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autoritarismo, Benedicto XVI, burocracia, cambio, consenso, crítica, disidencia, Estatismo, Iglesia, leninismo, no violencia, Papa, Pedro Campos, política, religión, socialismo
Por Pedro Campos
El Papa Benedicto XVI, Jefe de la Iglesia Católica y del Estado Vaticano, llegó hace minutos a Cuba, para una visita oficial hasta el 28, invitado por el gobierno y como peregrino en el 400 aniversario de la aparición de la virgen de la Caridad del Cobre.
Ofrecerá dos misas, en Santiago de Cuba y La Habana, se reunirá con el Presidente Raúl Castro, y posiblemente con Fidel, así como con los obispos cubanos.
Ya, en viaje al continente americano y refiriéndose a Cuba, el Papa manifestó: “Hoy está claro que la ideología marxista tal como fue concebida, ya no responde a la realidad, porque no tiene respuesta para la construcción de una nueva sociedad”. (Ecclesia Digital).
Es verdad: el marxismo, tal y como fue concebido para su aplicación por el socialismo intentado en el siglo XX, nunca respondió a la realidad como demandaba Carlos Marx, sino a intereses de grupos de poder y no ofreció una nueva sociedad alternativa al capitalismo.
Aquel conjunto de dogmas políticos y económicos, -sobre el papel del estado, la “clase obrera”, el partido, el sistema político de gobierno, la conducción de la economía, las formas de propiedad y distribución de la riqueza-, “doctamente” manualizado como “marxismo-leninismo”, se “inventó” por el estalinismo, para justificar las desviaciones en que incurrió el proceso revolucionario ruso-soviético. Y luego se intentó imponer como sistema de “regularidades” al resto del movimiento revolucionario.
Igualmente, tal “marxismo”, nunca ofreció un modelo de nueva sociedad, pues el mantenimiento del trabajo asalariado y la excesiva estatización, no cambió la esencia del sistema capitalista de explotación y solo lo movió del control privado, al estatal.
Para Marx, la nueva sociedad pasaba por la abolición del trabajo asalariado y la extinción del estado.
El Ministro de Relaciones Exteriores respondió el mensaje y dijo que el gobierno está dispuesto a escuchar y a intercambiar con el sumo pontífice. Pudo decir otras cosas; pero al menos, se trata de una disposición.
El partido-gobierno dispuesto a dialogar con el jefe del imperio que nos bloquea por medio siglo, o con el jefe de la Iglesia Católica de Roma, debería mostrar la misma disposición en relación con otros cubanos con visiones diferentes.
Hoy es ampliamente reconocido, incluso por el propio Presidente, que el modelo económico paternalista estatalista y centralizado, engendrado por aquel conjunto de concepciones, debe ser superado; pero los enunciados no pasan de “actualizarlo” y de reconocer la necesidad de una “mayor democracia” al sistema político correspondiente.
Y, desgraciadamente, las limitadas y dirigidas discusiones verticales, alentadas desde el partido-gobierno han sido insuficientes para lograr que los cubanos nos hayamos puesto de acuerdo sobre los objetivos a conseguir y el camino a emprender. Algo que reclama la cada vez más compleja situación actual.
Siempre que tiene lugar un acontecimiento de estas características, en cualquier país del mundo dónde una parte del pueblo está descontenta –por las razones que sean-, se producen demostraciones en ese sentido. Cuba no está siendo la excepción. Todas las partes deben actuar pacíficamente, respetarse y respetar los intereses de los demás.
Llamar a la concordia y favorecer el entendimiento no implica desconocer el déficit social, económico y político del modelo presente, en que la disidencia trata de centrar la atención papal.
Las peores fuerzas del imperialismo y la reacción, que buscan analogías donde no las hay, estarían interesadas en que la visita del Papa creara una situación convulsa, para capitalizar en función de sus intereses.
Los partidarios del inmovilismo, los que quisieran obstaculizar el inevitable progreso de la socialización y democratización del poder económico y político, tratarán de utilizar la visita para demostrar que todo está bien aquí y nada hay que cambiar.
El partido-gobierno ha pedido que no se politice el evento, algo muy difícil de lograr en un país donde el discurso gubernamental diario y el de sus medios oficiales ha politizado desde la educación y la salud pública, hasta la alimentación, el deporte, la ayuda a los desvalidos y las relaciones laborales, filiales y humanas en general.
Mejor, debería aspirar a que transcurra sin incidentes desagradables, omitiendo toda reacción violenta ante eventuales manifestaciones pacíficas y respetuosas diferentes.
Con eso demostraría cordura y vocación democrática; aunque desaliente –al mismo tiempo- las que puedan instigar a la violencia y a la creación de un clima de inestabilidad que ponga en peligro la vida de feligreses y de ciudadanos en general.
Los camorristas en las extremas deben ser llamados a capitulo y nadie, dentro ni fuera del gobierno cubano, olvide que éste es el máximo responsable de que la visita transcurra en paz para todos.
Ya nos enteraremos, o no, de lo que el Papa trate con los obispos católicos y con el estado.
En cualquier caso, esperemos que la madurez política general del pueblo cubano, la disposición mostrada por el gobierno-partido ante la visita papal, junto a la sabiduría acumulada por la Iglesia Católica, contribuyan –de alguna manera- al fortalecimiento de las tendencias que favorezcan los cambios positivos en la presente coyuntura.
La doctrina social de la Iglesia favorece el diálogo, la reconciliación, el respeto a las diferencias, el amor al prójimo, la protección de los desvalidos, la equidad y la justicia social. Todo lo que se haga en esa dirección en Cuba, es positivo.
Bienvenido a Cuba, su santidad, el Papa Benedicto XVI.
No, Pedro, la “doctrina social” quizás; pero la Iglesia sólo se ha puesto del lado del “diálogo, la reconciliación, el respeto a las diferencias, el amor al prójimo, la protección de los desvalidos, la equidad y la justicia social”, cuando las ciscunstancias la han obligado. No creo que sea necesario recordar la Iglesia en los tiempos del fascismo o cuando Pinochet…
Mira la historia y verás que siempre acaban juntos: Estado, Capital e Iglesia.
Esa es la “dirección” en la que se inscribe el viaje del Papa a Cuba.
¿Cómo puedes, Pedro, decir que eso es positivo? ¿No sabes que la “reconciliación” para ellos es para compartir el Poder? ¿Qué es lo que ganará el pueblo?
Lo único positivo de este viaje es que evidencia de manera espectacular la demagogia de sus discursos y la complicidad existente entre los que dirigen y dominan a los pueblos.
Pedro, en realidad yo creo que la visita del papa no es más que un pacto político entre élites con fines específicos: el Vaticano apoya y promueve una mayor autoridad de la Iglesia católica en Cuba negociando nuevos espacios públicos de influencia y el gobierno cubano mejora su imagen exterior en deterioro creciente.
Aquí el pueblo no sé qué gana. Si crees que hay ganancias secundarias para la población es demasiado soñar.Y si es sólo para el 5% católico, porque tengan más espacios públicos para su fe, tampoco me parece una ganancia para el resto del 95%.
Mucho andamiaje y gastos superfluos para una supuesta magra ganancia esperada.En mi caso no lo siento bienvenido.
A fin de cuentas, muchas de nuestras decisiones importantes se reducen a escoger entre un mal y un mal peor. Campos deposita su esperanza en tres columnas de dudosa confiabilidad: la madurez política del pueblo cubano, la disposición mostrada por el gobierno-partido, y la sabiduría acumulada por la Iglesia Católica. Da mucho que dudar la madurez política del pueblo cubano, cuando ni siquiera puede informarse politicamente. La disposición del gobierno es declaradamente reservada y dosificada. Y para ilustrar mi desconfianza en la sabiduría de la Iglesia Católica, quiero notar la existencia de pugnas internas en el Vaticano que pueden llevar a la eliminación física de Benedicto XVI.
Creo que quien en realidad ha demostrado madurez política y sabiduría es Raúl Castro, a quien esta visita papal y la manera en que la ha organizado, le dan la legitimidad y el peso de líder que su perfil bajo y aversión a hablar en público no le pueden dar. Dentro del círculo de poder y entre los funcionarios con quienes cuenta para implementar la “actualización del modelo”, Raúl ha solidificado su liderazgo.
Analizado logicamente, no es un paisaje esperanzador. Pero, estando involucrada la Iglesia, quiero también notar que, como le escuché decir hace unos años a Benedicto en la mismísima plaza de San Pedro, “la razón nos es dada por Dios”. Por tanto (esta es una conexión paradojicamente lógica), la razón es menos poderosa que la fé. El mal peor es aquel paisaje donde solo un individuo habla y lo hace interminablemente, sin escuchar, sin querer saber que halucina y nos empuja a cruzar el abismo por un puente imaginario. El mal peor es el modelo que la biología se ha encargado de agotar. La fé es un mal menor.