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Por Ramón García Guerra
Ernesto Che Guevara:
La palanca del interés material en el socialismo es como la lotería de Pastorita; no alcanza a iluminar a los ojos de los más ambiciosos ni a movilizar la indiferencias de los más.
Carta a José Mederos Mestre (febrero 26, 1964).
Este texto es una aceptación al debate que motiva un artículo de Pedro Campos y Armando Chaguaceda: “La incapacidad de autocorrección del ‘socialismo estatal’ y las tareas de la izquierda” (COMPENDIO OC: abril 24, 2013). Pero antes de abrirnos al mismo, debo evitar cualquier mal entendido en relación con el contenido de mi artículo: (1) Empiezo por aclarar que este artículo no fue escrito como una crítica al artículo que Pedro Campos y Armando Chaguaceda: sino a propósito del mismo. Revelamos, más bien, nuestros puntos de encuentro con aquéllos en materia de proyecto de (nueva) sociedad. (2) Estamos muy distantes de otorgar –mientras se vincula a estos camaradas con los perestroikos de finales de la década de 1980– cualquier sentido peyorativo en la palabra. [Calificativo que endilgó el discurso oficial entonces en contra los partidarios en Cuba de aquel proceso de apertura y restructuración que sucedía en la antigua Unión Soviética.] Primero por respeto. Después, porque los motivos, principios y lógicas que adoptaron estos camaradas eran auténticos, pertinentes y eficaces en tanto respondían a una realidad en particular. (3) Haremos cierto énfasis en el modelo de economía que los socialistas democráticos en Cuba nos sugieren en dicho artículo. Los libertarios, en cambio, somos partidarios de instaurar un modelo de economía solidaria, moral-comunitaria y mutualista. Efectivamente, nada más saludable que echar adelante un debate. Comencemos por discutir el ideal democrático en Cuba hoy mismo.
Sobre la DEMOCRACIA en Cuba.
La carga de sentido que otorgan las fuerzas políticas en Cuba a esta palabra –en el debate nacional– nos obliga a hablar de ideales democráticos: que se ofrecen en la realidad en tanto discursos que habitan en paralelo sin puntos de contacto entre los mismos. [Situación de inconmensurabilidad del discurso.] Distinguimos dos epistemologías. Primero, están aquéllos que otorgan a la DEMOCRACIA un sentido instrumental[1]: liberales y estatistas. Después se hallan aquéllos que la consideran una forma de convivencia en la sociedad: socialistas democráticos y libertarios. Entre estos últimos, sin embargo, existen ciertos matices que distinguen a quiénes han dado una relativa centralidad –mayor o menor– a la misma en la vida de la sociedad. Predomina en Cuba el enfoque institucional por encima del sociológico y este déficit (cognitivo y político) legitima la adopción de una visión estatista de la sociedad.
Enfrentamos una realidad patológica en Cuba (autismo). Realidad que resulta funcional al sistema de dominación política que instauran los obreristas en la década de 1970. Situación, además, que produce y legitima la fractura de la sociedad. Entonces, el desafío de la izquierda es el de superar ese diálogo de sordos. [Aclaro, no sólo al interior de ella misma.] Tendiendo puentes, –como hacen Campos y Chaguaceda en su artículo– pero sin imposiciones a los demás.
Pregunto, ¿cómo se podría superar tal estado de cosas?
Recuperar las múltiples visiones que han aportado las ciencias sociales en las últimas cinco décadas, –desde el constructivismo (años ´60s) hasta el experiencialismo (años ´90s)– respecto de la comprensión de la sociedad, podrían dotar a la izquierda de una ontología (no-sustancialista) sobre la DEMOCRACIA: como institución y como proceso en la sociedad.
Porque no basta con sofismas que aboguen por abrir caminos y dar espacios a la nueva clase media (NCM) que hoy emerge en el país. [Entiéndase esto mejor: La ecología política exige de balances y metabolismos en la sociedad que sean dinámicos y flexibles. (Partiendo de que el todo no puede ser reducido a la suma de las partes.)] Significa esto que vamos a necesitar de códigos, mecanismos y lenguajes en la política que faciliten este diálogo al interior de la izquierda[2]. Partiendo de la experiencia de nuestra América, y viendo la complejidad del asunto, pienso que nada resulta más adecuado que regresar al socialismo humanista del marxista Antonio García (1987). Desde luego, las teorías de García no satisfacen todas las exigencias del debate. Pero, en cambio, sí nos ofrecen el mínimo que se necesita hoy mismo. Concepción esta última, además, (sería esta su mayor virtud) que se articuló bajo la triple tensión del socialismo real en Europa del este y oriental, las dictaduras militares en América Latina y la guerra civil en Colombia. Rescatemos sin demora al Norberto Bobbio de la izquierda en América Latina.
Partiendo de este referente teórico, (y político) podrían los socialistas democráticos y libertarios en Cuba adoptar una plataforma de acción política –concertada– que dialogue de manera dialéctica con realidades concretas, puntuales y existentes y no esperar por superar el déficit democrático actual para intentar el asalto a la Bastilla. En tal sentido, y con mucha razón, Campos y Chaguaceda nos proponen entrar en una lucha cuerpo a cuerpo. [Las luchas por democratizar la sociedad, entonces, deben ser parte de un proceso que iría creando las condiciones que facilitan la reproducción ampliada del mismo en aquélla.] Estamos de acuerdo con esa táctica y hemos cumplido con ella, siempre.
Discutamos casos particulares.
Comentemos el texto: “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura: Propuestas para un porvenir inmediato”. Publicado por el Laboratorio Casa-Cuba (COMPENDIO OC: marzo 20, 2013).
[Desearíamos no personalizar. Pero… En este punto me es inevitable hacer una excepción para mostrar un ejemplo de diálogo entre socialistas democráticos y libertarios que resultó fecundo: hablo de Julio Cesar Guanche, Dmitri Prieto y Mario Castillo. [Itálicas que indican una “interface” en este diálogo.] Encuentro feliz, advierto, que auspician dos Ángeles de la Guarda: Alfredo López (Castillo) y Alfredo Guevara (Guanche). Cubanos que han luchado por la LIBERTAD. [Alfredo es el nombre: ¡Socialismo! Mientras que puede variar el apellido: ¿Bakunin o Marx? (Ejemplo este, además, que nos muestra como los muertos no siempre aplastan la conciencia de los vivos y como sí dejan a éstos hacer sus vidas.)] Evidentemente, sería un crimen de lesa honestidad hablar de la participación de aquéllos en la facturación del consenso que sostiene al documento. Porque es una pieza integra el mismo. Porque hallo amor a la patria en todos ellos[3].]
Desearía, en cambio, indicar lo que creo decisivo en este debate.
La crítica que hiciera Haroldo Dilla, por ejemplo, –según nos parece– resulta justa y adecuada (COMPENDIO OC: marzo 31, 2013). Porque sabe bien Dilla qué puede significar una república en Cuba basada en las “virtudes”. [Estatuto ciudadano que es secuestrado por la política partidista. (Entiéndase: hombre nuevo, “Universidad para los revolucionarios”, enemigo de clase, etcétera.)] Cuando se refiere a la diáspora, finalmente, esta crítica deja abierto un campo de discusión que revela los déficits –teóricos, epistémicos y políticos– que afectan al texto en cuestión.
Hablemos del lugar de la diáspora en la vida nacional.
Durante 2012 el Estado-empleador pagó 22 mil millones en salarios, donde el Estado-proveedor cobró 39 mil millones en bienes y servicios (Anuario Estadístico, 2012). Superávit este que cubrió los gastos sociales, administrativos y militares del aparato burocrático del Estado cubano. [Es decir, los gastos que dan legitimidad al mismo y que aseguran el control político de la sociedad.] ¿Quién dio ese dinero? Efectivamente, resultó ser la diáspora. Esto es: el gasto público en Cuba que maneja el Estado está siendo aportado por la economía de remesas que sostiene la diáspora. ¿Cuáles son los derechos de esta última en su país? [Conozco una cubanita que se hizo ciudadana española y asiste a las elecciones en ese país, por ejemplo, sin que acusen de conspiración a los Castro por tratar de subvertir el orden existente en España.] Definitivamente, la política del gobierno cubano –respecto de la diáspora– es: cínica, hipócrita y abusiva. Careciendo de fundamento y de legitimidad, además.
Pero de DEMOCRACIA se trata[4]. Entendamos que una sociedad que vive en autarquía no habla de “democracia”, sino que viaja por los intersticios del sistema en busca de una salida. [En tal sentido, con fina ironía, Jorge Domínguez nos decía: ¿Quién dice que no hay democracia en Cuba? Sucede que cada cubano se toma su cuota de democracia como mejor le parece.] Entonces la tarea de la izquierda en la Isla es denunciar el pacto social (enfermo) que sostiene la relación entre el Estado y la sociedad.
Perestroikos, oficialistas, neocapitalistas.
Definitivamente, el ideal de sociedad que adoptan Campos y Chaguaceda en esta ocasión toma distancia tanto de los Lineamientos (modelo implícito) del PC cubano como del proyecto (modelo explícito) de Estado de SATS. [Ciertamente, poco se hallará del discurso oficialista y/o neocapitalista en dicho artículo.] Nadie duda de su condición de gente de izquierda que lucha por una Cuba de todos. La retórica de estos camaradas se dice anticapitalista: aclaro, aun cuando en la práctica nos pueda resultar o no ineficaz ella misma. Creemos, sin embargo, que el análisis de éstos tiende a situarlos a la derecha del primero (Partido) y a la izquierda del segundo (Estado de SATS). [Sinceramente, pienso que este artículo los coloca –quizá no conscientes del todo– en la senda del centrismo de la Tercera Vía: acaso con dos décadas de retraso.] Deberíamos ahora de ofrecer los argumentos que justifican este análisis.
Empecemos por decir, que la lectura que hacen Campos y Chaguaceda en su artículo es errática en algunos puntos del mismo. La tesis que ellos defienden en dicho texto –léase: carácter incorregible del régimen (que yo comparto con ellos)– acaso no se sostiene por sí misma.
Veamos en detalles el asunto.
La lectura que hacen Campos y Chaguaceda de la situación actual tiende a crear confusión. Las reformas que echa adelante Raúl Castro se enfrentan a cierto capitalismo de Estado –según nos cuentan–. [Pero de modo tan insuficiente que no alcanza a renovar el socialismo en Cuba hoy mismo.] ¿Quiénes son éstos defensores del capitalismo de Estado que obstruyen la política de reformas? [Porque se deduce que son positivas estas últimas, según los autores del artículo.] Entonces, ¿cómo se tiene esta opinión si la izquierda democrática ni siquiera ha sido escuchada en lo decisivo? ¿Conocen los autores que hoy mismo se discute en la Comisión las cuotas de participación que debe de recibir los trabajadores a partir de las utilidades (netas) de las empresas? [Participación que hasta podría llegar al 50% de aquéllas.] ¿Aseguran un triunfo de antemano? Dejemos dicho que la izquierda socialista –incluyo a los libertarios en el asunto– no tienen este tipo de demandas en su agenda. Lo cual hace discutible todo lo dicho por Campos y Chaguaceda en relación con esta cuestión.
Pero se hace una historia de todo el proceso que nos trae de vueltas al punto de partida.
Las opciones políticas en la década de 1960 se debatían entre una restauración democrática y un estatismo reformista. [Evidentemente, los autores se apegan a la lectura del proceso que hace Carmelo Mesa-Lago en este extremo del análisis.] También me pregunto a quienes se refieren al hablar de restauración del orden democrático que había sido violentado por el batistato. ¿Acaso el PRC-O? ¿Hablan del PSP? ¿Cuál era la agenda de la burguesía nacional subalterna en esta década? La lealtad política de Campos y Chaguaceda con los perestroikos de finales de la década de 1980, evidentemente, los conduce al encuentro con el discurso liberal-nacionalista de Mesa-Lago: economía mixta-pluralismo político. [Entiéndase bien: no critico lo que hacen.] La historia que enfrenta a renovadores (buenos) y stalinistas (malos) en la antigua Unión Soviética –historia que es contada por Campos y Chaguaceda en este artículo– resulta algo maniquea: digo, empasta mal con el proyecto-país de Mesa-Lago. Quién en sus últimos textos –sea dicho de paso– se acerca a esta izquierda democrática en que militan los autores.
Definitivamente, los libertarios en Cuba no participamos de este encuentro.
[Confieso que las lecturas de textos de Carmelo Mesa-Lago que hicimos a inicios de la década de 1980, en cambio, nos dieron ciertas claves del proceso. (Deuda que debo de reconocer en esta ocasión.) Contribuciones que tantos cubanos hemos de agradecer además a intelectuales como: Ramiro Guerra, Fernando Ortiz y Jorge Mañach.]
Los textos que hemos publicado desde 2007 contrastan con la lectura ofrecida por Campos y Chaguaceda en el artículo de marras. (En este punto solo agrego unas notas.) Entonces me refiero al drama de los perestroikos en Cuba en las últimas (casi) tres décadas.
Después de la política de repliegue de Lenin –o NEP (privatista)– ocurre una reacción pendular con Stalin (colectivista). La política de deshielo de Jrushov (años ´60s), entonces, hace parte de un proceso de larga duración que cubre la historia total del socialismo real en la Unión Soviética. El dilema de Cuba se origina con Breskniev y la inserción de Cuba en el CAME: en la década de 1970. Efectivamente, los cambios que había propuesto realizar Gorbachov en la URSS tenían más de un punto de contacto con la realidad cubana que aquellos que admitían la clase política en Cuba.
La crítica al modelo soviético en Cuba –proceso de rectificación mediante (1985-1989)– motivó la emergencia de varias corrientes de pensamiento al interior de la izquierda en la Isla: por una parte, los filo-soviéticos –que eran muchos en Cuba– seguían las noticias de la Perestroika a través de la revista Novedades de Moscú: agotada en los estanquillos de La Habana. Mientras tanto, los socialistas revolucionarios cubanos, (entiéndase: trotskistas, maoístas, guevaristas…) por otra parte, fueron al rescate de otras corrientes del marxismo que había sido eclipsadas en la etapa confesional del Estado cubano (1971-1989). [Entiéndase: marxista-leninista.] Todos ellos en busca de una alternativa ante el orden que existía. [Palabra esta última (alternativa) que fue censurada por el discurso oficial de finales de la década de 1980.] Precisamente, emerge entre los filo-soviéticos una corriente de pensamiento –socialista democrática– que no demoró en ser fustigada por el Gobierno en este período. [Calificándolos de perestroikos: miméticos, eslavófilos, antipatriotas, etcétera.)]. Efectivamente, la política rectificación de errores –discurso nacionalista mediante– trataba de marcar la diferencia con aquel proceso de cambios en la URSS. Desde luego, quienes eran partidarios de una Perestroika cubana han tenido que agachar la cabeza para esperar por una nueva oportunidad que demoró en llegar dos décadas.
Los autores del artículo de marras se apartan de la verdad histórica, entre otras cosas, porque se trata de un relato en clave de actualidad.
La lectura histórica que hacen Campos y Chaguaceda de los comunistas cubanos (PSP), por ejemplo, llega a convertir a éstos en marionetas en medio de un proceso que los arrastra en el tiempo. Consistiendo el error de estos últimos en olvidar “que Marx no estaba de acuerdo en sacrificar libertad por justicia, y que la revolución popular del 59 se había hecho para restablecer el orden democrático interrumpido por Batista”. Cuando, en verdad, fueron los pesepistas (PSP) los que hicieron una labor de zapa. Sectarios que se ocupan en serrucharle el piso a los camaradas. Copando los puntos clave de la estructura de poder a golpe de intrigas y mentiras. Decidiendo, incluso, hasta quiénes debían ser los escoltas de Fidel Castro.
[Asimismo, todos los oficiales del Ministerio del Interior que fueron reclutados en esa época recibieron en biberón dosis de DOCTRINA de aquéllos.]
Evidentemente, están dando estos camaradas un paso importante hacia un centrismo que los coloca a la derecha del PC cubano. Frase tales como: “La libertad es para todos, o es mentira”, por ejemplo, –que deberá ser ejercida “con ajuste a derecho”[5]–; la defensa de las posturas de Betheleheim (“uso de la ley del valor”) en la polémica con Che Guevara, –a quién califican de voluntarista/idealista, junto a Mesa-Lago– etcétera sitúan a estos camaradas en la senda de la Tercera Vía: con dos décadas de retraso. La puesta en actualidad del socialismo que ellos proponen va a comulgar con la lógica del capitalismo en una dirección que se distingue de la política de modernización que afecta a las reformas que echa adelante el PC cubano hoy mismo. Entender que existe una frontera que los líderes históricos de la Revolución cubana no van a poder cruzar, no debe hacernos creer que estamos ante imbéciles que se resisten ante nuestras verdades. [Debemos de saber que todo diálogo que parta de este supuesto solo puede acabar en un fiasco.] Tendiendo puentes, para finalizar, analizo el modelo de economía solidaria de los “socialistas democráticos cubanos” en relación con aquel de los libertarios.
Concebir una ECONOMÍA en libertad.
Sigamos la historia de los economistas en Cuba en las últimas dos décadas. Según nuestra opinión, resulta esta la mejor manera de constatar el dilema económico que viven los cubanos en la actualidad. Porque el modelo de economía que fue adoptado en la etapa pro-soviética en Cuba (extensivo, megalómano, centralista), impuso en la Academia un montón de dogmas, para dejar sin brújula a los economistas en la Isla: en medio de la caída libre que se produjo en el primer lustro de los años ´90s. El efecto de las políticas neoliberales en América Latina, y la caída de los pilares de la economía en Cuba en esa época, motivó un proceso de rearticulación del tejido económico de estas sociedades a partir de iniciativas populares más o menos autónomas. Desatándose así un proceso de búsqueda de nuevos paradigmas entre los economistas de izquierda en Latinoamérica. [Consultemos la lista de títulos producidos por la CEPAL y el CEEC en este período.] Emerge un nuevo paradigma en el siglo XXI, entonces: como una apuesta por las Pymes. Pero este nuevo paradigma no será una alternativa al capitalismo en la región. Esto es: apenas si alcanza a cubrir el espacio vacío que había dejado el Estado mínimo.
La política exterior del Estado cubano dio un giro latinoamericano a finales de la década de 1990. [Puntualmente antes del chavismo.] Entonces los estudios académicos abríanse a un universo de nuevas experiencias que apenas han sido atendidas.
Veamos cómo se refleja en la labor intelectual de Pedro Campos este asunto.
Cuando se sigue la producción de textos de Campos en materia de economía, inmediatamente, surge un tema que obsesiona al autor en el tiempo: la cooperativa. [Derivando esta fórmula de la tesis marxista que se refiere al “trabajo libre asociado”.] Explica esto el énfasis que otorga en su crítica al trabajo asalariado en todos sus artículos. Campos no tiene una sola experiencia personal en esta materia. Pero esto no resta valor a la idea de cooperativizar toda la economía: que tanto él defiende en sus textos. Pero en esta lectura de Marx, Campos no es exacto. Porque la idea original de Marx se refiere a un trabajo libre asociado que se realiza en (y por) la comunidad. Efectivamente, Carlos Marx no habla de pequeñas empresitas –todas iguales– que juegan libremente en el mercado, ni menos habla de sostener un proyecto de liberación de la sociedad sobre esas bases.
Decimos que la idea de Campos puede ser buena o mala. Pero no es marxista. La visión que tiene Marx del socialismo es social: relacional, integradora, dialéctica.
Entendemos que apelar a las teorías de Friedman, –cultura económica incluida– por ejemplo, puede ser una pésima carta de presentación en el debate de la izquierda. Pero esto nos sucede sin ser conscientes de todo muy a menudo. [Esto le ocurrió al Che.] Meditemos este dilema. Decididos a cumplir la colosal tarea de movilizar una economía que fuese congruente con el proyecto libertario (original) de la Revolución cubana, carentes de cuadros de dirección, pésimamente dotados de tecnologías e insumos para la producción, asediados por el Imperio, sometidos a la presión de una demanda social creciente, etcétera, etcétera, la solución fue la de concebir y modelar la economía en tanto una gran empresa colectiva del pueblo trabajador. [Entonces era persuasiva la realidad. Indicaba que la solución era crear economías a escala y no apelar a las capilaridades de la sociedad. También hoy hasta el sentido común nos sugiere crear un denso tejido de Pymes.] Pero el signo ideológico de la tecnología no es neutro. Lo que no imaginó el Che –porque lo hubiera rectificado sin demoras– es que la economía política (ideal anticapitalista) que pensó en la teoría se daba de narices con la política económica (técnica monopolista) que aplicó en la práctica.
Esta es toda la verdad, y me duele.
Pero esto no resta méritos al Che, ni a Campos, cuando han sido consecuentes en la defensa de sus ideales. La tarea es contextualizar esas ideas, rescatar la capacidad propositiva de las mismas, dotarlas de viabilidad y eficacia.
El modelo de economía que sugieren los libertarios, –solidaria, moral-comunitaria y mutualista– en principio, avanza dos puntos por adelante (para complementar, quizá) respecto de aquel que sugiere Pedro Campos. Evidentemente, fomentar la socialización de la propiedad (economía solidaria), empoderar a la comunidad (economía moral-comunitaria), instaurar otra racionalidad como régimen (economía mutualista), según nos parece, acabará por reducir la vigencia de la ley del valor en nuestra sociedad. Entonces sería otro el mercado. Y otro el Estado. [Hablo en el lenguaje de Dilla.] El modelo de economía de los libertarios va a significar un cambio en la ecuación entre estos elementos. Estado, comunidad, mercado. Precisamente, porque se logra desprivatizar el poder de esta trinidad. Desde luego, este no es el final. Tendríamos que inventar un montón de categorías económicas para poder dialogar con una realidad emergente. El modelo de economía que sugieren los libertarios daría la ventaja de regresar al punto de la historia en donde el liberalismo torció el camino para traernos a un mundo de absurdos e inequidades que tratamos hoy corregir.
[Discutiremos este modelo en otro artículo.]
Ahora bien, el desafío es hoy –habría dicho Nicolás Guillen Landrián– “poner los pies en el agua”. Porque nadie pude hablar de economías locales en Cuba a ciencia cierta. [Esto es: nadie tiene un mapa de éstas.] Y esto es peligroso si se entiende que la estrategia que el Partido se propone es ceder a las alcaldías el manejo de economías ordinarias que serían integradas por un montón de Pymes: basadas en el mercado y sin control popular, además.
Imaginemos qué pasaría si adoptamos esa política hoy mismo.
Entregar a las alcaldías esta economía, establecer un régimen de cooperativas bajo estas condiciones, instaurar el sistema de cogestión en las fábricas… ¡Distribuir además entre los trabajadores una parte de los ingresos! ¿Cuáles serían los resultados de esta política? Significaría que el Cerro (272)[6] y Centro Habana (175): –por ejemplo– con las mayores densidades poblacionales e industriales en La Habana; frente al Cotorro (37) y Habana del Este (31): con las menores densidades poblacionales e industriales de la capital, tendrían su suerte echada. Mientras unos implosionan, otros colapsan. [Entiéndase mejor: fundar una economía solidaria en La Habana, por ejemplo, donde la planta industrial –además de ineficaz, contaminante y obsoleta (Diagnóstico, 2011)– tiene una mala distribución por sectores y territorios, sin crear una agencia –entidades no-estatales autónomas (confederación de municipios)– que logre reducir estas distorsiones y se ocupe de la reconversión de estas industrias, promete ser un fracaso.] Rechazar la idea de constituir un Estado facilitador, –que se encarga de echar adelante un proceso que rectifique esta situación– basándose en el fundamentalismo de la AUTONOMÍA, significa un error garrafal. Pecaríamos por distraídos, hijoeputas o imbéciles.
La política del espacio del Estado cubano en las últimas cinco décadas ha mantenido y ahondado la segregación social y territorial en nuestra sociedad[7]. Entonces la solución no puede ser confiada a quién creo el problema. Carlos Marx fue diáfano al decir: “Y por lo que se refiere a las sociedades cooperativas actuales, –aclara en Crítica al Programa de Gotha (1974)– éstas sólo [énfasis de Marx] tienen valor cuando son creaciones independientes de los propios obreros, no protegidos ni por los gobiernos, ni por los burgueses”.
Posfecho.
Ciertamente, este artículo no deja espacio para el análisis más atento de aquel publicado por Campos y Chaguaceda en estas páginas. [Particularmente me refiero al parteaguas que abren aquéllos de frente a los socialistas libertarios de filiación guevarista en Cuba: que –siguiendo la taxonomía de Dmitri Prieto Samsónov (CLACSO, 2012)– hallan con el neozapatismo y John Holloway sus pariguales en nuestra América.] Descartamos una actitud sectaria en estos compañeros aun cuando el título de su artículo así lo sugiere. [“La incapacidad de autorenovación del ‘socialismo estatal’ y las tareas de la izquierda”. (Letras en itálicas del autor.)] En tal sentido, me pregunto: ¿tienen un lugar los libertarios bajo la sombrilla que abren Campos y Chaguaceda en dicho artículo? Hemos dicho no en este artículo. Creemos que deben los socialistas democráticos reciclar el mercadocentrismo que sostiene al modelo de economía solidaria (cooperativo) que proponen e integrar los contenidos moral-comunitario y mutualista que sugieren los libertarios en materia de economía. Entonces las tareas más puntuales de la izquierda (democratización) podrían ser articuladas con aquellas de largo aliento (descolonización). En este punto se inserta la propuesta de adoptar una plataforma de diálogo que esté basada en el socialismo humanista del marxista Antonio García. Conocemos bien a estos camaradas. Precisamente por eso sugerimos este referente. Dejamos de esta manera servida la mesa para una discusión al interior de la izquierda.
Referencias.
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Anuario Estadístico de Cuba 2011; La Habana: Oficina nacional de Estadísticas e Información, 2012.
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Antonio García: Dialéctica de la democracia; Bogotá: PLAZA & JANES Editores Colombia Ltd. 1987.
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Carlos Marx: “Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán”, en C. Marx, F. Engels: Obras escogidas; Moscú: Editorial Progreso, 1974.
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Dmitri Prieto Samsónov: “De la antropología política a la antropología de la liberación. La pieza que le falta al rompecabezas es la noción de transdominación”, en Armando Chaguaceda / Cassio Brancaleone: Sociabilidades emergentes y movilizaciones sociales en América Latina; Buenos Aires: CLACSO, 2012.
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Diagnóstico de la Actividad Industrial de Ciudad de La Habana. Versión Preliminar; La Habana: Dirección Provincial de Planificación Física, 2011.
Santa Fe, Playa, La Habana: 29 de abril de 2013.
E-mail: ramon0260@gmail.com
Estas ideas sobre la renovacion socialista de Ramon son tan novedosas que vale la pena que sean experimentadas de inmediato cuando los humanos comiencen a
Mudarse a otro planeta.
Lo tuyo si es marxismo Alberto, fuerte y claro.