En 1869, durante la guerra contra España, el Mayor General Ignacio Agramonte protestó ante la Cámara de Representantes de la República en Armas cuando se censuró la lectura de la prensa española, “como si solo el Gobierno supiera discernir lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo como si solo en él residiera la ciencia, y el pueblo viviera en eterna infancia conforme a la doctrina que sirve al despotismo y que tan conocida no es porque la oímos durante 4 siglos de boca de los opresores que combatimos”.
“Ya no es traidor el que traiciona, el que vende la patria: ya no es agente del gobierno español el que gestiona a favor de este, sino cualquiera de nosotros que oculte o circule un periódico español, aunque fuese el que anunciara que España se había hundido en el Océano, porque así se le antoja declararlo al Secretario de la Guerra”.
“¿Cuándo han dejado de leerse los libros y papeles prohibidos? ¿Cuándo las prohibiciones han dejado de aumentar su encanto? Siempre estas han sido ineficaces. ¿Y será posible que en medio de la guerra y de la efervescencia de las pasiones políticas, sea eficaz una disposición que prohíbe la lectura de los periódicos enemigos que dan a conocer o dejan comprender todas las circunstancias de este?”.
“Considérese como se quiera la disposición del Gobierno: es absurda e insostenible en todos los sentidos: ineficaz e inconveniente, en el terreno práctico; injusta, antifilosófica y anti-político en el especulativo y en el terreno constitucional doblemente ilegal porque presenta el fenómeno del Ejecutivo legislando, y porque conculca los derechos imprescriptibles de los hombres”.

Publicado en Cuba Posible (Síntesis)