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Por Mario Castillo Santana

En una primera lectura del texto de la reportera de Diario de Cuba, María Matienzo P350, Cristo Salvador y las sociabilidades culturales, lo que lamenté fue que en el proceso por hacer tu trabajo, María, dejaras pasar un encuentro sobre revistas culturales de los 80 y 90, que con tus observaciones críticas lo hubieran hecho más provechoso de lo que pudo haber sido. Pero releyendo con más calma ese artículo, veo ahora que tus señalamientos críticos a posteriori fueron en el sentido de pedir más espectáculo en función de tu reseña, y no profundidad en el tema que se estaba abordando.

Cuando señalas que, en lo que a mí concierne, como moderador del panel, sólo hice preguntas que únicamente permitieran un acto de nostalgia, yo lo defino de otra manera: hice preguntas que permitieran, y te permitieran a ti, conocer de lo que estábamos hablando, reactualizar la memoria histórica de espacios y colectivos que muy pocas veces son rememorados, y junto a eso precisar cuáles fueron sus políticas culturales frente al escenario nacional de ese momento en la isla. Pero parece ser que, desde tu perspectiva, sólo tiene política cultural el Estado, lo demás no cuenta, algo típico en la mentalidad gubernamentalista, sea opositora o no.

En tal sentido, te recuerdo que en ese encuentro no hubo autoconmiseraciones del tipo qué buenos fuimos, mira lo que nos hicieron que tú supuestamente citas, dado que no hubo análisis de la política cultural del Estado para con esas revistas, sencillamente porque esas revistas existieron a pesar de la política cultural estatal genéricamente adversa a esas experiencias, las cuales desaparecieron, en no poca medida, por las propias dinámicas internas de los colectivos y personas involucradas en esos empeños, y no solamente por la represión; tema que muy pocas veces se ventila, para poder quedar bien todos en las fotos de la vanguardia cultural heroica, que permite seguir reproduciendo el fetichismo intelectual, que nos convierte, por arte de magia, en las estrellas mesiánicas de la lucha por la libertad.

Otro momento en que tergiversas la realidad de lo ocurrido allí, es cuando señalas que Dmitri Prieto (su nombre no lleva v al final) de la Red Observatorio Crítico, afirmó que Cuba está en un franco declive creativo, aun cuando existen actualmente más medios para crear. Dmitri se refirió a una cuestión menos grandilocuente, pero más interesante e inquietante, y que tú misma reconocerías si te remites al final de tu texto: la desaparición casi total en nuestro país de revistas autónomas en formato impreso, como las rememoradas en el encuentro, en un momento en que hay más impresoras y papel que en aquella época en Cuba y además persiste la no presencia (en tus propias palabras) del nuevo lector potencial () ausente de la red.

¿Tienes respuesta tú para esa paradoja? ¿Qué causas está produciendo ese hecho? No me parece que indagar en estas cuestiones sea un anuncio del apocalipsis, siempre que estés dispuesta a desnaturalizar el embelesamiento tecnológico y mercadotécnico que aflora a cada paso en tu texto. Dmitri con su intervención rozó, entre otros temas nada ociosos, un asunto que a los de tu gremio no les interesa ver, y es el posible efecto que las nuevas tecnologías de la información están produciendo sobre la capacidad de creación social de los sujetos, ligados a los avances esquizoides, pero firmes, en Cuba hacia la mercantilización y la instalación de lógicas capitalistas en casi todos los espacios de la vida cotidiana. De forma tal que ahora podemos hacer menos de lo que antes hacíamos, cuando habían más obstáculos técnicos, no sólo represivos, a superar.

Si esa realidad que se develó en ese espacio no fue suficientemente espectacular para la estética opositora del Diario de Cuba para el que trabajas, debiste ser más honesta y repensarlo, y no mentir como lo haces en tu texto, y menos aún involucrar a otros esfuerzos y voluntades, para terminar tirando tus dardos envenenados hacia la Red Observatorio Crítico, que es lo que parece más inquietarte de ese encuentro

Si hay algo que nos une a varios del Observatorio Crítico con los animadores de la Galería Cristo Salvador es el no comulgar con esa estética opositora que tú pareces cultivar. No porque seamos partidarios de este gobierno u otro. NO, POR SUPUESTO, sino porque además de oponerse hay que ponerse clara y coherentemente para algo, y fundar otras formas de interacción interpersonales y grupales que no repitan lo peor del sistema en que vivimos, con otras palabras y otras maneras, distintas a las que hasta ahora sólo han servido para terminar a favor de otros gobiernos, igualmente opresores de la creatividad y de la libertad, como lo hacen algunos proyectos opositores e independientes que tú citas.

En lo personal, te digo, soy libertario, anarquista, y creo en el valor de aprender a organizarnos en la ayuda mutua, en el trabajo libre cooperativo, en el intercambio llano de bienes, servicios, placeres e ideas, con la menor cantidad de gobierno, sin mercancías, sin jefes, sin espectáculo y sin moderadores, como lo dije al inicio de ese encuentro, que encausen los monólogos disfrazados de diálogos que tanto abundan. Eso me parece más sustancioso y radical, rizomático, por ir a las raíces múltiples del problema, que el ejercicio triste de la oposición al gobierno de turno, con la idea de que es posible otro gobierno mejor, conformado por los actuales opositores, que comparten vicios comunes con ellos y con nosotros, el resto de los mortales.

En tal sentido lo que llamas nostalgia yo lo veo como algo más útil: activar una rememoración crítica de cómo todo el movimiento creativo autónomo de los 80 e inicios de los 90, trans-disciplinario, indisciplinario, poco mercantil, solidario, lleno de gratuidades, anti autoritario, tenuemente conflictivo con el estatismo nacional, fue neutralizado y vaciado de su contenido con la ayuda facilitadora del propio Estado policíaco cubano, convirtiéndolo en mercancía exótica, rentable para engordar el mercado del arte y adelgazar las conciencias; de forma tal que muchos de los protagonistas de esa experiencia no quieran ni hablar de ella hoy, y fácilmente la tildan de época de inocencia, expresión del pacto enfermo artistas-Estado, que sigue vigente.

Pero esas cosas, María Matienzo, a tus empleadores de Diario de Cuba no deben interesarle. Su interés mayor parece estar en acompañar al gobierno que dicen combatir, para que en Cuba se olvide mejor lo que pudimos ser y se parezca cada día más a cualquier país capitalista corriente, donde podamos ser marionetas asalariadas libres, consumir con gusto la oferta radiactiva de la comida chatarra de McDonalds y Burger King, y estar desconectados de la vida en tiempo real, para vivir mejor en la realidad virtual. El gobierno que hoy sufrimos en Cuba es el mismo que garantizará todo eso y más, no lo dudes. Pero en ese escenario tu futuro como periodista independiente tendrás que replanteártelo. Te deseo energía, lucidez, y posicionamiento diáfano en esos empeños.