido por el perrito, y la indolencia perversa, indigna, de quienes observaron tal acto y además lo filmaron y lo subieron al internet: jóvenes y adulto/as por igual. Y me da vergüenza: uno se pregunta cómo rayos en el entorno inmediato de esa gente no había nadie que parara el descaro de esa inútil y trastornada crueldad; o es que ya no hay personas que se atrevan a decir palabra o a actuar con fuerza contra lo elementalmente imposible de imaginar hace sólo algunos días. La indolencia nos ha robado a Cuba. Porque nos la hemos dejado robar por…
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