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Por Rogelio M. Díaz Moreno

Los artífices del documento “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista” lo celebran como “martiano”, “fidelista” y “marxista”. Mi entrega anterior dedicada a este panfleto, estuvo lejos de agotar la trascendencia del mismo. Para continuar mis divagaciones, tal vez me haga falta ponerme un poco filósofo. Y demostrar que no es ninguna de las tres cosas.

Una descripción superficial de la Conceptualización, insisto, va a resultar de escaso provecho. En su nombre, tirios y troyanos pueden cantar sus loas o lanzar los anatemas, como mismo han hecho hasta hoy. No se contribuye así a la comprensión cabal del significado de tal programa y su lugar dentro del contexto de la evolución de nuestra nación.

Es tan trivial como improductivo enarbolar la Conceptualización para “demostrar” el genuino “carácter democrático”, y “el humanismo de la Revolución”, y asentarla como definitiva “hoja de ruta hacia la prosperidad”. Ese es el rol de políticos y periodistas oficialistas, que solo demuestran así su desconexión con la gente llana. Igualmente resulta ocioso un criticismo predispuesto, que no abandone los manidos tópicos del totalitarismo, la gerontocracia, la vieja mentalidad, el inmovilismo, etc. Estos podrían ser los tópicos de la llamada oposición, procapitalista–, que evidencia entonces el mismo despiste en que quedaron después del 17 de diciembre del 2014 [1].

La Conceptualización se puede comparar con la punta de un iceberg. Particularmente, considero posible determinar la naturaleza del Leviatán por el pedacito que nos muestra, pero solo a través del uso de herramientas analíticas, filosóficas y críticas. Y los muchos que pueden hacer este análisis mejor que yo, salten rápido y bienvenidos sean.

Gracias a un análisis así, podrán responderse muchas interrogantes. Por ejemplo, que si la visita a Cuba del presidente de los EEUU, Barack Obama, habría generado alguna ola fundamentalista con origen en los sectores de poder con mentalidades más conservadoras. Sin embargo, la Conceptualización se escribió desde antes. No es una reacción a una maniobra del “enemigo”, como tantas otras políticas internas nuestras. Esto sí que es el fruto de una deliberación dedicada, como el ficticio Informe Lugano, a actualizar mecanismos de poder hacia un futuro donde nunca nada volverá a ser como antes.

Y podríamos cuestionarnos, por qué se especifica que el modelo se dice Económico y Social, pero no se menciona el carácter Político.

Vamos a ver ahora por qué el modelo no es martiano, ni marxista, ni fidelista.

En el texto anterior, colecté 27 formas verbales que expresaban la omnipotencia del Estado ideado –que no ideal. En contraposición, a la inerme ciudadanía apenas le cabía disfrutar de algunos contados derechos, concedidos “magnánimamente” y cumplir con los deberes rigurosamente exigidos, relacionados con trabajar para mantener el sistema. Eso no es nada martiano.

Como sabe cualquier enterado, el Apóstol de la independencia cubana, José Martí, aborrecía la idea de un Estado tan poderoso, que representara un moderno tipo de esclavitud. Lo dice clarito, clarito, en ese artículo sobre Herbert Spencer del que no se habla en las escuelas cubanas. También expresa serias reservas sobre el socialismo en cierta carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez, igualmente poco divulgada aquí. La independencia de Cuba, para Martí, venía aparejada con la posibilidad de que su población alcanzara los derechos y libertades políticas propias del modernismo, emanados de la
Ilustración, la Revolución Francesa y demás. Tales derechos y libertades le parecían tan importantes que, por defenderlos, aún antes y durante la misma guerra, se arriesgaba a entrar en cismas con los dirigentes mambises históricos, como Máximo Gómez y Antonio Maceo.

En La concepción de José Martí no había nada de eso de un súper Estado que monopolice industria, comercio y medios de comunicación en nombre de otros que no puedan oponerse; más bien era la de una nación de pequeños propietarios, libres. Hoy diríamos, propietarios y
propietarias.

Podemos acordar que era la concepción que se ajustaba a la época y las circunstancias históricas, y que no se le podía exigir más. Lo que no podemos acordar, es que eso concuerde con la Conceptualización que tenemos entre manos.

La Conceptualización tampoco es marxista.

El marxismo implica la concientización, por parte de la clase trabajadora de un país, de su papel protagónico en la lucha
revolucionaria. Caracteriza de lo más bien el mecanismo de la explotación de mano de obra, a través de la apropiación privada de los medios de producción, ya sean grandes, medianos o pequeños. Y se pronuncia tajantemente en contra. Conduce a la toma de posesión, por parte de dicha clase trabajadora, de los medios de producción y de reproducción de la vida material y espiritual de un país, en sus propias manos. Por este medio, el marxismo auténtico conduce a los trabajadores y trabajadoras a la conquista y ejercicio de los derechos económicos y políticos que un régimen de explotación burgués les niega.

El marxismo no implica que un sujeto político, en este caso un Estado, se eleve inapelable por encima de todos los otros, como tutor omnisapiente. Las conquistas sociales, por valiosas que sean, no son privativas del marxismo; muchas se han alcanzado en más de una sociedad capitalista, dados unos niveles de desarrollo y una beligerancia suficiente de la clase obrera correspondiente. El poder, para los y las marxistas consecuentes, es derecho igual para quien integre las filas de la clase trabajadora. Se debate y se decide en el seno de Consejos, integrados por personas trabajadoras en las fábricas, campos y también de las fuerzas armadas; bajo una rigurosa condición de igualdad y democracia interna para la clase
revolucionaria en el poder.

La clase obrera es, por lo visto, sujeto protagónico en el marxismo; eje revolucionario central. Veamos cuántas veces menciona, la Conceptualización, a la clase obrera: una vez. ¿Cómo?, pues… como condición necesaria para que funcionen bien las empresas del Estado.

Me imagino a ciertos sesudos cubanos famosos, de la primera mitad del siglo XIX, Domingo del Monte y compañía, que hicieran sus propios Conceptos. Recordemos que, en esa época, la economía cubana se basaba en el trabajo de los esclavos y esclavas. Imagínense que, en una pila de páginas programáticas, aquellos patricios mencionaran la palabra esclavo una sola vez: como condición necesaria para que funcionaran sus ingenios y demás empresas. Por lo menos, estos señores no se iban a autodenominar espartaquistas.

Por último, el marxismo aclara que el socialismo o el comunismo son muy difíciles, sino imposibles, de construir en un solo país. Promueve, por lo tanto, el internacionalismo y la fraternidad entre las clases explotadas de todas las naciones. Entre las clases explotadas, subrayamos, así como el repudio a las clases explotadoras de todos los mismos países, pues no hay capitalistas buenos que vengan de afuera a resolvernos los problemas. Fue Stalin, con sus tristemente célebres métodos, el que impuso la teoría de que el socialismo podía construirse en un solo país y mandó a cerrar la III Internacional, como gesto de buena fe hacia sus “aliados” occidentales durante la II Guerra Mundial.

¿Puede decirse que la Conceptualización, ya que no es marxista ni martiana, es al menos fidelista? Que pueda ser lo último sin cumplir con lo primero y segundo, resultaría bastante chocante, al menos para los fidelistas. Por suerte para estos, podemos decir también que la Conceptualización tampoco es tal.

Pasemos por alto la dificultad de sistematizar el pensamiento de quien comenzó como joven abogado y miembro del Partido Ortodoxo; de quien inició una revolución armada bajo la proclama de restablecer las libertades políticas, vulneradas por una dictadura; de quien tachó de contrarrevolucionarios a quienes le acusaron, en los primeros tiempos, de pro-soviético; de quien luego cambió; etcétera. Afortunadamente, los redactores (¿y/o redactoras?, todavía no se sabe) de la
Conceptualización lo pusieron más fácil, al centrar el “fidelismo” alrededor de la definición de Revolución que hiciera Fidel Castro el 1ro de mayo del 2000… “sentido del momento histórico, cambiar lo que debe ser cambiado”, y demás.

Pues contra esa mismitica definición de Revolución embiste,
frontalmente, la Conceptualización. Fíjense en algunos de los puntos fidelistas:

“Emanciparnos por nosotros mismos y por nuestros propios esfuerzos”. Ya me van borrando, de la Conceptualización, el capítulo que explica lo necesaria y conveniente que es la Inversión Extranjera (IE). No digo que yo esté en desacuerdo con la IE o la debamos satanizar. Digo que, aquel que pueda hacerla concordar con el fragmento citado de la definición fidelista, se merece el Premio Anual de Retórica.

“Igualdad y libertad plenas”. La Conceptualización explicita el fin de la igualdad como valor deseado en nuestra sociedad. Dice que la diferenciación se basará en el trabajo que uno o una haga, que sobresaldrá el que más produzca, pero eso es un burdo amañamiento. Todos sabemos –porque somos marxistas, precisamente– que en los sectores de economía privada, ya sea del emprendedor local o del inversor extranjero, la desigualdad la provoca el hecho de que hay alguien que se apropia del fruto del trabajo de otra persona. En tales espacios, la ganancia consiste en la plusvalía que se arrebata a las personas asalariadas. Y mientras más y mejor trabajen –produzcan– abajo, más rápido y más alto suben arriba, y menos igualdad habrá.

Ahora el choque no será solo con el extranjero, sino también con los ¿pequeños? capitalistas locales del cuentapropismo, y con los candidatos locales a ejercer el “derecho” de poner una empresa mixta con el Estado. Quienes se empleen allí tendrán otras cosas, pero nunca igualdad con quienes les explotan. Mucho menos gozan de la misma libertad de aquellos, si ni siquiera pueden alterar la relación de explotación.

“es modestia, desinterés, altruismo”. Todo el mundo sabe que, en la concepciones que expresaba de Fidel, la persona trabaja así, desinteresada, altruista, sin pensar en sí mismo sino en aportar a la sociedad. La Conceptualización describe un giro de 180 grados y basa el trabajo de la persona en su interés por elevar su nivel de vida, progresar, adquirir mercancías y demás medios de vida material. No digo que yo esté de acuerdo con lo primero o lo segundo; digo que no se puede estar con los dos al mismo tiempo.

Y claro está, quien explota trabajadores en un negocio particular o una empresa mixta no lo hace guiado por esos principios de desinterés o altruismo. O el lobo de Caperucita era un incomprendido, que solo quería ayudar a la abuelita a cruzar un trillo escarpado que hay allí, en el medio del bosque.

Resumo, que todavía no he dicho si creo que es mejor el lado marxista, martiano y fidelista, o si es mejor el lado de la Conceptualización. Pero creo que he demostrado que no son lo mismo, ni parecido. Que quienes hicieron los Conceptos, por tanto, mienten al decir que sí lo son y que, gente inteligente que debe ser, saben que mienten. Y en gente que miente, no se debe confiar.

[1] Fecha del inicio del proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos