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actualización del modelo económico, Código de Trabajo, economía socialista, envejecimiento poblacional, Luis Rondon Paz, Marino Murillo, natalidad
Por Luis Rondón Paz
Hace varios días se ha venido transmitiendo por la televisión cubana, de forma diferida, lo que sucede en el Palacio de Convenciones en torno al nuevo Código de Trabajo, el plan para el próximo año y otros temas de vital importancia para el desarrollo económico y social del país.
El pasado jueves, Marino Murillo (en su reaparición) habló de la futura desaparición (¿cuándo será?) de la doble moneda, el experimento parcial y la polémica creada a partir de la rápida cancelación de los Cines 3D y la compra venta de artículos textiles…
Por diversas vías recibí criterios no muy positivos de este personaje y lamentablemente, ello condicionó en mi imaginario el nacimiento de una imagen no muy alentadora sobre él. Para colmo, las dos últimas veces que le vi en público no me agradó para nada el modo en que se proyectó, porque su discurso se prestaba a diversas lecturas…
Mucha gente se preguntaba si tiene que ver con el “posible” nuevo capitalismo y la “nueva derecha” en Cuba. Hubo especulaciones muy simpáticas en torno a si el sujeto era un agente de la CIA o si se postularía para una plaza como director en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Porque el tipo era insoportable, nada carismático, decían algunas personas…
En fin, chistes de mal gusto… reflexionaba al respecto sin olvidar que, con el historial de máscaras de papel maché, peces gordos con ciguatera y dioses rotos en el país, uno cualquier cosa puede pensar… no digo que este sea el caso, pero la paranoia y la desconfianza, es todo lo que tenemos, lamentablemente Fouché está de moda en Cuba.
Mientras miraba la televisión, recordaba cómo días antes platiqué sobre el tema con un trabajador gastronómico por cuenta propia sobre el rumor:
-Mira que la gente inventa. ¿Así que el susodicho se fue del país con 50 millones y había dejado al país embarcado? Hombre que eso es mentira -le espeté-, si fuera así ya me habría enterado, incluso habría salido por “el otro” canal educativo.
-Es verdad, un vecino mío me peleó y todo afirmando la veracidad del caso – respondió mi interlocutor.
-En estos casos es mejor investigar a fondo, recuerda que aquí como tenemos una prensa oficial “muy buena”, la otra se encarga de manipular la información (digo ¿las dos?) y crear globos (falsas acusaciones, que lamentablemente en algunos casos han resultado ciertas).
Él no me agrada, pero lamentaría mucho que, como están las cosas… ¡Sería el colmo de los colmos! En fin. Seguro que todo fue una mala jugada de Radio Bemba -concluí.
Esta vez “el sujeto” se ganó un voto de confianza. El pasado 20 de diciembre su intervención fue objetiva y concisa. Se pudo ver con datos “tangibles” la planificación sobre qué se va a hacer y lo que falta por hacer en los próximos días, meses y años. Puso sobre la mesa “entre líneas”, que existe un problema real en torno a el envejecimiento, “es inevitable”, dijo.
Pero para que las mujeres se reproduzcan debe existir condiciones económicas y sociales que garanticen una reproducción coherente con las condiciones que enfrenta la sociedad cubana.
Las estadísticas que se mostraron sobre la natalidad podría especular que son mucho menores. El número que citó Murillo, pienso una parte es producto de familias disfuncionales (embarazo no deseado y uniones por convenio, entre otras razones)
Por muy duro que sea admitirlo, al desarrollo de la sociedad y la economía no aporta mucho (más bien quita, pero ¿de quién es la culpa?), son el resultado del mal funcionamiento del engranaje institucional en su gestión para la mejora en calidad de vida de las y los ciudadanos.
El tiempo se nos está acabando, que bueno que allá arriba estén conscientes de ello y se esté tomando parte en el asunto.
De todo esto, me alegro que se estén dando pasos adelante, que se han cometido errores.
Espero que todo lo que se ha discutido en el Palco sea guiado con el entusiasmo que merece el proyecto socialista, y se continúe avanzando para una sociedad mejor.
Como dijo un amigo:
-Oye, allá dentro hubo tremenda bronca
-Bueno, eso es síntoma de democracia -le respondí.
-Ahora hace falta que se lleve al terreno como se acordó y no se engaveten las ideas.
-Ojalá que no, porque si es así, seguiremos como los peces en la nevera, mal viviendo del invento…
-Ya veremos…
Excelente este post de Errnesto Morales Licea:
«En Cuba, huelen diferente. Sudan, sí, y se queman un poco con el sol, también. Pero son distintos. Ellos huelen bien. Sus perfumes son franceses. Sus palabras son distintas: ellos dicen «man», y «brother», y aprendieron al vuelo el cántico comunitario al hablar, que es esa simpática entonción anglosajona mezclada con el Español más folclórico de Hialeah. Ellos gritan a toda voz, en La Habana, que son la nueva clase. Esa que pasea medio mundo, y sobre todo: la que sí conoce aquel puente de mangas largas de Manolín: solo ellos viajan las dos direcciones. En vuelos de American, dejando sus Audis y Mercedes a buen resguardo en La Habana, mientras -¡oh maravilla!- en Miami les espera un llamado representante, dos llamados productores, tres llamados promotores, cuatro llamados publicistas, y setenta y siete jovencitas con el cerebro y las tetas debidamente ensiliconados: son un espectáculo en pleno Miami International Airport. Un regalo visual para las hormonas, un bochorno para la identidad. Y cuando por fin llega el distinto, el artista, ese superhombre de cabello multicolor que en breve correrá al Westland Mall a devorar sus espinacas, su criptonita (ese su alimento llamado, cariñosamente, pacotilla: Armani Exchange y Mikino, buy one get one 50% off), en ese momento las setenta y siete muchachas ejecutan una suerte de coreografía basada en grititos, desmayos encartonados, y setenta y siete iPhones enviando sobrecargas a Instagram en el acto. Pero la mega-estrella (que ya sabemos, canta reggaetón, o más refinado aún: bachata urbana; o mejor: urban music, dizque ellos) debe aprovechar su tiempo: seis días de compras para sostener el status en su apartamento de Malecón, dos funciones que, da lo mismo el pequeño night-club que sea, cuando ellos lo cuenten en La Habana, de sus bocas saldrán adjetivos ciclópeos. Jamás el Madison Square Garden ha sido descrito como dos reguetoneros de turno hablan de Aché en un parque de su municipio 10 de Octubre. Y ellos, la nueva clase, los turistas del puente de Manolín en dos sentidos, regresan a Cuba no sin antes haber repetido, una y otra vez, hasta el cansancio, ese apotegma bendito que todo lo resuelve y es como un paño que limpia sudores de la frente: «Yo no hablo de política, mi hermano». Eso, si algún impertinente les pregunta, cámara y micrófono en mano, qué creen de esos temas tan baladíes, tan prescindibles para ellos -¡oh estrellas mediáticas!- que son la falta de libertad de los cubanos, la falta de calorías de los cubanos, o la falta de perspectivas para los cubanos. La evasiva será la de siempre: si los espejuelos oscuros no les cubrieran el único porciento facial que las patillas y los flecos multicolores del cabello dejan libres, podríamos ver en sus ojos una expresión displicente y cuasi enojada. Siempre con una condición: que la pregunta sea formulada en Miami. Si surge al otro extremo del puente, todo cambia, el rostro se les ilumina, y de sus gargantas privilegiadas para el arte del perreo emanan respaldos inclaudicables a la causa del PCC. Y si sus músicas amenizan un acto de repudio dominguero, con cerveza de termo y sol tropical, a eso le llaman cubanía, y qué más da. Ellos son otra cosa. Ellos son la nueva clase, un derivado orgánico del Hombre Nuevo, que anda en Audi y compra en las rebajas de Mikino, y dice «brother» y «man» con entonación comunitaria, y para quienes cantar en La Habana o Miami siempre será lo mismo… siempre que se recuerde que ellos, en Miami, no hablan de política, mi hermano.»