Por: Marcelo “Liberato” Salinas

AFL

En una mañana muy nublada en los días finales de octubre, salí de la casa de los compas de Bristol rumbo a Edimburgo. Gracias a C., ella me condujo en un pequeño auto hacia la estación de trenes y por el camino conversamos sobre el encuentro de la noche anterior y otros temas que quedaron pendientes. A pesar de lo difícil que me resultó en un principio entender su inglés, muy marcado por los giros y los tonos comunes del hablar cotidiano del lugar, dos días después ya la entendía mucho mejor y podía sentir la calidad de persona que tenía delante y comprender que ella es uno de los pilares afectivos  del grupo de la Federación Anarquista en Bristol.

Había poco tiempo para alargar la inevitable despedida, le pedí a C. que transmitiera mis más cálidos saludos a los compañeros, con fervor nos abrazamos y me dirigí al andén en que abordaría el tren hacia Edimburgo, en Escocia.

El viaje lo recuerdo largo, deben haber sido alrededor de siete horas. Llegué de noche a Edimburgo y  de ahí hice un pequeño viaje de 35 minutos a Stirling, antigua villa de la Escocia medieval, donde cálidamente me recibió D.,  compañera de la Federación Anarquista en la ciudad. Ella estaba muy feliz de recibir a un compañero cubano. En su casa dialogamos largamente junto a su madre, veterana militante, admiradora desde su juventud de la obra social de la revolucion cubana y muy atenta a mis observaciones sobre la evolución de la realidad actual en la Isla.

Fue un diálogo inolvidable en muchos sentidos para ambas partes.  A ellas les permitió conocer de primera mano la mirada y lo que hacemos los pocos compas anarquistas en un país como Cuba. A mí se me hizo posible conocer, entre otras cosas más, cómo la dura experiencia de una compañera aquejada de una compleja enfermedad psico-motora le abrió las puertas a una percepción anti-autoritaria de su realidad, en la cual vive dentro de un entramado de compulsión directa e indirecta, administrado por el gran benefactor estatal y su cuerpo médico oficial, para que consuma unos medicamentos que su cuerpo siente que alteran los mecanismos de autorregulación que ella se ha creado.

Hablar largamente con D. y su madre me recordó constantemente a M., otro entrañable compañero nuestro en España, aquejado de una bipolaridad con la cual ha sentido, desde lo profundo de su ser, la necesidad de enfrentar y buscarle alternativas liberatorias a una sociedad que, cuando se da el lujo de organizar los alabados  sistemas de salud públicos integrales, le muestra a sus enfermos en general, y a los enfermos mentales  en particular, los lados más autoritarios, hipócritas y adictivos del sistema, obligándolos a tratamientos médicos que destruyen la dignidad de sus personas.

Estas son algunas de las huellas pervivientes del espíritu de las workhouses o simplemente Institutions, centros estatales de reclusión correccional altamente centralizados, creados por el Estado británico en el contexto de la llamada Revolucion Industrial, inicialmente para personas pobres desempleadas, los llamados “mendigos robustos” y luego ampliados hacia todos aquellos con poca disponibilidad para integrarse al nuevo orden moderno. Establecimientos que con su nefasta historia llena capítulos enteros de la literatura producida en ese país.

Esa  experiencia de las workhouses o Institutions la vivió en carne propia en su infancia en el East End de Londres, el gran Charles Chaplin, su hermano Sidney y su madre a fines del siglo XIX en estos establecimientos de caridad oficial, en medio de un entorno de miseria industrial y brutalidad popular, primero en el asilo Lambeth, después en el Hanvell Orfanage School y después en el Norwood, lugares que en las memorias de Chaplin los recuerda con nitidez como orfanatos con pretensiones educativas de tremenda disciplina, donde los niños sufrían castigos corporales que los podían llevar a la enfermería, envueltos en un denso ambiente de infortunio, soledad y encierro.

No es casual que en esa misma zona del East End londinense fuera el escenario de los terroríficos crímenes del todavía anónimo Jack el Destripador, tomando por víctimas a prostitutas pobres de esa zona. No sería ese anónimo sujeto uno de los atormentados niños que vivieron en aquellas Institutions…?

Frente a todo ese mundo de violencia y envilecimiento de la vida individual y colectiva, la obediencia, la rutina, o la sumisión, fueron algunos de los principios que promovieron esas instituciones cerradas, las cuales paulatinamente fueron replicadas por todos los Estados con pretensiones modernizadoras en instituciones supuestamente abiertas  como las escuelas, la administración pública, las empresas,  las familias patriarcales, que fueron asumiendo aquellos mismos principios de las workhouses, creando el ambiente propicio para lo que el doctor Russell Barton definió como la “neurosis institucional”, contra la cual nuestros compañeros D. y M. combaten cotidianamente… y también por eso son anarquistas.              

II.

Después del largo diálogo nocturno con D. y su madre, a la mañana siguiente nos dirigimos en tren hacia Edimburgo, para encontrarnos con los compas de la Federación en esa ciudad. Allí, en la Scottish Radical Library, nos recibieron cálidamente tres compañeras que estaban ese día al cuidado de la librería. En unas pocas horas allí, tuvimos diálogos variadísimos e inolvidables en un espacio que sirve como pequeño nodo de una red asociativa bastante variada.

Como parte de esa red allí también conocí la experiencia de trabajo de la Edimbourg Coalition Againt Poverty, que en el mismo local de la librería tiene una activa cooperativa de consumo de productos orgánicos locales y también importados de Chiapas, el norte de Guatemala o de Colombia, que permite también la comunicación directa de experiencias de todo tipo a ambos lados del mundo.

Sobre el mediodía D. y R., otro valioso compañero de Edimburgo, me acompañaron a buscar por la ciudad donde comprar una tarjeta para llamar a mi familia en Cuba, lo cual sirvió para conocer de cerca la personalidad de la famosa urbe escocesa, en las márgenes del rio Forth. Una metrópoli con un gran número de construcciones históricas y patrimoniales, que le permitió obtener en 1995 a la ciudad vieja y a la nueva, la condición de Patrimonio de la Humanidad. Actualmente es el centro económico más dinámico de Escocia, siendo una fuerte plaza del capital financiero, históricas universidades de proyección internacional, variadas modalidades de turismo, así como la histórica industria de cervezas y alcoholes, con el emblemático whisky escocés.

Este es el sustrato material que en buena medida ha revitalizado el nacionalismo escocés, tema que por supuesto salió en los diálogos con D. y R. mientras recorríamos la ciudad. Especialmente R. ahondó en este fenómeno de masas y como se ha convertido en una tapadera efectiva para todas las cuestiones problémicas que aquejan a esta sociedad. De forma tal que cualquier enunciado crítico en ese contexto es respondido con el tópico dominante de la independencia del Reino Unido como solución a todos los cuestionamientos, lo cual ha redundado en un considerable decrecimiento de la escena radical y anti-autoritaria en particular en la región.

Alrededor del temprano anochecer fuimos a la Leftist Book Fair de la ciudad, que estaba sesionando a poca distancia del local de la Scottish Radical Library. Comparándola con la Anarquist Book Fair de Londres, por supuesto que esta se me mostró más pequeña y menos animada, además de que ya estaba en sus finales, pero presencié una interesantísima sesión de diálogo abierto sobre historia del fascismo, sus expresiones extra europeas y actualidad del asunto en el Reino Unido y en Europa.

No desperdicié  la oportunidad para intervenir y hablar sobre el desconocido partido fascista cubano ABC, tan ignorado como influyente en la política cubana después de 1934, con su “Manifiesto a Cuba” redactado por Jorge Mañach, Joaquín Martínez Sáenz y José F. Martí, hijo del Héroe Nacional José Martí. Su indumentaria verde olivo, su culto a la juventud, a la nacionalización del Estado y a las concentraciones de masas, a la mística del guerrillero urbano,  a las acciones directas armadas, todo ello sería muy influyente en los grupos universitarios que iniciaron la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista en los años 50 y que hoy forman parte de la élite del poder en Cuba…

  Mientras tanto,  la tarde de Edimburgo avanzaba y los transeúntes en la ciudad nos hacían ver que estábamos a 31 de octubre, noche de Helloween, celebración histórica por estos lares, un sábado… en fin, toda una conspiración para que el encuentro con mi presentación que habían planificado  los compas en el Scottish Radical Library tuviera una baja asistencia…

Pero alrededor de las 8 de la noche fue llegando un animado grupo de compañeros que fueron haciendo un ambiente nutrido en el local, que finalmente se hizo animado y comenzó mi presentación de alrededor de cuarenta minutos, a lo que siguió una sesión de preguntas, comentarios y sobre todo interesantes observaciones comparativas de un variado auditorio donde había compas de Grecia, Alemania (ex RDA) además de los locales. El encuentro fue disuelto por voluntad colectiva de los presentes sobre las 10:30 de la noche.

III.

A esa hora salimos a llevar a D. hacia la estación de tren rumbo a Stirling, en una despedida que siempre llevaré en mi corazón. De ahí tomamos rumbo a una céntrica avenida de la ciudad, un pequeño grupo compuesto por el más joven de los alemanes, S. el griego, R. mi anfitrión en Edimburgo y yo, con la no declarada intención de encontrar un bar…

Dos rondas de cervezas polacas, mexicanas y locales fueron el máximo permisible de nuestros bolsillos para financiar un diálogo que rápidamente tuvo por  centro de la conversación algo que en los medios antiautoritarios cada vez se le viene prestando más atención: la gentrificación, una palabra de origen inglés con la cual se están definiendo los procesos  de remodelación de la fisonomía de la vieja ciudad industrial capitalista, con sus espacios clasistamente diferenciados, sino también el tejido social de lo que en los siglos XIX y XX firmemente se podían definir como los “barrios obreros”.

En estos lugares donde antes se podían encontrar significativos niveles de solidaridades, afinidades populares y usos escasamente mercantilizados de espacios públicos y domésticos, casi siempre precarizados, pero cálidos, modelados por la convivencia de personas y familias en común situación de trabajadores asalariados, frente a un antagonista externo visible para todos, hoy están siendo invadidos por nuevos intereses que ven esas áreas de la vieja ciudad industrial como escenario de nuevas inversiones en viviendas o servicios lucrativos para clases altas o para el negocio de las industrias turísticas, expulsando a los viejos inquilinos hacia zonas y experiencias de vida no sólo más precarias aún, sino también más aisladas y desarticuladas en el espacio de la ciudad.

En los medios académicos más comunes el debate en torno a este asunto ha ido diversificándose, pero centrando la atención en las causas, modalidades y fases  de este proceso y analizando si las razones de este proceso se originan en las demandas de una nueva clase media y una nueva economía de servicios o en una  nueva oferta de inversión para los mercados de capitales, sobre lo cual se puede encontrar un buen resumen en Wikipedia 2014.

Para nuestro compañero D. el griego, que compartía mesa con nosotros en la cervecería de Edimburgo, este asunto de la gentrificación, según su experiencia desde el movimiento anarquista que existe en Atenas, es otra expresión muy concreta de la simbiosis y unidad de intereses entre los Estados y los Capitales, sean globales o nacionales, puesto que si los Capitales están encontrando un nuevo espacio de capitalización para sus dineros, los Estados están hallando una prodigiosa metodología para la desarticulación de los activos residuos del entramado social popular, casi siempre antagonista a las formas de dominación existentes y a los avances en la mercantilización de la vida cotidiana…

Uno de los secretos de la contagiosa revuelta griega de 2008 nuestro compa heleno lo veía ahí, en un barrio como Exarchia en el centro de Atenas que conservó el tejido de sociabilidad que permitió activar redes de confrontación ante el sistema y de confianza entre los vecinos, donde los anarquistas lograron arraigarse décadas antes.