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Por Félix Sautié Mederos
Hace unos pocos días La Habana, Capital de todos los cubanos y Ciudad Maravilla, cumplió 497 años de su fundación que ya es una significativa edad para una ciudad caribeña del nuevo mundo; y no lo podría pasar por alto aún en la coincidencia con la tristeza por la desaparición física de Fidel. Esta conmemoración de produjo en medio de una situación muy compleja en la que se unen un criminal Bloqueo sostenido en el tiempo, incertidumbres por el futuro inmediato, desgastes, obsolescencias y carencias reales para realizar su mantenimiento más efectivo después de largos años de abandono. Empeoradas además todas estas situaciones por causa del inicio de la amenazadora Era Trump, así como por la desidia, los esquematismos burocráticos y el desamor de muchos que poco les importa la tradición, la historia pasada e incluso la cultura. No obstante, La Habana es una ciudad que se mantiene erguida y ha concitado la admiración universal por las muy especiales características de los habaneros, así como por su trazado, sus edificaciones que constituyen un muestrario de estilos arquitectónicos y verdaderas joyas
monumentales entre las que se destaca su sistema de fortificaciones coloniales alrededor de su amplia y resguardada Bahía, incluyendo a sus múltiples edificios, monumentos y sitios patrimoniales de la historia y la cultura cubana e incluso universal que sería muy extenso citar. Circunstancias todas que son capaces ejercer un embrujo y una atracción muy especial en quienes la visitan y quedan prendados para siempre por nuestra cosmopolita y augusta ciudad. La Habana es también hoy nuestro más importante polo turístico, junto con la inigualable Playa de Varadero apreciada internacionalmente.
En este orden de pensamiento nos encontramos con que Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez por solo citar dos grandes escritores, la reconocieron, admiraron y la describieron en sus obras inmortales y en sus intervenciones públicas. Baste solo el ejemplo de que García Márquez en una entrevista suya se refirió y para fraseo que con solo recorrer a La Habana él se encontraba con lo real maravilloso manifiesto y lo tomaba de inspiración.
El trazado de La Habana, junto al mar con su extenso Malecón, le confiere un encanto muy especial que los habaneros no encontramos en ninguna otra parte del mundo; y les confieso que personalmente, cuando viajo y me alejo de mi Habana en donde nací en 1938, la añoro con una fuerza de atracción inusitada, que me acompaña y se apodera de mí hasta que de nuevo regreso a sus calles mal iluminadas, sus edificios algunos ruinosos sostenidos por una estática que se ha dado en denominar como milagrosa; y me apego de nuevo a ella para compartir sus penurias y miedos a los posibles huracanes que, en muchas ocasiones en los últimos tiempos, pasan por los costados de sus mares del sur sin atreverse a cruzarla hacia el norte. Lo que quizás sucede por alguna muy escondida y misteriosa consideración de la naturaleza, que no se atreve a dañarla porque sabe muy bien que no es de su culpa histórica los avatares de sus ruinas sostenidas en el tiempo.
Por otra parte, debo reconocer con muy significativa gratitud de habanero de pura cepa, que en La Habana en medio de todas estas amarguras y angustias existenciales y materiales, aparece una excepción conformada por lo que el egregio historiador de la Ciudad, Eusebio Leal ha logrado salvar en su Casco Histórico, en otros espacios patrimoniales y en el Malecón habanero; donde muy cerca del cual se encuentra mi Rincón de Centro Habana desde el que les escribo mis Crónicas Cubanas. Leal como muchos lo conocemos, ha hecho conciencia generalizada y profunda con inigualable ejemplo personal de lo importante que es actuar y cuidar para salvar a La Habana. Quizás en mi opinión esto sea su mayor aporte a nuestra historia contemporánea, que gracias a su perseverancia, su pasión y su amor sin límites, ha quedado inscripto ya para siempre en la vida de nuestra ciudad Maravilla, Capital de todos los cubanos.
A La Habana le han dedicado poemas y canciones poetas y músicos de todos los tiempos que resuenan en los oídos y el alma de muchos de sus hijos de nacimiento y por naturalización e incluso de quienes la visitan y toman conocimiento de su entorno. El inolvidable Juan Formel y su orquesta “LOS VAN VAN”, lograron hace ya algunos años resumir sus anhelos y suspiros en una canción que ya no se podrá olvidar, que dice que “¡La Habana no aguanta más!”. Quizás este sea el más extendido grito a las conciencias cubanas de que tenemos que concentrarnos en salvar a La Habana, con un esfuerzo material sostenido y persistente, y con una disciplina social al nivel de la historia, la cultura alcanzada, así como la dignidad y el patriotismo que son inherentes al pueblo cubano de ayer y de hoy. Antes de concluir, henchido de emoción por mi Habana del alma quiero citar unos versos de quien es un habanero ilustre Rolando López del Amo, que desborda de amor por nuestra ciudad natal, y que termina con una súplica habanera que comparto plenamente:
“Puerto Carenas para sanar viajeros,
para dar vida a los necesitados.
Punto de unión de sueños y esperanzas
de un mundo equilibrado y solidario.
¡Ah, mi ciudad natal, hermosa Habana!
¡Guarda tu tradición y tu futuro!”
Lo que he escrito en conmemoración de su 497 Aniversario, es mi llamamiento como cubano y como habanero ante la ya muy próxima llegada del medio milenio de nuestra Habana que nos aprestamos a conmemorar en el año 2019, con un tiempo de por medio que cada día se nos hace más corto para el que no valen titubeos, lentitudes ni pausas. Quienes tengan oídos para oír: ¡oigan! , Así lo pienso y así lo expreso en mi derecho a opinar, con mis respetos por el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular. ¡Albricias por La Habana y sus próximos 500 años!
Publicado en el periódico Por Esto! Sección de Opinión el martes 6 de diciembre del 2016.
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