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Por Jimmy Roque Martínez

HAVANA TIMES – Ha pasado más que dos semanas desde el anuncio del inicio de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Se ha escrito desde muchos puntos de vista, hay acuerdos, desacuerdos y sospechas.

Por mi parte, me alegra que las relaciones entre los dos Estados se estén normalizando, pues en principio debería representar un mejoramiento en la calidad de vida de los cubanos, en su bienestar. Debería terminar con el sufrimiento y la desunión entre las familias, provocados por un diferendo entre Estados.

Debemos celebrar este hecho; no obstante, debemos estar atentos.

Raúl Castro, desde que le fue dado el poder, expresó su disposición de dialogar con el gobierno estadounidense. Ha venido dando pasos que apuntan hacia una transición capitalista en la isla, privatización, disminución de la asistencia social, aumento de la edad de jubilación, pérdida de derechos de los trabajadores.

Ha realizados cambios que preparan al país para la inversión extranjera y el comercio: nueva Ley de Inversión Extranjera, creación del mega-puerto del Mariel, y otros.

Sabiendo que el público norteamericano pronto llegaría, se ha ido preparando para el turismo, creando nuevas instalaciones hoteleras, campos de golf, la Bahía de La Habana como puerto de cruceros.

Ha dado pasos como la liberación de algunos presos políticos, la disminución de actos de movilización masiva contra el imperialismo yanqui, y la modificación de la Ley Migratoria.

La Unión Europea, China y Brasil se han dado cuenta del derrotero cubano, y cada día fortalecen más sus presencias en la isla. Todo, a pesar del bloqueo-embargo.

Estados Unidos, por su parte, se ha quedado fuera de la repartición del país, y no puede dejar pasar este momento. Demorar más en entrar en el juego podría ser muy perjudicial para sus negocios. La fruta ya está casi madura.

Para el gobierno de Obama, este cambio de política es solo una modificación de su táctica, mientras su estrategia sigue siendo la misma: una política injerencista, de apropiarse de Cuba, de imponer sus empresas, de imponer su política y su modelo de democracia.

La historia de esa nación norteamericana no demuestra que sean ellos los hermanos buenos que ayudan a los pueblos desinteresadamente. Me preocupa que algunas personas puedan justificar los medios para lograr un fin.

Cambiar un régimen autoritario por otro tipo de represión impuesta por una potencia extranjera no me parece la mejor opción.

Aprovechemos la relación, pero muy atentos. Son dos Estados peligrosos y un pueblo despolitizado, necesitado, autocensurado y censurado, ansioso de cambio (el que sea), sin pensar las consecuencias.

Nadie sabe cuál será el futuro. Se espera lo mejor, pero para que eso suceda hay que estar atento, se debe fortalecer la sociedad civil, pero sin injerencias, sin imposiciones.

El año 2015 parece será decisivo en el futuro del país; futuro que no debemos confiar a ningún Estado, aun cuando este tenga el poder. Nos toca estar atentos para responder. El bienestar y la libertad no están garantizados. Como dice la declaración del Taller Libertario Alfredo López: “El imperialismo norteamericano sigue en pie. El autoritarismo cubano sigue en pie”.