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Ser consecuente con la condición humana en todo momento y circunstancia.

CRÓNICAS CUBANAS.

Por Félix Sautié Mederos

Queridos lectores de Crónicas Cubanas, el sentido espiritual de la existencia humana constituye un modo de vida que algunos,
lamentablemente, se esfuerzan en negar o se burlan y/o hacen escarnio con la espiritualidad de quienes los rodean; incluso, debo significar que hay poderosos de la tierra que tratan de forzarla en favor de sus mezquinos intereses. No obstante esas actitudes, que a veces son dominantes y generalizadas, el sentido espiritual de la vida es una realidad manifiesta y una necesidad imprescindible de lo que se ha dado en denominar condición humana. La espiritualidad es una característica esencial de vida que ennoblece los sentimientos, los pensamientos y las actitudes. La espiritualidad se conforma y se desarrolla en el seno del hogar, en la escuela y en la sociedad. Parte esencial de la formación de las nuevas generaciones desde la niñez, en mi criterio es hacerle descubrir su espiritualidad e influir con una formación basada en el humanismo, el amor, la paz y la justicia.

Vivimos en un mundo convulso, cargado de injusticias que se sitúan más allá de cualquier sentido espiritual de la vida, muchas de las cuales se perpetran contradictoriamente en nombre de los derechos humanos y, cada día, exacerban los ánimos encontrados, los rencores guardados y los pases de cuentas. Circunstancias en las que los insultos, las mentiras y las tergiversaciones se han adueñado de los medios de comunicación social; que se han transformado en verdaderos campos de batalla que cada vez se alejan más y más del compromiso con la verdad que implica la función esencial del periodista y del comunicador social en su conjunto.

En México, los periodistas comprometidos con la verdad y la justicia son asesinados y/o desaparecidos en un número galopante que aumenta con plena impunidad día a día. Una situación vergonzosa y terrible que hay que detenerla ya y que concita mi mayor repudio; así como mi solidaridad hacia mis colegas mexicanos que la sufren con el heroísmo de ser periodistas y conducirse como tales en medio de tan aciagas circunstancias. Por otra parte, Venezuela se enfrenta a una guerra de cuarta generación, en donde los grandes medios hegemónicos delimitan y diseñan una “realidad” que, por su repetición, se quiere imponer como lo determinante sin tener en cuenta lo que en verdad sucede. Eso es lo que objetivamente percibo y lo planteo, con toda franqueza, en mi derecho a opinar y solidarizarme con la Revolución Bolivariana conforme a mi pensamiento propio, en virtud de lo que mi conciencia me dicta, más allá de las molestias y los insultos de quienes siempre atacan, sean quienes sean, desde posiciones a favor o en contra, de Tirios o Troyanos, a los que opinan diferente.

Mientras tanto, percibo y pienso que en Cuba estamos como aletargados, en espera que los problemas que afrontamos se resuelvan solo con el paso del tiempo. Problemas que son muy específicos y que, en mi opinión, en nada deberían compararse con otras situaciones que suceden en otras latitudes algunas de las cuales menciono; pero que en mi criterio muy personal y mi preocupación muy íntima, requieren de voluntad política y de un sentido espiritual de la vida que en mi opinión hay que ponerlo en función del amor, de la justicia, de la verdad y de la paz, procurando la participación de todos. El dialogo de todos con todos, la solidaridad y el análisis objetivo de nuestros problemas intrínsecos y del mundo que nos rodea para evitar errores y similitudes que pudieran embargarnos en medio de tantos avatares, son en mi opinión lo que deberíamos privilegiar.

En este orden de pensamiento, apoyo con especial ahínco lo expresado recientemente a un Diario Vasco, por Monseñor Emilio Aranguren, Obispo de Holguín de gira por España, cuando dijo que: «El pueblo cubano está expectante a la ejecución de signos que expresen cambios a favor del lógico bienestar de sus ciudadanos, algo que considero, no debe dilatarse para evitar el desánimo de cuantos están empeñados en esta tarea y tanto esperan “, pienso que Monseñor Emilio Aranguren retrató muy bien los anhelos de la población cubana en estas circunstancias y coyunturas.

Hago un llamado al análisis profundo, a la honradez de juicio y a concentrarnos en alcanzar las altas metas de justicia, equidad y satisfacción de todos los cubanos, antes de dedicarnos como algunos lo hacen a echarle más leña al fuego de lo que sucede en otras partes que he mencionado y que no he mencionado, siguiendo las tendencias de una guerra de cuarta generación en la que inscribirse del lado de la injusticia, de la mentira y de los intereses mezquinos nos haría cómplices y no solidarios con la verdad y la justicia que es inherente a los intereses del pueblo en cuestión.

Yo respeto la opinión diferente y ese mismo respeto pido para las mías, porque con diálogo y en actitud pacífica y civilizada es que se resuelven los problemas y no con la violencia consideración que hace mucho tiempo comprendí que no conduce a nada bueno. Como
revolucionario militante que soy rechazo cualquier uso de la fuerza para forzar las opiniones venga de donde venga. Y reitero como otras veces lo he hecho que: ¡Quienes tengan oídos para oír y ojos para ver que oigan y vean antes de adscribirse a las falsedades y las ignominias!.

Así lo pienso en lo más profundo de mi conciencia y de mi
espiritualidad cristiana y así lo expreso porque lo considero un deber el no quedarse callado en las actuales circunstancias; lo que hago en uso de mi derecho a opinar, con mis respetos para la opinión diferente y sin querer ofender a nadie en particular.