Etiquetas
1994, Antonio Álvarez Gil, autoritarismo, crisis, diáspora, emigración, escritores, exilio, intelectual, Isbel Díaz Torres, literatura, novela, poesía, Premio Vargas Llosa, Suecia, URSS
Isbel Díaz Torres entrevista a Antonio Álvarez Gil

Antonio Álvarez Gil al recibir en 2009 el Premio Vargas Llosa de Novela (Murcia, España) por su obra «Perdido en Buenos Aires»
Antonio Álvarez Gil es un multipremiado escritor cubano residente en Suecia. Tuve la suerte de conocerlo cuando yo era apenas un niño, aunque en realidad sabía más de su hija, a quien tenía de vecina, dibujaba primorosamente, y con quien aprendí algunas palabras rusas.
Lo cierto es que desde que obtuvo en Cuba el codiciado Premio David 1983, con su libro de cuentos “Una muchacha en el andén”, hasta el reciente internacional Premio Vargas Llosa 2009 por su novela “Perdido en Buenos Aires”, Álvarez Gil ha recorrido países, climas y circunstancias políticas diversas.
Durante su última visita a la isla pude conversar con el escritor, ahora de 66 años, y lo invité a compartir parte de sus consideraciones sobre la realidad nacional, la literatura, y su condición de miembro de la amplísima diáspora cubana.
IDT: Te fuiste de Cuba en 1994, un año crítico. El discurso oficial siempre hace énfasis en que la emigración cubana está determinada por problemas económicos más que políticos ¿Determinó el “período especial” tu resolución de asentarte fuera del país?
AAG: Está claro que aquellos fueron tiempos muy duros, en los que se pasaba mucho trabajo para llevar algo de comer a casa. Sin embargo, no podría afirmar que esa fue la causa exclusiva de mi marcha de Cuba. Desde hacía tiempo yo me sentía decepcionado con el régimen totalitario que imperaba (y todavía impera) en Cuba, con las políticas del gobierno en casi todos los ámbitos de la vida nacional. Y cuando comprendí que no podría cambiar el país, decidí cambiar de país.
Por otra parte, necesitaba libertad para poder expresarme y seguir desarrollando mi obra. Eso no era posible hacerlo en Cuba. Fue una apuesta arriesgada y difícil; pero si miras mi currículum y los títulos que he publicado desde entonces, convendrás conmigo en que no tengo motivos para quejarme. Sé muy bien que, de haber permanecido en Cuba, la lista de mis libros sería mucho más modesta.
IDT: ¿Has visitado la isla en otras ocasiones después de tu “salida definitiva”?
AAG: Desde mi salida definitiva, en 1994, he estado tres veces en Cuba. Ello ha sido en 1999, en 2002 y ahora, en enero de 2013.
IDT: ¿Has logrado siempre entrar y salir sin dificultades ni presiones?
AAG: Cada vez tuve que arreglar el pasaporte y solicitar el permiso de entrada en la oficina consular de la embajada cubana en Estocolmo. Nunca me han denegado el permiso. Es cierto que en un viaje a Cuba uno nunca puede estar seguro de que todo acabará bien. Esa sensación sigue siendo la misma a día de hoy, habida cuenta de que la Cuba actual no es un estado de derecho y que cualquier cosa puede ocurrirte allí. De todos modos, yo no tengo causas pendientes en Cuba, ni he cometido ningún tipo de delito, ni allí ni en ningún otro sitio.
IDT: Dijiste que en 1991 comprobaste que “en lugar de cambios y aperturas, lo que se nos venía encima era un país más totalitario y cerrado”. Han pasado 20 años. ¿Se asemeja Cuba hoy, a la URSS de 1989? ¿Es posible hablar de una perestroika cubana?
AAG: No creo que la Cuba de hoy se asemeje a la URSS de 1989. Allí existía una apertura real, una voluntad de renovación nacida en la cima del poder de entonces. La dirección del país, con Gorbachov a la cabeza, había decidido abrir la sociedad al mercado y a la libertad de empresa y de expresión. De eso en Cuba ni siquiera se habla. Los espacios que han ido ganando las voces disidentes han sido conquistados con mucho sacrificio, incluso con años de prisión de muchas de esas personas.
Por otra parte, sería absurdo negar que Cuba está cambiando, que actualmente existe un cierto espacio para la iniciativa privada. Pero nada más. Pienso que se han dado algunos pasos en la dirección correcta; pero mientras en el país no exista un marco legal que garantice la libertad de expresión y de empresa, mientras no haya prensa y partidos alternativos, no se podrá hablar de una apertura real en Cuba.
IDT: ¿Qué opinión te merecen las nuevas modificaciones en la legislación migratoria cubana?
AAG: Son algo positivo. No hay ningún motivo para impedir que los ciudadanos de un país puedan entrar o salir libremente de él, sea por el tiempo que sea.
IDT: ¿Te sientes beneficiado en algún aspecto?
AAG: La verdad es que no me he detenido a pensar si obtendré alguna ventaja a partir de los cambios. Pero lo importante es que el pueblo residente en la Isla se sienta beneficiado con ellos.
IDT: No eres un escritor marcadamente crítico del sistema político cubano, pero tu obra y tu postura pública no omiten los errores de la sociedad cubana después de 1959 ¿Cómo has logrado salvar los escollos que implica navegar por esas aguas traicioneras?
AAG: Siendo honesto y consecuente con mis ideas. No soy indiferente a la suerte de mi pueblo. Pienso que lo que ha ocurrido en Cuba durante este último medio siglo es una enorme tragedia. Y esa pena íntima es algo que llevo y llevaré siempre conmigo. Pero no soy un político. Soy un escritor con una genuina y marcada vocación para crear mundos de ficción. Esos mundos tienen con frecuencia que ver con mi patria. Trato de hacer mi trabajo lo mejor que puedo, de dejar una obra que pueda ser leída por mis compatriotas, si no ahora, al menos en el futuro que llegará algún día a la Isla.
Siempre que me entrevistan me preguntan por Cuba. Entonces digo lo que pienso en ese momento. Pero no hago de esto una profesión, aunque cada cual es libre de pensar y expresarse como mejor lo estime. Todo el mundo tiene, seguramente, sus motivos para ser intransigente, dialogante o, incluso, indiferente acerca del problema cubano.
Mis ideas sobre mi país pueden inferirse en mis obras de ficción; pero también en mis artículos de opinión publicados tanto en papel como en Internet. Te recomiendo mi columna “Escrito en Suecia”, que mantengo en cada número de la Revista Otro Lunes, dirigida por el colega y amigo Amir Valle desde Berlín. Sin embargo, no deseo militar activamente en ningún movimiento o partido político. Salí de Cuba para ser libre y quiero seguir siéndolo durante toda mi vida. Tengo mis propias ideas sobre lo que ocurre en la Isla y en el mundo; pero pienso que no es necesario mostrarlas cada día.
IDT: ¿Qué ha significado para ti vivir una gran parte de tu vida fuera de la isla?
AAG: Me ha permitido conocer varias culturas e idiomas, lo cual ha ampliado mi universo vital. El contacto con otros pueblos me ha hecho una persona mejor, más liberal y tolerante ante la riquísima diversidad humana. Cuba y los cubanos siguen siendo el objetivo de la mayoría de mis ficciones; pero el hecho de verlos desde lejos amplía considerablemente mi campo visual. Si alguien piensa que la distancia puede restar intensidad al modo en que percibo el alma de mi pueblo, podría leer cualquiera de mis novelas o mis cuentos para comprobar que se equivoca.
IDT: ¿Extrañas el sol de agosto?
AAG: El sol de agosto es difícil de extrañar, pues es insoportable. Pero extraño otras cosas, como el fresco mañanero, el verde de los campos y la elegancia de las palmas. Echo también de menos el ruido que entra por las ventanas, el trato abierto de la gente, algún partido de dominó y, sobre todo, el cariño de mis hermanas. Pero en la vida no se puede tener todo al mismo tiempo.
IDT: ¿Es cierto que el frío puede resultar deprimente?
AAG: No es deprimente en absoluto. Una mañana helada puede tener mucho encanto, sobre todo si la nieve brilla bajo el sol, como dice Alexander Pushkin en uno de sus poemas más hermosos.
IDT: Cuando piensas en tu familia cubana y en tu familia “rusa” ¿las englobas en una sola gran familia, o son cosas distintas?
AAG: Son diferentes, sobre todo ahora que vivo alejado de mi familia cubana. De todos modos, mantengo un excelente contacto con mis hermanas. Con respecto a los de aquí, la familia “rusa”, como tú dices, soy muy feliz con ellos y con sus respectivas familias.
IDT: ¿Compartes eso que alguna gente denomina “la suerte del emigrado”?
AAG: Quien emigra pierde el anclaje en su tierra; pierde familiares, amistades, cultura, tradiciones y tantas cosas más. Pierde su mundo. En el peor escenario posible, se ve obligado a vivir en otro idioma. Quien peor lo tiene es el escritor, cuyo instrumento de trabajo es, precisamente, el idioma. Son incontables los casos de colegas que, por este motivo, se han quedado de repente “mudos” y han visto naufragar su carrera. Pero si uno tiene vocación por lo que hace, si trabaja fuerte, tendrá siempre la oportunidad de salir adelante, sobre todo si en el nuevo país puedes obrar con libertad.
IDT: Entonces, has experimentado el desarraigo, la pérdida del sentido de pertenencia.
AAG: Eso es cierto, pero también lo es que mis raíces se han extendido por otras tierras. Siempre digo que tengo una patria, pero cuatro países (Cuba, España, Rusia y Suecia). Extraño todavía muchas cosas de Cuba, y pienso que siempre será así. Pero sé también valorar lo que me ha dado la vida fuera de Cuba. Si comparo ambas partes de la ecuación, el saldo es muy positivo.
IDT: ¿Cómo has incorporado las conquistas del movimiento feminista a favor de las mujeres en un país tan adelantado en este sentido como lo es Suecia?
AAG: Suecia es un país de vanguardia, en extremo moderno. Aquí uno se contagia de las últimas tendencias sociales y comprende que en otros sitios falta mucho para llegar a una sociedad realmente igualitaria. Es muy difícil vivir en Suecia durante tantos años y no compartir esas ideas. Ojalá algún día prendan también en Cuba. Sin embargo, en este país también quedan rezagos de discriminación de la mujer, sobre todo en algunos aspectos de la vida laboral, como el salario.
IDT: ¿Qué aspectos del sistema político-social sueco consideras posible aplicar en Cuba?
AAG: La lista sería demasiado larga; pero cualquiera de los muchos beneficios de la política social en Suecia serían muy bienvenidos por el pueblo cubano. El problema es que para eso el país necesita producir riqueza. Primero hay que producirla y luego pensar en cómo distribuirla.
IDT: Con tu hija aprendí mis primeras palabras en ruso, y siempre me pareció un idioma brillante ¿Tu espíritu creativo puede expresarse tanto en español como en ese idioma? ¿Cuál prefieres para los textos de ficción?
AAG: No es lo mismo manejar un idioma que dominarlo hasta el punto de poder escribir un texto literario de cierto valor intrínseco. Yo uso el español para escribir mis ficciones porque es el idioma que mejor domino. He emborronado algunas cuartillas en ruso; pero las he perdido en el camino.
IDT: Soy gran admirador de la obra de Tolstoi, Chéjov, Dostoievski, Turguéniev, incluso Gorki y Shólojov. A muchos de ellos los conocí en libros que estaban en casa de tu hermana, asidua lectora de la literatura rusa. Sin embargo, nunca encontré allí “El Maestro y Margarita”, de Bulgákov ¿Qué autores rusos conociste durante tu estancia en la ex-URSS que nunca viste publicados en Cuba? ¿A qué se debía eso?
Que yo recuerde, el maestro y Margarita fue publicado en Cuba a finales de la década de los 90 o algo así. Para entonces yo había leído ya la edición rusa. Luego leí la edición cubana, que me pareció muy buena. Finalmente, para escribir “Callejones de Arbat” volví a leer la novela en ruso. Con relación a la segunda parte de tu pregunta, cuando estudiaba en Moscú leí en ruso mi primer libro de Tsvetáyeva, que entonces fue un descubrimiento para mí. También pude leer El doctor Zhivago, de Pasternak, los poemas de Ajmátova y los cuentos de Bábel. Creo que en aquella época estos autores no estaban publicados en Cuba. Podría enumerar a algunos otros, como Mandelstam o Brodsky, que también pude leer gracias a amigos o amigas rusos que de algún modo me los hacían llegar.
IDT: En algún momento te interesó la poesía. También leí hace mucho algunas de las bellas décimas de amor que componía tu padre ¿Has renunciado a escribir poesía?
Desde muy pequeño leí poseía, pienso que influido por mi padre, que conocía de memoria buena parte de la obra de muchos poetas cubanos, e hispanoamericanos en general. Y movido por su ejemplo –y por el de su hermano gemelo Antonio- escribí algunas décimas. Luego empecé a traducir poesía rusa. Traduje, entre otras cosas, varios poemas de Pushkin; pero finalmente me decidí por crear mi propia obra narrativa. Actualmente leo poseía; pero su tiempo de creación ya pasó para mí. Me siento más “en casa” escribiendo en prosa.
¿Qué crees que diferencia a un poeta de un narrador?
El poeta puede sintetizar el mundo en un verso, y hasta en una palabra; mientras que el narrador requiere de muchas palabras para construir y presentar su mundo fabular. El poeta gana por derribo, en tanto que el narrador, cuando gana, lo hace por puntos y al final de la pelea, si no sale derrotado de ella, que también ocurre. Personalmente, yo necesito expresarme en un terreno más amplio que el que brinda un poema. Amo, sin embargo, la música de la palabra escrita y pienso que mi prosa aún conserva algo del ritmo de aquellas primeras décimas que escribí.
IDT: ¿Aspiras a ver publicados tus libros en la isla?
AAG: No creo que en un futuro próximo mis libros se conozcan en Cuba. De todos modos, como dijo Pilatos, “lo escrito, escrito está” y algún día será leído.
IDT: ¿Tendrían sentido para el lector cubano del siglo XXI libros tuyos como “La otra Cuba”, “Después de Cuba”, o “Callejones de Arbat”?
AAG: Sí, por supuesto que tendrían sentido. Esos libros, y algunos otros que no mencionas, fueron escritos por un escritor cubano que ama a su tierra y a su pueblo. Además, la mayoría de sus tramas están inspiradas en ellos.
IDT: ¿Qué te condujo a escribir “Las largas horas de la noche”, sobre José Martí?
AAG: Me condujo a ello un proyecto frustrado del Canal 6 de la Televisión Cubana. Escribí el guión para llevar a la pequeña pantalla el idilio amoroso entre José Martí y María García Granados. Yo había trabajado mucho con Lilian Llerena, que estaba propuesta para dirigir la serie televisiva, y cuando ella me comunicó que el proyecto no se llevaría a cabo, decidí seguir solo y convertir el guión en una novela. La primera versión manuscrita me fue robada por un “error” de algún ladronzuelo de Moscú, por lo que, tras mi regreso a Cuba, la volví a escribir desde el inicio.
IDT: ¿Significa algo Martí para el público europeo?
AAG: Siento responderte con una negación. Hasta donde yo he podido ver y descontada España, el gran público europeo no sabe quién fue José Martí. Y los que han oído hablar de él no tienen una idea muy clara de cuál fue su dimensión histórica o literaria; ni tampoco su papel en el mundo.
IDT: ¿Cómo fue recibido este texto?
AAG: Ha sido muy bien recibido por quienes han tenido la oportunidad de leerlo, que en Europa no ha sido mucha gente, por cierto. Aunque durante varios años se pudo comprar en muchas librerías de España, no tuvo, como era de esperar, una amplia difusión europea. Por otra parte, se ha vendido bastante bien en los Estados Unidos. En Cuba, sin embargo, casi no se conoce.
IDT: ¿Has seguido el desarrollo de la literatura cubana contemporánea dentro de la isla? ¿Autores cubanos favoritos dentro y/o fuera?
AAG: No podría asegurar que sé mucho de la literatura cubana de la Isla. En general, no tengo autores favoritos; tengo libros que me gustan y libros que abandono antes de llegar al final. De los residentes en Cuba he leído recientemente la novela “Steinway & Sons” de Arístides Vega Chapú, que me pareció muy buena. De los radicados fuera, el excelente “Concierto para Leah”, de Maira Landa.
IDT: De lo que has visto ¿qué consideras positivo?
AAG: Que hay jóvenes que vienen pisando fuerte. Sé también que hay otros que esperan su momento para publicar.
IDT: ¿Recomendaciones?
AAG: La verdad es que no soy quien para dar recomendaciones. No me gusta hacerlo; pero ya que me lo pides, aquí van varias: Cuba no es el centro del universo. Pienso que los escritores de la Isla deberían ser capaces de situarse a cierta distancia mental del objetivo. Por otra parte, a veces leo relatos donde se intenta practicar la crítica social de un modo demasiado directo o evidente, dejando a un lado los grandes problemas del país. Lo escrito así puede convertirse en un panfleto sin ningún valor literario. Hay que tratar de ir al fondo de los conflictos, de los dramas humanos.
IDT: ¿Qué te preocupa de la literatura isleña?
AAG: Las prisas por publicar. Además, la falta de información sobre lo que se escribe en otras latitudes. Con todo, el problema mayor es la autocensura, que pienso padecen una buena parte de los autores cubanos. Y cuando digo “una buena parte”, creo que estoy siendo generoso.
IDT: ¿Regresarías a vivir a Cuba si cambiaran las cosas aquí?
AAG: No creo que lo haga, no al menos de manera estable. Mis hijos tienen su vida organizada en Europa, mi hija en España y mi hijo en Estocolmo. Mis nietos nacieron y viven en Madrid. En Cuba están mis hermanas, mis sobrinos y demás familiares. Están los amigos de toda la vida, con los que no quisiera perder el vínculo. Si los recursos materiales me lo permitieran, iría con frecuencia a verlos. Pero no a vivir. Mi mundo actual es este.
Además de “Una muchacha en el andén”, Antonio Álvarez Gil publicó otros dos títulos en Cuba antes de irse: “Unos y otros” (1990) y “Del tiempo y las cosas” (1993); pero desde ese momento comenzó a publicar en muchísimos países, hasta llegar a un total de otros once títulos.
Sus cuentos aparecen en varias antologías, y sus textos de ficción y artículos de opinión han aparecido en publicaciones de España, Italia, Suecia, Estados Unidos y otros países de Latinoamérica, excepto Cuba. Es miembro de la Asociación de Escritores de Suecia, país donde reside desde su salida definitiva de Cuba en 1994.
Pingback: No soy indiferente a la suerte de mi pueblo | OtroLunes 28