Etiquetas
alternativo, autoritarismo, Buró Político, burocracia, censura, cine 3D, ciudadanía, consenso, consumo, control ciudadano, crítica, debate, democracia, derechos humanos, espacio público, Estado, estado de derecho, juegos electrónicos, libertad, libertad de expresión, polémica, reformas, sociedad, sociedad civil, trabajo por cuenta propia, Víctor Fowler Calzada
Por Victor Fowler Calzada
A la UNEAC
ICL
MINCULT
ICAIC
He leído con atención la nota oficial publicada en el periódico Granma el día 2 noviembre 2013 y en la cual se avisa de la decisión tomada por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros en cuanto a prohibir, con efecto inmediato, toda actividad de las salas de proyección de películas en 3D operadas por propietarios privados, así como de los salones de juegos de computadoras. El presente mensaje breve que les envío tiene que como objeto el expresar pese a que no tenga importancia alguna para algo que ya se decidió y aplicó- mi desacuedo con la medida, en particular todo lo que en ella propone -a propósito del consumo cultural – una suerte de oposición entre los conceptos calidad y banalidad dado las inquietantes consecuencias que ello tiene a nivel social.
Pienso que si bien cualquier Estado tiene el derecho y la obligación de regular y normar las actividades económicas que en el territorio que abarca son realizadas, ninguno lo tiene para decidir (y esto es de lo que principalmente trata el conflicto) cuál debe de ser el consumo cultural de sus nacionales. Al Estado le corresponde la obligación de facilitar una mejor educación y disfrute de la cultura realmente universales, durante la ejecución de sus proyectos esboza y presenta la meta de aquello que considera la virtud ciudadana respecto a la relación entre el individuo nacional y la cultura; pero como tal el Estado no es un maestro ni la sociedad un conjunto de estudiantes sentados en los pupitres de un aula permanente, sometido a exámenes periódicos de habilidad y temoroso de obtener bajas calificaciones o de una vez por todas suspender. Dicho de otro modo, el Estado es un enorme facilitador, no un juez severo (lo cual queda pasra el mundo sangriento de la guerra)..
Tan continuada insistencia en el tema de la banalidad, fantasma que en las más diversas intervenciones sobre cultura nacional aparece una y otra vez, hace pensar que en algún punto existe (o tendría que existir) algo así como el ser banal, especie de arquetipo negativo del consumidor cultural. En este punto, lo más difícil de entender (y aceptar) es que coexistiendo con el consumo cultural de (o con) calidad- igual debe de existir espacio de existencia para el consumidor banal.
En este sentido, ser banal es una más entre las opciones de realización que una sociedad sana tiene para sus sujetos y los individuos poseen todo el derecho a consumir, sin la interferencia del Estado, los productos culturales del nivel jerárquico que así deseen, en especial los del nivel más bajo desde el punto de vista de la estética. Esto último resulta fundamental, ya que la efectividad de una democracia se prueba en la capacidad de acción (de realización, de vida) que de manera concreta existe para aquellos portadores del límite negativo del proyecto.
Más allá de esto, y acaso lo principal, es que el fantasma de la banalidad fabrica una figura de supuesta alienación y que, prácticamente, equivale a un nuevo enemigo social, puesto que se trata de alguien que insiste en mantenerse externo a la supuesta corriente sana de la calidad en el consumo; entonces, contrario a ello, no sólo es necesario defender el ser banal como un derecho humano, sino denunciar la falsedad de establecer equivalencias entre la calidad del consumo cultural de la persona y el altruismo, sentido solidario y valor de su aporte social.
Se pierde la brújula cuando en lugar de orientar la discusión hacia la erosión de la solidaridad, los logros en el trabajo, la pérdida de amor o bondad en el trato entre las personas, el aumento del egoísmo, etc.- la energía se moviliza para extraer, de la calidad del consumo cultural, indicadores que alumbren la dinámica de los flujos sociales; como si la pregunta al reflejo pudiese sustituir el encuentro con el objeto.
Para mayor confusión, mientras que en una entrevista a Fernando Rojas, vice-ministro de Cultura (27/10/2013) este afirma que el Ministerio de Cultura estudia medidas que aplicar para que las salas 3D tributen a la política cultural de la Revolución, política cultural que Rojas señala que es una sola, en la nota oficial del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros (2/11/2013), apenas una semana más tarde, es ordenado el cierre inmediato de tales salas y nada deja entrever que vayan a ser reabiertas. Con esto, y por más que la nota insista en que la medida no constituye un retroceso en la nueva política económica del país, de forma implícita acaba de consagrar el principio de que ningún nuevo oficio tiene posibilidades de existir hasta tanto no sea imaginado y comprendido por las más altas autoridades político-económicas del país.
Vale la pena señalar que -a reserva de algún descubrimiento- las películas proyectadas en las salas de video 3D (he asistido a tres diferentes) son las mismas que en cualquier sala de video del circuito estatal o en la televisión. Realmente es difícil entender de qué se habla cuando de la intervención de Rojas se deriva que lo normal de estas salas de video 3D es promover mucha frivolidad, mediocridad, seudo-cultura y banalidad, lo que se contrapone a una política que exige que lo que prime en el consumo cultural de los cubanos sea únicamente la calidad.
Por desgracia, la ecuación entre frivolidad, mediocridad, seudo-cultura y banalidad en absoluto es clara en el presente en que vivimos y hace ya más de 20 años que un conocido teórico cultural llamaba la atención acerca de que, en modo alguno, un espectáculo de Madonna (trabajado a un altísimo nivel organizacional, profesional y tecnológico) podía ser considerado baja cultura; cuando un fenómeno como el Cirque de Soleil hace de ese viejísimo entretenimiento una nueva forma de arte; cuando la amplia gama que va de la computadora al teléfono digital cambia la comunicación, el entretenimiento e incluso las formas de producir y consumir arte; cuando el refinado arte de la ópera encuentra, gracias a la canción popular, nuevos públicos.
Todo ha cambiado, incluso las bases en las cuales encuentra su apoyo el diseño de las políticas culturales.
Las prohibiciones constituyen cierres que niegan todo camino al diálogo, tanto en el presente como en un futuro situado a distancia razonable (préstese atención a la fuerza que en la nota oficial cobra el adverbio nunca) y, al cortar esa posibilidad, de inmediato dirigen la intensidad del poder (la enormidad del aparato administrativo y discursivo que lo conforma) en contra de procesos, actitudes y cosas.
Lo sorprendente que presenciamos aquí es la deriva según la cual una política pública (en este caso la política cultural), de servicio, cobra autonomía y se constituye en un objetivo en sí misma, por encima de los cambios que hayan tenido lugar en la temporalidad; es por eso que, aunque débil e incompleta, alguna explicación es ofrecida en cuanto a la prohibición de las salas de video 3D, a la vez que practicamente nada es dicho acerca de la prohibición de los salones de juegos de computadora. En este punto queda la amarga sensación de que la retórica (vieja) ha sido incapaz de elaborar algún discurso coherente para enfrentar a la (nueva) realidad.
Al final, y esta es la parte más nociva de las prohibiciones, es que actúan como si lo único que existiese fuesen las normativas y el control de un lado, mientras que del otro el objeto o la práctica que eliminar; de tal modo, puesto que no se discute, queda privado de voz (sin que tampoco se le ofrezca respuesta alguna) lo que a mi entender- es lo más importante: la alegría. Dicho de otro modo, el hecho de que la cantidad de alegría que a diario se manifestaba en los lugares ahora cerrados (salas de video 3D y salones de juegos de computadoras) proviene de miles de personas concretas que allí gozaban de su tiempo libre, mis hijos, mi esposa y yo entre ellas. A estos les ha sido negado algo que, muy rápidamente, aprendieron a considerar como parte del disfrute y a cambio reciben absolutamente nada.
Puesto que, junto con todo lo hasta aquí dicho, es loable exponer a la más severa crítica pública todo producto cultural que estimule el racismo, el machismo, el sexismo, la violencia, la prevalencia del dinero y sus formas de generar dominación por sobre la amistad, la solidaridad o el amor, pienso que, entre otros muchos temas, varios de los que motivan la presente intervención merecen ser discutidos en algunas de las Comisiones que realizarán su trabajo durante el venidero Congreso de la UNEAC. Por tal razón comparto preocupaciones y dudas con quienes, como ustedes, son mis colegas. Es algo que hago con la convicción de que debemos de discutir mucho, pero no con las pasiones de la agitación y propaganda, sino con la desgarrada profundidad de la ciencia.
Nota de OC: Victor Fowler Calzada (La Habana, 1960). Licenciado en Pedagogía. Notable intelectual y escritor cubano. Premio Nacional de la Crítica, 1998; Premios UNEAC de Ensayo y Poesía y Premio Nicolás Guillén de Poesía, entre otros. Consultar más aquí.
Totalmente de acuerdo con Victor, en su atinada y comedida crítica a un acto de pura raigambre inmovilista.
«el Estado es un enorme facilitador, no un juez severo»
Con todo respeto, en Cuba siempre han separado con toda razón los términos de: estado y de gobierno.
Por esto el estado no está para facilitar sino para someter y apretar con severidad y mucha severidad. Es el gobierno, con sus ministros el gran facilitador de la actividad económica y del desarrollo del país.
Es completamente comprensible que el estado cubano, que es esclavista y trabaja para la destrucción de sí mismo, manejado públicamente por la familia Castro Ruz y su grupo no permita los esfuerzos individuales de dar un servicio aunque este tenga demanda en el mercado.
La dirigida sociedad cubana es esclava, está sometida a los dictados del estado y no a los del gobierno. El gobierno es trivial es solo una máquina que opera solo por y para los intereses de clase, de quienes tienen el poder real.
Tener a la población sometida y aplastada es uno de los objetivos del estado cubano castrista y eso lo han demostrado siempre con creces.
Dice el autor: «Al Estado le corresponde la obligación de facilitar una mejor educación y disfrute de la cultura realmente universales, durante la ejecución de sus proyectos esboza y presenta la meta de aquello que considera la virtud ciudadana respecto a la relación entre el individuo nacional y la cultura;»
Aunque no tengo a mano La Crítica al programa de Gotha de Carlos Marx, es en ese clásico donde podemos encontrar una respuesta a su enunciado cuando Marx plantea y espero no me falle la memoria: «¿quién educa al estado?».
La maquinaria del estado no es para educar, la maquinaria del estado es para someter y oprimir a aquellos sobre quienes esta maquinaria burocrática descarga sus poderes opresores.
Mientras no nos metamos en la cabeza que es necesario desarmar las estructuras esclavistas del modo de producción y opresión cubano, no se puede cambiar nada en Cuba.
Pero ojo, para cambiar esas estructuras solo será posible cuando los cubanos dejen de querer ser esclavos. Todos los cubanos tienen que cambiar su pensamiento y tienen que dejar de querer ser esclavos.
Como dicen los anglosajones, The Freedom isn’t Free. que significa que, la libertad no se da gratis. La libertad hay que lucharla y ese no parece ser el caso de las fuerzas productivas cubanas.
Mientras los cubanos no demuestren con creces que están dispuestos a desbordar sus contradicciones como fuerzas productivas en sus relaciones de producción y servicios con el estado esclavista, nada cambiará y si ocurre, tal y como van las cosas, solo será para peor.
En la sociedad cubana actual, los medios de trabajo y servicio, son monopolio de los dueños de la isla que detentan el monopolio exclusivo de la propiedad de los medios de producción y de servicio
Con esas ideas homosexualmente pacifistas que permean el pensar y sentir de los cubanos para sus amos patronos, nada cambiará.
Hablar de «consumidor de cultura» dentro de un proyecto socialista ya es el primer error. Hablar de «derecho humano a la opción banal» en ese Sistema ya es otro error entre muchos más. El Estado no es «un facilitador», sino la máxima autoridad RECONOCIDA EN LO POLÍTICO, ECONÓMICO Y SOCIAL. Si Victor quiere cambiar esos detalles, debe cambiar primero el Sistema, pero ahí seguramente no tendrá muchos seguidores. Y no los tendrá, entre otras cosas, porque dentro del Sistema que la isla persiste en construir, y con la anuencia de la inmensa mayoría de su intelectualidad, no se quiere fomentar a un individuo que «consuma cultura», sino que sea CULTURA; así tampoco se quiere fomentar a un individuo que opte por lo banal. Por supuesto que, en la realidad cubana, existen individuos que «consumen cultura» y que optan por lo banal. Perfecto, es su derecho individual, pero este derecho no obliga al Estado Socialista a favorecérselo. La discusión, si pretende ser discusión real dentro del proceso cubano,debería ir más bien por la aclaración de si la existencia -oficial o privada- de centros que favorezcan estos «consumos» y estas «opciones» tienen derecho a existir.
Recuerdo una vez, aun estando en Cuba, cuando el Período Especial, estuve de
guía extraoficial con un grupo de estudiantes de administración de empresas de
la universidad de Yale. ellos habían recibido conferencias de las fuentes oficiales
sobre varios aspectos de la economía y las empresas cubanas y estaban muy
confundidos, porque no lograban entender porque se tomaban una serie
medidas económicas y organizativas que ellos veían como contraproducentes a
los objetivos que supuestamente guiaban la economía del país. Cuando me lo
comentaron, les dije; Ah, es que ustedes no están analizando la cosa bien.
Ustedes parten de que el objetivo principal de la dirigencia cubana es la
productividad, la eficiencia, etc., como si fuera una super-empresa capitalista y
no es así. La clave es mantener el poder, ya a ese objetivo se subordinan todas
las decisiones. El profesor que los llevaba en miró por unos segundos y luego
dijo: «Armando, acabo de tener una epifanía…» Ahora todo cae en su lugar, yo
también estaba perdido.
Esto de las ropas y el cine 3D es lo mismo. Ambas actividades de por sí no son
gran cosa, pero si peligrosas semillas. En un caso, al libertad de importar (y
luego de exportar) pondría en jaque el control del gobierno sobre la economía y
en el otro, la extensión de medios de difusión privados, acabaría con el
(maltrecho, pero aun fuerte) monopolio gubernamental sobre la información y la
ideología. Esos son dos pilares fundamentales para mantener el control de
cualquier sociedad. No se puede dejar que se erosionen.
Ningún Estado en ninguna parte del mundo puede permitirse «la opción» de dejarse erosionar. Es el célebre bipartidismo de los países primermundistas. Pueden existir decenas de partidos, pero la victoria casi siempre, o siempre, se decide entre los dos que manejan los principales intereses económicos. Con dinero y las influencias del poder hacen lo que tengan que hacer por impedir una nueva entrada en cualquier aspecto de sus predios de interés. Para Cuba la cultura y el desarrollo cultural de sus ciudadanos es un gran punto de interés. No quiere «consumo cultural» ni «opciones a la banalidad». Es así, y para cambiar eso es preciso cambiar el Sistema, cosa bastante improbable dado el inicio de su consolidación internacional. El Estado Cubano, a través de las instituciones culturales creadas, fomenta su ideal o su política cultural. Así habría que ver la disposición cubana de que «nunca fueron autorizadas esas exhibiciones». Y así es igualmente en el resto del mundo. El Estado decide. Cuba empieza a ser un país «normal». Acaba de aprobarse en el Parlamento español, de mayoría conservadora, la declaración de patrimonio cultural como ley nacional a las corridas de toros, algo que fue abolido en diversas comunidades autónomas del territorio español impulsado por organizaciones de derechos de los animales. Pero como el Estado es la máxima autoridad, volverán las corridas de toros a los lugares prohibidos. En Francia, de gobierno «socialista» no se permite en las escuelas el velo islámico y se persigue a los gitanos. En Suecia, mi país, toda la cultura nórdica debe prevalecer por decisión constitucional. Entiendo que en Cuba, después de tantos años con un poder revolucionario, los cubanos no acaben de comprender las contradicciones que se dan entre el pasado y el presente en estos instantes de cambios radicales.
El gobierno cubano no está ni remotamente preocupado por la cantidad de “D” que tenga la tecnología cinematográfica, sino por la cantidad de información que trae un cine que no pasa por sus censores, información que viene a hacer hoyos en la gran red de mentiras que Fidel como obsesiva Ariadna lleva tejiendo desde hace 55 años. Las falsas informaciones, las tergiversaciones históricas, el desconocimiento por parte de las nuevas generaciones de los hechos y dichos “inconvenientes” del pasado y el olvido de las garrafales metidas de pata del comandante, componen la base de la ideología caduca que “sostiene” en equilibrio inestable a la revolución. Inestable porque depende de que la verdad se descubra un día por mucho que tarde. Lo de los cines se les fue de las manos a los diseñadores del plan de ocupaciones “por cuenta propia” en un país sin prensa independiente, con un solo partido, sin elecciones, con el mas absoluto control de los medios de información, con represiones ilegales permitidas u organizadas por el gobierno a quienes tratan de contradecir las ideas y orientaciones contrarias a las oficiales. El cine es información, aunque sea silente y la libre información es la pesadilla de los dictadores mentirosos.
Comencé a leer con mucho esfuerzo (es muy largo para internet, recuerden que en el capitalismo se leen blogs, facebook y otros en horario de trabajo). En fin que arrieagándome comencé a leer la carta y cuando llegué al segundo párrafo y leí esto me dije: Coño Víctor ya vas mal:
Pienso que si bien cualquier Estado tiene el derecho y la obligación de regular y normar las actividades económicas que en el territorio que abarca son realizadas…
Hay un error de conceptos aquí Victor (los problemas cubanos son casi todos de conceptos):
Ningún estado serio tiene derechos, los estados tienen funciones asignadas por los que le eligen. El estado cumple órdenes y actúa bajo mayor o menor presión y control que sean capaces de imprimirle los ciudadanos.
Derechos tenían las monarquías y eso es precisamente lo que inconcientemente has dejado entrever. En tu cabeza está ya enraizada la relación de súbdito hacia tu estado. Ellos tiene derechos, tú reclamas y sabes que tus reclamos no serán atendidos. E incluso te arriesgas a exponer en voz alta lo que los otros súbditos no se atreverían so pena de ver rodar sus cabezas como ocurre en toda monarquía que se respete, donde el monarca tiene además el derecho de cortar cabezas.
¿Quién dijo que todo está perdido? Yo, Cuba no tiene remedio, esa isla hay que vaciarla y comenzar desde cero, desde los indios. A lo mejor en la segunda vez nos sale mejor.
Yoyo, te puse un dedito pa arriba, a pesar de tener una objecion.. y es que es cierto que existe hasta el tuetano esa , no se sillamarle costumbre o que, de que nos debemos al gobierno, que el gobierno tiene derechos. Que mal estan en cuanto al conocimiento de como funciona una sociedad libre. Los gobiernos lo unico que tienen son deberes y obligaciones.. punto.
Sin embargo, la objecion viene aqui.. no, no hay que empezar a Cuba de cero.. este cancer se cura… se ha curado en otras sociedades que tambien llevaron años sometidos a el.
A veces el YoYo es conservador y otras libertario, como en este caso.
Hola Víctor, creo que dejé mi escrito en otra parte del OC, ¡estos mecanismos virtuales! había publicado en mi FB hace unas horas, sin haber visto tu carta. Lo dejo por las coincidencias y las que no. Con un abarzo de los 2 (El P & La RR)
La hora absurda de las clausuras
Por Pedro Manuel González Reinoso
La novedad es que ordenan en Cuba cerrar corriendo a los cines privados (en 3D y de todo tipo, que se supone proliferan) así como detener la reventa de artículos importados –nos valga sopesar si lícito o no, sea lo ofertado–, lo cual causa un nuevo malestar al presunto soberano insular, el que hasta ayer llegó a emocionarse con las pálidas “reformas” populistas del reordenamiento profesional anunciado, y amasó enseguida el talento y los dineros necesarios para darnos solvencia y placer combinados. O para el alma divertir. Y hasta el cuerpo saciar. Todo mezclado.
Conocí a un infante (un pionero, claro) hace poco en Centro Habana que estaba aguardando la fecha de su cumple próximo para que la familia le consiguiera los 4 cuquitos que le cuesta –o le costaba– la entrada a un sitio cercano, y lo llevaran a conocer el prodigio tecnológico de la sobredimensión luminosa de sus sueños. Era una promesa que demorará en cumplirse, no así sus años. La cara del pionero revisitado antier me hizo recordar a los mártires de Aracataca, cuando les propusieron ir a “desconocer” la existencia del hielo.
Estaba yo también a punto de ver un documental verdaderamente “revolucionario” sobre los temas sagrados del séptimo arte antes de morirme, y de improviso quedo lelo ante la extirpación mal explicada de los permisos otorgados a “cafeterías con proyecciones” –según aparece signado en el inventario de actividades autorizadas del listado gubernamental– cuyos propietarios, por supuesto, pagaron sus patentes en fecha, las consecuentes promociones etécsicas, extorsiones inevitables a moscones sanguinolentos y porcientos calculados con suma obediencia; incluidos el 10 extra a Don Eusebio Leal y su colgado casquete historiográfico, por casi un año de operar en regla, a manos de funcionarios incompetentes (parece), y que a pesar de los elevadísimos costos-ingresos para ambas partes y de las imparables afluencias del magnífico, se precipitó sobre “los (i)legales” al fin el pesado telón (de bagazo, se intuye, pues el acero escasea) como usualmente ocurre cuando algo desatornilla el engranaje totalitario y todo se resuelve pronto con un decreto masivo, desde lo altísimo. Los (des)órdenes ideológicos blandidos en la noticia esconden el verdadero octanaje de incompetitividad habitual que tiene el gobierno en esos terrenos tecnológicos de desventaja. Son caras las inversiones que se necesitarían para abrir uno oficial (explican) en donde se exhibirían filmes “aprobados” antes por su integridad filosófica de izquierda, correctos, constructivos, nada violentos (como sí lo es la sociedad civil) los que resultaran tampoco asequibles para aquel niño que creció añorando ver al capitán Nemo, a Hulk o Avatar (sus héroes) en resolución mejor que la que le regaló la TV nacional en su momento de tandas, visto en el Panda o el viejo Krim 218, cuando exhibirlos no constituía una debilidad fundacional ni educativa, amoldable en un punto al menos desgastado concepto del “nuevo hombre”. Si se han fabricado solamente hasta la fecha ciento y piquito de estos adelantos visuales contemporáneos –y que yo sepa ninguno porno o anticomunista existe en casa– ¿Qué habría de “peligroso”? ¿Walt Disney? ¿Cuándo veremos pues en 3D a Elpidio Valdés, a Clandestinos o a Guardafronteras?
Tal vez la solución para que los “sastres y/o modistos” oportunistas salten al estrellato fugaz tras el 31 de Diciembre –que es la fecha tope para “deshacerse” volando de la mercancía no elaborada con manos/máquinas propias–, sea la revisión y purga de los compradores de las bisuterías baratas que se ofertan en las lamentables tiendas recaudadoras de divisas, los que tan-poco hacen sombra ni en el saco ni en la chancleta mal habida a los primeros. Ni les harán.
Nos parece que no hay recursos ni argumentos sólidos del lado restrictor para esta desmesurada entrega de incertidumbre –por lo que tenga de contagioso con el resto de las permisibilidades que ahora tiemblan–; ¿Quién se atreve a asegurar que no cuestionarán mañana a los barberos porque intenten manipular con sus manos impúdicas las ideas que desde el subsuelo de la mente les inoculen sus usuarios vía peine? o ¿será que no existe voluntad real para erradicarlas cuando convenga, o pongan en peligro indemostrabilidades como estas (a tener bien claro que nada resulta más deseable para el humano mortal que lo muy prohibido) ni para compeler al pueblo a aceptar cualquier norma aunque resulte retrógrada? Siempre habrá un público mayor o menor para todo lo comercializable en este mundo desigual que pretenden en vano rasar, ¡y en este país carente de tantas cosas! máxime cuando se pierde de perspectiva nuestra azarosa y efímera estadía –de paso– bajo esta porción de cielo.
Las peliculitas y peliculonas norteamericanas o europeas de amplio rango sensorial y de mucha aceptación entre los visionarios afines en pleno siglo de las imágenes brutales, saturan el mercado futuro dentro y fuera. Entonces; ¿Clasifican hoy los tiernos videos nacionales de promos de humoristas pe$ados de la mercadotecnia, de artistas salseros y reguetoneros erotizados, todos dentro de la ultrajante “banalidad” dual de imagen y texto que se dice combatir a muerte desde el MINCULT? ¿Mirarán acaso sus comisarios los muestrarios rentabilísimos que se convidan en 23 y M, Lucas o Piso 6? ¿Qué dicen de los marchantes de mercancías y del pacotilleo salvador cuando se disparan ante las tiendas estatales que no tienen ni en calidad ni en cantidades artículos semejantes? Mas; ¿qué alternativa decorosa habrá para el entretenimiento sano en un país prácticamente sin cines ni abastecimientos estables de casi nada? La cruzada “purista” del laico estado nuestro para terminar con lo que se descentre de la ideología controlada del “bien demostrable” –como la idoneidad laboral en el (in)discutible código–, tendría que afrentar las concepciones dialécticas propias, como las de una Hannah Arendt descreída y sin medias verdades palpables.
Resumiendo: El gran perdedor en este (re)juego ético, estético y comercial va a ser, entonces, el cubano simple – “el de a pie”, como consideró el laureado novelista Leonardo Padura en un texto divulgado en Internet. También el estado desapercibirá brillantemente sus cuotas fiscales de antaño y los cubanos encontrarán luego el modo de burlar los cercos y abastecerse como puedan de todo lo faltante. No importarán a las autoridades las pérdidas irreparables que se sucedan en sus arcas o en nuestras vidas espirituales en el entretiempo, cuando olvidemos las otras, las precedentes por igual de breves, las que no se circunscriben –aunque lo quieran– a meros decretos políticos, culturales o comerciales de ocasión, sean al cabo rectificables o no, porque ostentan un rigor lógico paralizante que nos otorga la pertinencia en este ma(l)r de adversidades y de neurosis rutinarias. Las hay peores, y todos las conocemos. Entonces no nos desesperemos. Vamos a ver florecer en lo adelante –bajo pe$os insufribles– a la ilegalidad socialista y al clandestinaje, ese que ha sido tara honrosa en nuestra historia de dudosas consecuciones. Jamás aprenderán a ser sensatos los de siempre, con más de lo mismo.
Lo dijo José Martí, el visionario mayor: “Algo de lo que produce con eficiencia el socialismo, es a la burocracia”.