Por Pedro Manuel González Reinoso

Leo un reporte en la web del Proyecto Arcoiris que indica que en Colombia han matado a 15 personas como consecuencia de las tóxicas fobias sexuales /crímenes de odio. Todas en breve período.

Un país por fin hoy en proceso de paz guerrillera que paradójicamente está discutiendo en su parlamento si aprobar también el matrimonio entre iguales. Para sumarse al positivismo mundial y avanzar.

No suele el cubano promedio enterarse de cuando victimizan a alguien en su propio territorio por las mismas razones con que otros vociferan sus miserias. (O sus conquistas).

Tiene que tratarse de un ave nacional que haya causado gran revuelo al fenecer para que la prensa estatalista apenas lo gorjee. Así los casos de Tony Díaz (teatrista) y Miguel Navarro (actor) entre otros asesinatos cometidos “por amor”. Dios sabrá a qué.

Para que al pobre trans, apedreado en Pinar del Río recién por imberbes apóstoles de la ira, le hicieran justicia, se tuvo que armar tremenda gritería. De lo contario, si te he visto…

Comparando parlamentos, el nuestro ¿ha perdido? el habla (y el voto) en temas de leyes, códigos, revisiones, respetos, reconocimientos y dignidades propias del “otro”. Más un etcétera impronunciable.

Allá el CENESEX con sus luengas “propuestas”. Por suerte, aquí ya ni resta paz por firmar.

Ayer Telesur estuvo remarcando en todos sus noticiarios, como topic trendings en Twitter, el asesinato de un león a manos de un descocado ciudadano norteamericano. Digno de mundial repulsa.

La TV isleña se hizo eco, solidariamente, con el félido occiso. Y la familia zoo(i)lógica ha quedado en deuda pro latinoamericanista. Porque en su país, la gente ni caso hizo.

Basta que en los EE UU suceda cualquier evento feroz –sea con personas, animales o plantas– para que nuestras antisépticas emisoras encuentren sustrato existencial y sus comentaristas salvación. Se exime en ello a los transgénicos que –sin prestar atención– hemos vuelto tan nuestros. Y hasta conseguido sabios apoyos.

En Villa Clara (Caibarién) masacraron a una persona este 22 de julio, tenía 58 años, se llamaba Leandro Roberto Medina Hernández, era muy buen gay y mejor tapicero. Su conducta socio-laboral era, además, irreprochable.

Le martillaron el cráneo presuntamente varios examantes despechados, le cercenaron miembros, arrancaron prendas y hasta dientes de oro con alicates y saña. Los ávidos imbéciles robaron lo peor de todas sus pertenencias.

A Medina lo conocía nada más la gente simple de esta aldea de pe(s)cadores salvavidas.

Todos los días emerge una ola de violencia, odios y atracos en una villa ayer en calma que atiende y entiende exclusivamente a las de su bahía.

Ninguno de los agresores supera los 25 años. Son hijos, pues, post período tormentoso.

A estas alturas saben del crimen quizá los del pueblo, de boca en boca, porque hasta mañana, cuando se cumpla –parece– la misa obligatoria de los 9 días cristianos en reposo, la autoridad no dirá palabra pública.

Y lo hará dirigiendo al territorio, a través del telecentro local que tiene potencia de alcance hasta 1 km de radio. Se intuye que a nadie más allá ha de importar.

El resto de la Isla continuará ignorando lo que suceda al vecino. Cuando no se trate del norteamericano.

A ambas tareas humanas, las de eliminar e informar, se les suelen llamar: “misiones profilácticas”.

En Caibarién, y Julio 30 del 2015.